La mujer que viste a los pequeños sultanes de…

Khadija Bassir. Foto Melanie Lupiáñez

“Mujer jatera, hombre cualquier”, son palabras de mi abuela que hoy hago mías, gracias mami por estas perlas de sabiduría. Para mi antecesora jatera quiere decir: mujer trabajadora, polifacética y valiente. La “j” se pronuncia con énfasis para imprimir más fuerza al adjetivo. Es la palabra que define a la protagonista de hoy, Khadija. 

Andaba manejando y me llamó la atención el escaparate de una tienda donde se mostraban trajes de ceremonia de puntillosos adornos. Mis ojos repararon en el traje de sultán que vestía un maniquí infantil de niño, aunque el maniquí no tenga género o sexo. La semejanza entre aquella prenda y las vestimentas de Aladín eran más que palpables para alguien que ha crecido con Disney.

Traje de sultán traído de Túnez

La tienda estaba cerrada, hacía viento, tenía pereza, pero llamé a un número que había pegado en el cristal de la puerta de entrada. Al otro lado de la línea la dueña de la del bazar infantil. La tienda lleva un mes cerrada porque Khadija tiene dos hernias en la parte baja de la espalda con el gesto algo condolido nos encontramos y comienza a desvelarse la trama.

Hace 22 años que aterrizó en Almería y siempre ha querido estar aquí. Proviene de Marruecos, su padre era notario. «Un trabajo es un trabajo, me daba igual limpiar el baño que estar en una oficina. Mi padre era notario y se pasó toda su vida con un boli». La mujer toma este ejemplo como referencia para enumerar los empleos que ha desempeñado y el empeño que siempre ha puesto en cada gota de sudor que le caía por la frente.

Tenía 26 años cuando dejó su tierra, llegó a su segunda patria con un contrato de trabajo en un semillero. Khadija era esteticista y el campo solo era un trabajo puente para este mujer inquieta y con sed de aprendizaje y progreso en la vida. 

Todavía recuerda su primer trabajo en la hostelería. «Siempre he tenido mucha suerte, iba a las entrevistas de trabajo y aunque no quisiera el trabajo me lo daban. Llevaba poco tiempo en España, todavía no sabía hablar muy bien, pero me defendía. Fui a una entrevista para trabajar en el hotel Playa Dulce, yo prefería trabajar como limpiadora porque si me equivocaba no tenía tanta responsabilidad como en el bar que podía liar las cuentas de las mesas o algo. Pero nada, confiaron en mí, terminé por llevar 4 habitaciones sin liarme y me renovaron el contrato. Los estudios me dan igual, uno que no ha estudiado puede trabajar igual que otro que ha estudiado mucho».

Máquina bordadora

Hoy, se pasea por su tienda aunque convaleciente; dentro en la trastienda está su otra empleada, una máquina bordadora. Khadija considera que esta herramienta es como una trabajadora por el dinamismo que le da. «No me importa gastar en lo que voy a aprender». Hace arreglos y borda todo tipo de encargos y los cobra en consecuencia al barrio en el que vive porque considera que es gente trabajadora. «Son muy buenas personas, no te tratan como extranjera, jamás he vivido racismo y eso es lo importante para un país».

«Me sacas de Almería y me llevas a otro país y no puedo vivir. Me dices que gano el doble en Inglaterra y no voy. Salgo de Almería para ir de vacaciones y ya», Khadija habla totalmente convencida. 

El bazar es su lugar de trabajo entre el colegio del niño y su casa, apenas hace una año que abrió por la conciliación. La empresaria determinó que era mejor para su familia abrir una tienda de trajes infantiles y algo de mujer en Vícar, así podría llevar al niño al colegio y atender a su madre. 

La familia va primero y el trabajo es una obligación y deber moral. A sus 48 años, Khadija es una vecina de Almería enamorada de esta tierra desde el primer día. Aunque viaja a Marruecos y ha vivido en Málaga, para ella este es su sitio. 

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Evita enfermar si comes vegetal, el podcast de consejos…

Ana Molina, la nutricionista de Biosabor

¿Sabías que las enfermedades son evitables a través de la alimentación? Es decir, que te comes tu alergia, tu colesterol o tu reuma con cada bocado a esa deliciosa hamburguesa, con el helado, con los bollos…

La nutricionista y farmacéutica, Ana Molina sigue esta corriente que asegura que la nutrición influye en nuestra salud y que con buenos hábitos se previenen enfermedades. En su libro ‘Lo saludable de los alimentos‘ puedes profundizar en el tema, además dedica un capítulo a los ayunos, como podrás escuchar en el podcast es una auténtica apasionada de privarse del café de la mañana.

Molina es la actual directora de investigación y desarrollo de productos en Biosabor, ha trabajado en Cajamar, Coexphal… Es una almeriense retornada que anduvo por Inglaterra y regresó a su tierra para ofrecer su experiencia a los mejores sabores con la mejor materia prima en hortalizas de Europa. 

Escucha el podcast y acércate a nosotras. Si te pica la curiosidad puedes seguir conociendo a Ana en su web ‘AMNUTRICIONINTEGRAL.COM‘.

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100 años viviendo del esparto en Almería, Antonio Casado

Antonio Casado Aún puedo recordar con claridad la última Semana Santa que viví en Almería antes de toda esta anormalidad. Era martes santo y Ana Mar de Quero cantaba al Santo Cristo del Amor una saeta con “la miel en la garganta, porque cantando también se reza”, como dijera el cofrade. La calle Granada estaba paralizada: de fe, de amor, de un algo que solo se puede comprender a través de la experimentación propia. Para mí es la gracia humana de unirnos y realizar acciones que trascienden al individuo.

Y en esas andaba, medio ebria de olores, de la luz de la primavera que invade la ciudad por esas fechas y despierta la vida, cuando salió a mi paso una tienda de canastos. Canastos, mimbres y esparto; la imagen del comercio se convirtió en un recuerdo que recupero 3 años después.

Con la esperanza de no perderme nada, seguí el itinerario trazado aquel Martes Santo, desde la Puerta Purchena abordé la calle Granada y en cada recodo metía la cabeza con la esperanza de volver a aquella imagen iluminada en mi lóbulo frontal.

Desde la calle Carmelo apareció el escaparate de Artesanía Casado tal y como lo recordaba con los mimbres, el esparto, la madera; objetos que han sobrevivido a la revolución industrial y a la tecnológica. Capazos de esparto que el propio Antonio Casado saca de sus propias manos, tras un duro proceso de elaboración con unas enormes agujas de hierro de unos 20 cm. El padre de Antonio fue quien abrió el establecimiento en 1925. “Mi padre aprendió el oficio con 20 años el oficio, porque antes se ganaba bien, ganaba más que trabajando en una tienda de comestibles. Había mucha demanda de esparto que mandaban a Marruecos, a las minas, a todos lados”.

¿Antonio cuándo nació usted?

Yo en 1936. Me pilló la guerra, pero era chiquitillo.

¿Cuándo aprendió el oficio?

Empecé a trabajar a los 14 años con mi padre en la espartería, hacíamos espuertas para el campo, ceazos, aguaderas, en fin, una pila cosas. En Baza hacían la pleta, (Antonio hace un alto y señala un canasto que cuelga del techo para ejemplificar de lo que habla), ahí echaban los tomates y los pepinos cuando empezó la agricultura.

Antonio, a sus 85 años, está jubilado; sus manos deformadas atestiguan el duro trabajo que han desarrollado. Sentado en una silla de bambú se abanica con un paipái, hace un calor bochornoso y descansa sus pies descalzos sobre una estera de esparto, un gesto que denota como el negocio es su hogar.

¿Qué es lo que más le gusta trabajar?

La espartería es lo que más he hecho, en la tienda reparamos muchas cosas que se hacen fuera, como las sillas de rejillas…

¿Esas alpargatas son ornamentales?

En el año 50 se gastaban esas alpargatas en el campo… Todo el mundo llevaba esparteñas y albarcas, con suela de goma y la cara de esparto. Casi todos los campesinos sabían hacerlas, el conocimiento se lo pasaban los viejos a los jóvenes, era una cadena.  

También recuerdo las esteras para los camiones. En aquellos años iban hasta Madrid cargados de pescado y ponían la estera de esparto arriba de la carga para que aguantara.

La artesanía Casado es el único establecimiento de estas características en el centro de Almería. Casi un siglo de historia, una guerra, el milagro almeriense, el cine… Suministraron la cordelería en Exodus de Ridley Scott.

Carmen Casado

Quien está al frente del mostrador a día de hoy en Carmen, la tercera generación quien atiende primorosa a los clientes habituales vienen a por cuerda y ya sabe cuál tiene que buscar. Solo lamenta la bajada de calidad, calidad y valor del trabajo del artesano con algunas exportaciones a bajos precios. Y recuerda la vida sin tanto sobresalto

“Antes te las tenías que ingeniar con muchas cosas, no te podías aburrir. Tenías que matar el tiempo en algo útil. Como no entretengas las neuronas, se gastan. Yo no trabajo el esparto hay que tener cierta habilidad y cualidades, unas manos fuertes”.

Y regreso al bullicio de un viernes tarde en el centro con la algarabía de la calle en contraste con un manso lugar.  

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El último fragüero de la Pescadería

Ramón Santiago Moreno

No conozco el calor de una fragua, ni el amor de 50 años de profesión, no sé que significa apellidarse Santiago, ni me acompañan las herramientas que mi abuelo hizo con sus propias manos. Pero sé de alguien que reposa su cabeza en el legado de una vida y hunde sus raíces en los manantiales más profundos de su pueblo. Ramón Santiago Moreno, es el último fragüero de la Pescadería de Almería.

“En el Camino Viejo, no tiene pérdida”, con estas señas y desde unas anchas escaleras, donde antes se situaba la Foca, se llega hasta la casa-taller del almeriense. A media tarde, el cobijo de la montaña proporciona sombra, sopla una suave brisa de primero de septiembre, el aire suena hondo a Flamenco, Ramón anda afanado en pintar unas sillas con forma de guitarra.

¿Es usted Ramón?

Sí, pasad.

El artesano abre una puerta blanca con exquisitos adornos dorados, una habitación de apenas 6 metros cuadrados hace su particular museo de cobre, hierro, acero, bastones, botas, un retrato de familia numerosa donde él es solo un chiquillo y otra de licenciado, de esas fotos que hacían a los muchachos cuando se convertían en hombres a su paso por el servicio militar. “Vendo lo que hago yo, lo que no hago, no lo vendo, porque no sé ni qué vale. Hace poco vino una mujer y le parecía caro 20€ por una guitarrita de cobre”, dice jacoso.

¿De dónde le viene el oficio?

Me viene de mi bisabuelo, dentro guardo la fragua con la que él trabajaba, pero hoy en día no la puedo utilizar porque necesita unas pastillas de carbón especiales. Tuve la suerte de conocerlo, yo tenía como 7 u 8 añillos y me acuerdo de él. Mi abuelo hacía los aperos del campo, las herraduras de los animales, en fin… No se ganaba mucho.

Nació en 1955 y pasó sus primeros años en una de aquellas casas cuevas que Pérez Siquier inmortalizara para los restos, porque ya solo quedan ruinas. En su adolescencia se trasladó a la calle que ha visto nacer a sus 5 hijos, nietos y biznietos. “En Navidad nos juntamos 23 a comer y porque mis hijos no han tenido mucha descendencia, el que más tres”.

La familia es la razón de ser de este hombre que continúa: “Yo sueño con ver a los hijos de mis biznietos, el mayor tiene 5 años, pues 15 años más que dure y llego a verlos”, sonríe, recapacita y dice: “Claro que uno tiene lo suyo”.

Ramón muestra una faca de atrezo hecha por él y yo entusiasmada

Su mujer, María, sale de casa con un vaso de agua y una pastilla, le mete a Ramón el medicamento en la boca y dice: “En el nombre del Señor”; y con esa comitiva solemnidad el marido toma su medicación y ella vuelve a lo suyo. “Llevamos toda la vida juntos, nos conocimos y ella tenía 16, yo 18 años”, de nuevo sus ojos se hacen chinitos al recordar tiempos pasados… “Ya ves tú”.

¿Se ha dedicado toda su vida a la fragua?

Que va, yo empecé con esto tarde, ya estaba casado, tenía mis dos primeros hijos. He trabajado 40 años como albañil en la empresa y haciendo carreteras. 

Con los brazos apoyados en el muro que sustenta el balcón donde se ubica su casa y la vista perdida en el horizonte del puerto pesquero se adentra en su relato, en sus recuerdos. “A mi padre le daba hasta coraje cuando le preguntaba por algo de la fragua. Me decía: ‘Toda la vida lo has visto hacer y no sabes cómo se hace’. Siempre lo he tratado con mucho respeto, le hablaba de usted y no me vio fumar hasta que vine de la mili. Ahora la cosa es diferente mis hijos me respetan, pero a veces me hablan como si fuera su amigo y eso tampoco es”, pronuncia estas últimas palabras con la mano derecha en el corazón y un esbozo de sonrisa.  

Y de todo un poco de lo que fue y lo que es la vida, de cómo el dinero y los orígenes vertebran las clases sociales Ramón pone la cara B de la realidad de un barrio históricamente castigado por la pobreza. “Mi hija trabaja en los almacenes, tiene dos hijos y no tiene para pagarse un alquiler. Además, la vida ya no está como antes que con 10 barras de pan se apañaba la familia, tú dales a mis nietos pan na más”.

“Si no fuera por la marihuana, la gente pasaba hambre como en el tercer mundo. Que no estoy de acuerdo porque a veces hay cortes de luz y la gente se pasa, pero lo puedo comprender”.

Olla donde comía la familia de Ramón cuando era niño y retrato familiar arriba

¿Ustedes han pasado fatigas?

Sí.

Pero fatigas que Ramón ha transformado en cada pieza, cada detalle y cada historia que los objetos pueden contar a través de su testimonio vivo. “En esa olla que ves ahí, comíamos toda mi familia”, ahora en un reloj con guitarras. “Esas botas que ves ahí colgadas, me las ponía antes para vestir porque quedan muy bonitas con un vaquero. Me las regaló mi hijo mayor con su primer sueldo”.

“Muchas gracias, volved cuando queráis y traed más amigos”, se despide Ramón.

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«Era vivir o morir, no podía rechazar ningún trabajo»,…

Mery Sandoval lleva tantos años en España como los que tenía cuando partió de Quito (Ecuador) a conocer el viejo mundo. Era la primogénita de 3 hermanos y quería viajar más allá de las montañas donde había crecido. Su falta de experiencia le jugó una mala pasada, pero su actitud ante la vida y el apoyo incondicional de su marido la llevaron de la supervivencia al empoderamiento profesional y personal.  

Es agosto en la ciudad y los almerienses han cambiado el asfalto por una pequeña parcela en la playa, no para todos es este privilegio. Los pequeños comerciantes, los bares y restaurantes ofrecen sus servicios a los valientes que se atreven a salir a la calle. La protagonista recuerda como tras la pandemia las vecinas del centro apoyaron a los comercios de barrio y así se hizo una brecha de luz en tiempos de tinieblas.

Ahora con la perspectiva del tiempo Mery puede sentarse en la mesa de un café y narrar su historia no sin que los ojos se le llenen de agua con algunos recuerdos. “Mi madre había hipotecado su casa para pagar mi pasaje a España, costaba unos 1500 dólares y en 2003 aquello era mucho dinero. Pasé los primeros meses en casa de una amiga de mi madre en Cataluña pero me costó mucho encontrar trabajo, no tenía papeles, ni sabía que era eso.”

Al principio ¿Cómo se ganaba la vida?

Una tía mía supo que lo estaba pasando mal en Cataluña y fui a vivir con ella a Murcia. Allí trabajaba en el campo. Era vivir o morir, no podía rechazar ningún trabajo.

“En Murcia conocí a una familia de Berja que me dio trabajo como interna”. Sin entrar en más detalles, la mujer toma aire y se lleva un mechón de pelo hacia atrás para concluir: “no tenía gastos, pero era muy duro”.

Para comunicarse con su familia gastaba 5€ en 15 minutos de llamada, el equivalente a una hora de trabajo como cuidadora. Aunque a los pocos meses de estar en España, Cristian, su pareja, vino a la Península hasta un año después no pudieron vivir juntos.

Mery regresó a Ecuador en la Navidad de 2009 para acompañar a su padre en su último viaje. «Fue muy triste. Tuve que endurecer mi corazón y ser más fuerte que nunca».

¿Y la crisis de 2008?

Un palo muy grande, porque habíamos conseguido comprar un piso y en 2010 tuvimos que dejar todo y regresar a Ecuador. Mi marido pidió una excedencia en el trabajo de 3 meses y yo estuve allí dos años con mi madre pusimos un pequeño negocio de comida típica ecuatoriana, pero sentía que ya no era mi sitio. Mi madre me decía que ya había hecho mi vida en España y que tenía que seguir adelante.

Además, cuando me preguntaban qué había estudiado en España, yo pensaba no he tenido tiempo de estudiar, he tenido que trabajar para salir adelante. En Ecuador, para cualquier trabajo te exigen mucha formación, no es como aquí que puedes trabajar en una cocina, en el campo… Reflexioné mucho durante aquellos dos años.

Pensé que nunca había viajado a Francia, por ejemplo, que estaba tan cerca; que solo había trabajado y ahorrado para enviar dinero a la familia, para los imprevistos que surgían…

¿Cómo fue volver a empezar en España?

Cuando regresé apenas tenía contacto en la agenda, ni nada pero fui a hacer una entrevista como ayudante de cocina, no pensaba que me fueran a coger, pero sucedió, no iba a decir que no.

Mery volvió a España y metió la cabeza en los libros, así finalizó los dos primeros años de magisterio infantil. Durante un tiempo compaginaba los estudios y el trabajo hasta que el cansancio físico y la falta de conciliación hicieron que la ecuatoriana se planteara una nueva meta. Así se aventuró en un nuevo sector, la moda.

“Hace tres años que empecé con una franquicia, al principio ves el lado amable, pero veía que la ropa que me mandaban no encajaba en la zona y poco a poco empecé a poner algo de mi ropa. La verdad que me ayudó mucho una amiga, que tenía una franquicia con la misma empresa en Berja. Me di cuenta que la ropa que yo traía se vendía primero y que no era tan importante que tuviera un precio bajo, si no que la prenda gustara. El viernes antes de que nos confinaran casi voy a comprar más ropa, pero mi marido y Sole me frenaron y gracias a Dios, emprender significa meterte en gastos.”

A los 9 meses de que el negocio empezara a ir bien en la calle Castelar, llegó el confinamiento, un tiempo que le sirvió a la comerciante para trabajar en sí misma, abrirse a relacionarse con las vecinas, crear comunidad. La gente se volvió al pequeño comercio, en ese momento empecé a traer poco a poco tallas grandes, pero tengo para todos los cuerpos”.

La tienda tiene una fachada rosa y una bicicleta de forja en la entrada, Cris y Mery se encargan de todo. “Te presento a mi electricista, mi fontanero, mi pintor, mi albañil…”, la mujer suelta una carcajada y su marido responde con otra sonrisa.

A pesar de lo logrado, siempre hay nuevos horizontes y viejos caminos por descubrir. “Quiero tener mi carrera, aunque tenga 45 años”, dice la autónoma. A día de hoy su autoempleo le permite hacer una escapada a los pueblos de la sierra los fines de semana, trabajar sin horarios, pero trabajar para ella.  

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La perla negra de Almería: Pura

Una mujer mayor camina bajo el sol en una calurosa tarde de julio, lleva mochila y muleta por lo que deduzco que sale del trabajo. Tras pensarlo unos segundos doy la vuelta en la rotonda y me ofrezco a llevarla a su destino. Por el camino entablamos conversación, Pura tiene 65 años y después de 8 horas de trabajo de pie en el lineal de la envasadora ‘Murgiverde’ camina 2,6km hasta la parada de autobús que la llevará a su casa en la barriada almeriense de Los Molinos.

Pura y Juan se conocieron en Guinea Ecuatorial en los años 70, él era un albañil almeriense que había ido a trabajar al país africano. 10 años después la pareja decidió retornar a Almería. El escenario que se presentaba en la tierra ya colonizada por los plásticos y en la prosperidad que sus frutos dieron, era el de una incipiente democracia. Aires de renovación y viejas costumbres convivían en un mismo territorio. La mujer en la casa y un negro que te abanique, a Pura casi le cuesta la salud, pero salió a buscar trabajo porque tenía que sacar adelante a sus 4 mulatos.

Los caminos del humor tienen poderosos designios, a través de la risa la protagonista de hoy superó el racismo y se hizo una querida vecina en su barrio. Camino al café más cercano de su casa, en apenas cien metros, 6 voces diferentes la saludan con el cariño y amabilidad que aporta vivir en comunidad.

Ella pide un descafeinado de sobre, la camarera le pregunta casi en afirmación porque conoce de sobra los gustos de su clienta. Mientras paladea la taza de café comienza su relato.

“Cuando vine a Almería veía a tanta gente entrar en la casa y pensaba: ¿tanta familia tiene mi marido?  Pero no era familia es que venían a ver a una negra, hasta que me enteré y cuando sentía gente no salía de la cocina. Porque me daba vergüenza y no conocía a nadie. Ahí fue donde mi familia política cometió el error de tratarme como si fuera un animal, como que su hijo había traído un perro o un mono; me sentía muy avergonzada, me sentía muy mal”.

¿Cómo lo superó?

Me puse muy mala una vez, pero mal con una depresión malísima. Fui a un médico, creo que se llamaba José Arcos, el hombre me dijo: ‘no estás loca, ni tienes nada, tú tienes que salir y trabajar’. Me quedé que no quería ver a nadie, ni salir, mi marido también se alejó de mí en lugar de tomarme con el cariño que nos teníamos. Veía que él tenía vergüenza hacia su gente porque había traído una negra. Me iba dando cuenta de esas cosas, si no llega a ser por mis cuatro hijos regreso a mi país pero ellos me ataban. Pensaba dónde voy a ir con ellos.

Pensé que tenía que buscar la felicidad de mis hijos, lo que hice fue adaptarme, que cuesta mucho trabajo. Porque yo no sabía hacer comida de Almería, tuve una vecina maravillosa, que fue más que mi madre, ella me acogió con mis hijos, me enseñó a hacer de comer. Esta mujer me apoyaba en que tenía que trabajar porque mi marido era obrero, la construcción es temporal, incluso me buscó el primer trabajo que tuve en Almería. Cuidaba a una mujer, que me aceptó muy bien, era un poco rígida pero buena mujer.

Hace 30 años que esta entrañable mujer se incorporó al mercado laboral. Desde entonces es envasadora de pimientos y, prácticamente, ha consagrado su carrera a Murgiverde. Recuerda sus inicios, como narra toda su historia en un tono neutro y con cierta chanza.

“Cuando quise comprar mi primer piso, el director del banco me dijo que mi nómina no valía para nada, que cotizaba poco. Ni sabía lo que eran cotizaciones, no sabía lo que era el dinero en negro, ni nada. Entonces empecé a buscar almacenes.”

“En el primer almacén que busqué trabajo la secretaria de la oficina me dijo que allí no trabajaban ni negros, ni moros, ni gitanos. Le respondí que había ido a pedir trabajo, no razas y me fui. Al día siguiente fui a otro almacén muy pequeño donde una gente maravillosa me dio trabajo, estuve con ellos 3 campañas”.

Poco después empecé a trabajar en la empresa que estoy ahora, entonces se llamaba EjidoVerde, estrené con mis compañeras el almacén de Almerimar. La empresa es como si fuera mi casa, mis jefes son como mi familia. A día de hoy veo que Murgiverde es como si fuera algo mío porque me ha dado trabajo cuando más lo necesitaba.

Cuando mi marido enfermó me cambiaron al almacén del Parador para estar más cerca de Almería, pensaba que me echarían y, sin embargo, siempre me decían que lo primero era mi marido.

Soy la única negra del almacén. Hay mujeres que entran y me preguntan si no me da nada trabajar ahí y respondo: ‘A mí no, así mi jefe me ve desde el momento que entro por la puerta’. Entonces no me encuentro acomplejada ni en Almería, ni en mi trabajo, ni nada. Imagínate, todos los conductores de autobús me llaman rubia.

En la época que empecé a trabajar a la mayoría de extranjeros no los metían en almacenes. Hace 30 años no me aceptaba nadie, así que cuando me abrieron las puertas con lo bien que se han portado conmigo, se me cae la cara de vergüenza de coger una baja y saber que aún puedo trabajar.

La guineana está operada de una rodilla, la tibia y el peroné a causa de una mala caída en casa. Pasó 5 meses de baja para que los huesos soldaran. Es una mujer coqueta, echa de menos no poder llevar tacones por las lesiones y recuerda algunas anécdotas que la hacen sentir incómoda, como cruzar el aeropuerto para ver a su madre y que los guardas guineanos le tiren la broma de si no había compatriotas con los que casarse que tuvo que ir con un español.

De todos mis hijos, uno de ellos vive en Guinea, otro en Bélgica, otro en Pechina y, el que ahora está en casa, vivía en China. Justo la pandemia le cogió pasando vacaciones aquí y cerraron los aeropuertos, era entrenador de fútbol de niños. Lo ha pasado mal porque llevaba en Asia 5 años, tenía su estabilidad, ya está haciendo cosas de deporte. Hay que mirar la vida de otra manera, saber que esto ha sido mundial.

Es abuela de 7 nietos y bisabuela de dos. Toma su móvil y muestra orgullosa una foto con una de sus nietas, la chica es una adolescente de piel nívea. “Cuando llevaba a la niña al parque me decían si estaba cuidando a una niña y yo respondía: no, es mi nieta, es que la he metido en la lavadora.”

Cuando yo compré este piso allá por los 90, la gente no quería que yo viviera allí, ya había dado dinero, y me llamaron los constructores. Les dije de broma que firmamos los papeles yo pierdo el dinero y si tú te echas atrás yo puedo pedir lo que o quiera pues entonces me das 20 millones y ya está… La vecina que iba a tener al lado vendió el piso porque no quería tener familia negra al lado, aunque mi marido era blanco.

Siempre he comprendido que, aunque me casé con un español, vivo en un país que no es el mío, aunque ya si lo sea porque tengo nietos hasta biznietos. Entonces lo que hago es que me hago amiga, me adapto a lo bueno de mis amistades, no a lo malo; mis paisanos me dicen que siempre voy con blancas. ¿Con quién voy a ir si estoy en España? Me pasa con mis nueras que todas son blancas y no quise cometer el error que cometió mi suegra, sean de donde sean son mis nueras.

Purificación Eyang Ela Obono, es una abuela africana de andares españoles que ansía su jubilación, aunque el Ministerio le pide una prórroga de dos años ella se lo toma con humor. «Me llego una carta que la jubilación para 2023 y me puse más negra de lo que estoy». La vida es demasiado efímera para tomársela en serio. 

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«Una parte de mí se siente discapacitada, por eso…

Mariela, duela de La Ramona, a las puertas de su negocio

Mariela es grande en el sentido amplio de la palabra, sus 20 años en España no se han llevado la cadencia del acento de Mar de Plata. Bajo su gorro blanco de chef escapan algunos mechones cortos rubios y canos, de mente inquieta con alma bondadosa, un ojo en el negocio y una mano tendida a quien la necesite. La toalla de playa que su padre le llevaba cuando visitaba a la familia en La Huelga (Sorbas), llevaron a esta española nacida en Argentina a tenerlo claro desde el parvulario. Su destino era Almería.

Cuando terminé de estudiar en la escuela de cocina de Mar de Plata vivía en Tierra del Fuego, donde acaba el mundo, 20 grados bajo cero se los aguantan ellos. Me vine para Almería de visita porque aquí vivía mi familia. En 5 días tenía trabajo, todo fue fácil porque tenía la nacionalidad española por parte de mi papá. Él ya no está pero venía a ver a la familia. Fue uno de esos españoles que se fue en barco en la primera mitad del siglo pasado. A día de hoy, tengo a 3 hermanos de mi padre que llevan 30 años aquí.

El desembarco en tierras almerienses no fue complicado, los retos vinieron después, cuando ya te sientes de aquí y el destino se encapricha con tener una conversación obligada. Fruto de ello es La Ramona, su buque insignia en el centro de Almería; un negocio y taller gastronómico que sitúa a la empanada argentina en la cumbre de su ser. “En pandemia estuve cerrada 180 días. En ese tiempo solo hice 900€, no llegaba para nada. Si la Ramona no hubiera nacido nos hubiéramos tenido que marchar.”

La Ramona nació hace 9 meses, hay dos empleadas trabajando, una es Micka y la otra María. El negocio marcha al ritmo de 30 kilos de cebollas picadas en 2 días para hacer el relleno de las empanadas. Un riguroso Glovo y Just Eat son los ejes centrales sobre los que se sostiene el negocio. Un impulso que, en estos tiempos, solo lo permiten este tipo de plataformas.

“María es una chica con discapacidad intelectual que viene unas horas por la mañana. En ‘Tu Chef talleres’ hemos estado volcados a dar clases de cocina con las personas con discapacidad intelectual; hemos trabajado con muchas asociaciones almerienses, como Salsido, A toda Vela, Dárata…”

¿Conocía a alguien con discapacidad?

Mariela contesta con sus ojos claro helados en una sincera emoción, “es porque en una parte de mi vida me siento discapacitada también”, una pausa leve introduce unas palabras que tiemblan entre sus labios: “porque a veces me faltan algunas capacidades. Entonces creo que es incluirlos, hay gente muy valiosa y que puede hacer más de lo que nosotros pensamos”.

A María la conocía porque durante 3 años estuve haciendo talleres en la ‘Asociación a Toda Vela’. Ella es una chica muy tímida, habla poco o nada, tiene grandes capacidades y hay que saber afinárselas también. Peló entre ayer y hoy casi 30 kilos de cebolla, medio llorando. A ella le sirve, pero a nosotros nos sirve más, ella necesite incluirse en el mundo laboral, ahora está de prácticas, pero si todo va bien… Todo es práctica, necesita coger rapidez, esto no lo va a hacer en su casa.

¿Cómo llegó Micka?

En Navidad estaba a tope y necesitaba a una argentina que me ayudara con las empandas. Tenía que ser gaucha, que al menos hubiera hecho empanadas en casa, porque no tenía tiempo de pararme a enseñar a nadie cómo se hacían los repulgues. Así que la busqué por grupos de compatriotas en las redes sociales. Hacía solo un mes y medio que había llegado a España, después de la cuarentena, vinieron con una mochila de 8 kilos porque si no salía bien volvían. El azar les brindó una oportunidad y se quedó en Almería, una ciudad la cual no sabía ni situar en un mapa.

Micka, empleada de Ramona, dando forma a las empanadas
Micka, empleada de La Ramona, dando forma a las empanadas

Desde el otro lado de la barra de silestone Cosentino, su empleada Micka prepara empanadas a una velocidad pasmosa. Los pequeños bocados son en apariencia argentinos pero algunos llevan el corazón almeriense, como la chef que originó los rellenos. Aunque el local ha cambiado, “usurpado por La Ramona” guarda el encanto de lo que antaño fue escuela de cocina para niños. La cocina es amplia y se dispone a la vista desde el mostrador. Para el ojo observador, una fotos de Mar de Plata y el pueblo donde los progenitores de Mariela se conocieron, la unión hispano-italiana de la que nacieron dos hijos trasatlánticos, la reminiscencia, las raíces, los orígenes que se encuentran bajo el amor de un fogón.

«Como me dice un hermano que me queda en mi patria, soy más española que Colón. Amo Almería desde que era chiquita.» Nuestra protagonista esboza una amplia sonrisa, una de esas que al ser fotografiadas inundan no solo un primer plano. Y es que tras el devenir del tiempo, surge el sentimiento irreparable para tantos migrantes… 

El corazón se te convierte en trasatlántico, ¿cierto?

Sí, porque mi mamá está del otro lado y mi hermano. Si el año que viene se puede, en enero después de las fiestas, voy a ir. Mi abuela tiene 92 años y la quiero ver.

Había que salir por algún lado, la idea de las empanadas venía dando vueltas desde hace tiempo. En 2019 desde la cocina del Mercado Central trabajó junto a las actividades gastronómicas impulsadas por el Ayuntamiento de Almería, quien gestiona ese espacio. Aunque la chef recuerda que fue en el 2018, momento en el que Almería era candidata a capital gastronómica, cuando se encargó de su gestión. «Con ‘Tu Chef’ talleres de empanada, hemos estado en Fitur, Salón Gourmet, Andalucía Sabor…», explica la argentina con entusiasmo. 

¿Por qué ‘Ramona’?

Este lugar es tu Chef talleres, pero Ramona le ha usurpado el sitio. Se llama así porque el nombre me parece muy español y porque cuando era pequeña en mi ciudad había una señora que se llamaba así y hacía empanadas. En cuanto al marketing es un nombre muy español, fácil de recordar, leyendo, consultando con amigos que se dedican al sector publicitario, mirando por redes sociales, así surgió este nombre con fuerza.

Durante estos 6 años de ‘Tu Chef talleres’, ¿cuáles han sido tus mayores logros?

Ha sido duros, sobre todo al principio porque el almeriense le ha costado el concepto. Para los niños no, para ellos ha sido brutal, hemos hecho muchos cumpleaños en el taller y en casas, talleres en colegios, nos hemos desplazado mucho. El boom aterrizó cuando la ciudad consiguió el galardón de Capital Gastronómica. «He estado en todos lo jaleos. Mi empresa hacía actividades en la sede de Almería gastronómica que se puso en el Paseo de Almería, íbamos a Madrid, vino Máster Chef…»

Desde el 2015 hago la feria de gastronomía de Almería, Concurso de Gastronomía almeriense, ahí hablé con el Ayuntamiento para hacer un concurso para niños. Al año siguiente organicé el concurso de adultos y niños, ahí cambiamos el lugar donde se celebraba el concurso. Todos los días a parte del concurso se hacía un show cooking para que la gente viera cómo trabajaban los cocineros de aquí. Revolucionamos esa parte de un concurso gastronómico de tres días en el ferial a un concurso y feria gastronómica durante toda la feria de Almería con más vista en el paseo, más glamour. Aunque sea un estrés a tope es lo mejor que he podido hacer, es mucha responsabilidad, pero es para la ciudad.

¿Y en todo este tiempo cuál es el chef que se ha convertido en admirado?

Sus ojos azules se prenden y en la diminuta mesa que nos separa sus brazos se extienden en un intento de agarrarme con fuerza para que le preste la máxima atención. “Ángel León, soy fan, tuve la oportunidad de conocerlo en una feria De Gusto de Huercal-Overa. Por allí pasaron Paco Torreblanca, Samantha Villar, la ‘creme de la creme.”

Esto es un no parar. Mariela, ¿hay límite?

No, no sé si hay tope, hace dos años y esto lo digo con orgullo porque me salió por contactos y poner la cara, que participo en el evento solidario de Marbella Chef for Children. Se celebra en el hotel Montero 5 estrellas, donde invitan a 30 estrellas Michelín, van todos y yo. Me toca hacer la parte de los niños, los chefs son el anzuelo, para esa cena de gala benéfica. 150 niños participan en los talleres de cocina de los laureados chef, son elegidos a través de un concurso de dibujo que se celebra meses antes en los colegios de Marbella. Mariela coordina las actividades de los maestros cocineros con los infantes.

Bandejas con empanadas en el mostrador del taller culinario

Es el tema del momento, siempre recurrente y socorrido para los que hacemos este trabajo de plumillas pero, verdaderamente, quiero ir más allá. No quiero despedirme de esta fuerte mujer sin ver cómo reacciona a su corazón. ¿Sacaste algo positivo de estos tiempos de pandemia?

Durante la cuarentena, la argentina junto a un grupo de 11 cocineros más estuvo cocinando para Cruz Roja Almería, «cuando llevaba la vianda de medio día me di cuenta de la falta que había. Eran familias normales que se habían quedado sin trabajo y no tenían ni para gel en la ducha. Vino mucha ayuda y pedimos que reforzaran porque un adulto aguanta con un café, pero a ver cómo le explicas a un niño que no hay para cenar». La sensibilidad de Mariela se dispara, se le entrecorta la voz porque, tal vez, son esos momentos los que te hacen sentir afortunado, o por lo menos, como dice el dicho: ‘jodido pero contento’.

«Fue una sensación muy dura, no la olvidaré jamás. Venía al local en bicicleta a regar las macetas y era una sensación de que la ciudad estaba muerta. El COVID me ha parado mucho profesional y personalmente, ha sido la primera vez en 20 años que he tenido que pedir un crédito y gracias porque estamos vivos.» 

Es justo mencionar que los comienzos vinieron rodados aunque sí fáciles de asimilar. Al final todo es organizar una receta sencilla, práctica y dinámica para que los niños puedan manipular y prepararles un kit, cada uno debe tener su espacio con su plato, su cuchillo… En la calle hay que hacer recetas muy sencillas, porque no hay medios. En la Plaza Vieja era armar una brocheta con chocolate, pero los niños se los pasaban de muerte.

¿Tienes algún otro proyecto entre manos?

En realidad, ahora podríamos hacer esta parte de talleres con mínimos, pero estamos parados, solo hemos reanudado la actividad de talleres de Roquetas en el Mercado Central. Desde hace tres semanas todos los martes trabajamos en Roquetas con personas mayores en talleres.

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«En este mundo todo se ve quien quiere tratar…

El atleta Lundo Mendes desde Vícar

La tierra, la mujer, la crianza, la felicidad, la abundancia… No es casualidad que el determinante artículo sea de género femenino. “Mi mujer es fundamental, siempre que haces algo cuando te apoyan, te da un empujón, pones más de tu parte”, son las palabras de Lundo Mendes. Porque correr la maratón es un día, pero el amor de la familia es incondicional.

Mendes es de Guinea-Bissau, llegó a Las Norias (El Ejido) siendo adolescente, a través de la reagrupación familiar. Su padre había conseguido con mucho esfuerzo traer a su familia a España, los tres hermanos y la madre, llegaron al poniente almeriense, pero pronto volvieron a su país porque preferían su tierra. Solo el deportista se quedó. 

¿Visita a su familia en Bissau a menudo?

Cada vez que tengo vacaciones me escapo, aunque sean un par de semanas. Allí vive mi madre y mi padre. Mi familia ha conocido a mis hijos, mi mujer también va.

Lundo Mendes habla de Ramona Nicoleta Rosiu, se conocieron hace unos años en Almería y han formado una familia intercontinental con una riqueza cultural española, guineana y rumana. Para el protagonista es muy sencillo, no hay choque de culturas si hay amor.

Si tú estás con una persona, donde vayas no lo puedes ver raro porque realmente lo quieres. Ella viaja a Bissau pero, por supuesto, también vamos a Rumanía a ver a su familia.

El guineano trabaja en la alhóndiga La Unión, como especialista de almacén, además la empresa también patrocina su carrera deportiva. La maratón de Madrid o Lisboa son algunas de sus carreras más destacadas con el presente en el recorrido de Nueva York y la muy reciente media maratón de Calar Alto, conocida por ser la más alta de la Península Ibérica.

Media maratón de Calar Alto

“Empecé a trabajar con 18 años. Puedo decir gracias a Dios que en España solo he tenido dos empleos, llevo muchos años trabajando en la alhóndiga La Unión. Me llevo bien con todo el mundo, tengo buenos jefes, eso es con lo que se queda uno.”

Incluso te patrocinan…

Si y sabemos que es una empresa muy importante en la zona. Como trabajo allí y me gusta el tema del deporte, la empresa me ha patrocinado. No solo por la publicidad, sino porque llevo la empresa donde trabajo escrita en la camiseta y para mí es una cosa grande, me da mucha alegría, es un punto a favor para mí.

¿Por qué el ‘running’?

Siempre he practicado muchos deportes como fútbol, kárate… Llevo bastantes años corriendo con el ‘running’ estoy más enganchado por el tema del trabajo, porque es un deporte que puedes salir sin horarios tan estrictos, solo depende de ti mismo. Salgo a la hora que me viene bien, además tengo que cuadrarlo con la familia. 

A veces salgo a correr con clubes de aquí, a pesar de que con mi trabajo tengo limitaciones como nos conocemos todos pues solo avisarnos y ya.

La buena gente que te llevas, eso es lo que se queda uno. Te llevas gente espectacular. Algunos son muy profesionales tienen muchos conocimientos y te ayudan.

Mesdes pronuncia las palabras con cierto peso y un tono suave, sin embargo, se traduce emoción en esa “gente que te llevas”, con las manos entrelazadas desde el valle de Vícar y el Mediterráneo de telón parece que la mirada se le pierda en la profundidad de la tempestad que cada cual guardamos. Entonces, antes de que se mastique un espeso silencio toca lanzar la siguiente pregunta.  

¿Cómo fueron los inicios?

Primero estuve en un par de años en un colegio en Las Norias y ya empecé a trabajar. Siempre me he llevado bien con todos. Porque en este mundo todo se ve, cuando llegas a un sitio y te encuentras con la gente ves quien quiere tratar bien y quien quiere mal. Soy una persona que coge lo bueno, siempre me llevo bien con todo el mundo, no quiero faltar el respeto, ni que me lo falten.

Es difícil adaptarse e integrarse aquí, respetar lo que hay porque es diferente de un país a otro. Cuando llevas 20 años viviendo en España ya se cogen las dos culturas, el tiempo pasa muy rápido pero bueno.

Mendes es presidente de la Asociación hijos de Carungal Canhobel Guinea Bissau y tiene su propia marca de ropa L.Mendes Clothing. Aunque nunca ha vivido en su piel la discriminación lucha por la igualdad y la justicia social. 

“Emigración siempre hay, pero la zona donde estamos, culpa de unos y de otros. Todavía nos tachan, hay una barrera, a mí gracias a Dios no me ha llegado a pasar pero sé que pasa. Hay que tratar a los demás como si fueran una persona igual que tú, en lugar de preguntar: ‘¿oye tú qué haces aquí?’. Esa persona ha venido a tratar de mejorar, hay gente que lo pasa mal en su país, pero hay quien viene para probar otra cosa no porque realmente le haga falta salir de su país. Como los españoles salen a Alemania, Inglaterra… Hay quien viene con formación, pero hay mucho papeleo para convalidar los estudios, a veces ni lo permite depende del país que venga.”

¿Estos valores los trabajan en casa?

Sí, a los niños les hablamos en todos los idiomas que sabemos. A mis niños pequeños los estoy enseñando para que sepan cómo es su padre, de donde viene, es una cosa que no me gusta que se pierda.

Y aunque todos guardamos un as en la manga, digamos que Lundo ha hecho de Almería su tierra: “Ahora mismo estoy bien aquí y no quiero ni moverme de Almería, aquí tengo mi hogar, mis amigos…” Y sin muchas más florituras termina la conversación.

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Lola Pendande de Las Norias a USA

Lola Pendande jugadora de los Miami Hurricanes

De cómo el baloncesto proyectó la carrera de una niña de barrio humilde. Esta es la historia de Lola Pendande una española de raíces africanas que, gracias a una beca de baloncesto, estudia Ciencias Políticas en la Universidad de Miami; sin embargo, se siente muy almeriense y está deseando volver a tomar unas tapas. Puedes escuchar su testimonio en el ‘podcast’ que te dejamos en la cabecera de la entrada. 

Pendande era adolescente cuando cogía el autobús después del instituto dirección a Roquetas de Mar donde entrenaba. «Comí un bocadillo por el camino», cuenta la jugadora, a la vuelta como los pueblos no están bien comunicados las llevaba el entrenador. 

Con tan solo 20 años ha jugado para el FC Barcelona Baloncesto, ha participado en un sino que achaca la carestía de la vida y el trepidante ritmo de la ciudad. Auténtica amante del Mediterráneo donde ha nacido. Es una chica implicada con las injusticias, como el feminismo y el racismo de ahí que haya escogido estudiar Ciencias Políticas. Puedes ver su perfil de Instagram aquí.  

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“Si no puedes tener un perro, compra un pez”…

Nuno Mateus en su consulta de Vet&Pet’s. Foto por Melanie Lupiáñez

En su consulta una bandera de Portugal y otra de España, casi por superstición las lleva consigo desde que tuvo el accidente de moto que cambió el rumbo de su vida y lo plantó en Roquetas de Mar, esa bandera de su tierra es su estandarte. Nuno Mateus es un tío peculiar, habla pausado y firme, consciente del dardo que lanza a cada palabra.

¿Qué consejo le darías a la gente que quiere tener una mascota?

Que no regale un perro, porque los juguetes se olvidan.

El centro se encuentra en la Urbanización de Roquetas de Mar y fue abierto el pasado octubre en plena pandemia. Este veterinario siempre ha tenido espíritu empresarial y mente inquieta. “Siempre he sido emprendedor, la única vez que he trabajado para otro fue cuando me vine a Almería”, dice Nuno.

¿Cómo os conocisteis?  

Su pareja, Encarna Martínez, se ríe y dice que le engañó. Un cruce de miradas cómplices y la sonrisa de oreja a oreja, “¿Se lo cuento?”, dice ella, él asiente y se ríe. “Como Nuno se apellida Mateus cuando fuimos a su pueblo en Portugal donde están las bodegas Mateus Rosé me dijo que todo era de su familia” … Él sigue vapeando, me mira, se encoje de hombros y se ríe. Se conocieron cuando Nuno fue a Murcia a hacer el máster de anestesia.

“Si no fuera por ella, todo esto no existiría”. Encarna interrumpe y dice: “peloteo” en un intento de hacerse la dura y no dejar que la emoción la invada. Entonces sigue Nuno: “no es peloteo porque no podría desarrollarme más, me da mucha seguridad en mi trabajo”.

Encarna es puro nervio, ella lleva la clínica y marca las directrices, pero esto que quede entre nosotros. “Nosotros trabajamos en equipo desde hace muchos años, nos entendemos perfectamente. Casi al mismo tiempo nos hicimos pareja y trabajamos juntos. Al final no hace falta hablarnos porque sabemos lo que necesitamos, a nivel personal y profesional. Eso es una ventaja cuando, por ejemplo, hay cirugías de accidentes que tienes que intervenir de forma rápida. El tiempo apremia”, finaliza la alicantina.

Encarna Martínez y Nuno Mateus en la puerta de su centro veterinario

 

¿Cómo fue que aterrizáteis en Roquetas?

Tuve un accidente grave con la moto en Orihuela, donde nos conocimos Encarna y yo. Decidimos que lo mejor era volver a Portugal, Vila Real, preferí recuperarme en casa cerca de los míos. Después de muchas cirugías, ahí hace mucho frío y busqué un clima más caluroso para mi recuperación.

Cogí un mapa, hice un redondel y mandé currículum en esta zona. Me llamaron de 2 sitios, me presenté a uno y decidimos venirnos a Almería con el coche lleno de cosas y dos niñas (una de 3 años y otra recién nacida).

La cosa al principio fue regular porque la dueña quería solo un cirujano, me limitaba mi progresión como profesional; así que a los tres años fue cuando di el paso y me animé a abrir nuestro propio centro. Hago cirugía de mínima invasión, videocirugía, desarrollos ortopédicos y todo lo que tiene que ver con traumatología. 

El centro Vet&Pet´s es puntero en cirugías e imagen. «Ahora estamos en la parte de desarrollar laparoscopia quirúrgica. Operar o castrar con solo un mini agujero es ya una realidad para los animales» a Nuno le brillan los ojos cuando lo cuenta. “Imagina, yo soy cirujano y hago extracciones toda la vida de la misma manera, es tan aburrido… Dejé el anterior trabajo porque necesitaba progresar y encontrar nuevas maneras que me motiven. Gracias a Dios tengo la suerte de hacer una cosa que haría gratis. Adoro mi trabajo». Ese amor por su profesión se destila en su centro de trabajo y en detalles como que recuerda el nombre del perro cuando le dices la afección. 

¿La profesión la llevas desde pequeño, te has criado con animales?

Sí, me he criado con animales. De pequeño hice unas tarjetas con mi nombre y profesión y se las daba a la gente y todo el mundo se reía de mí. En Portugal no se estudia veterinaria. Se estudia medicina veterinaria, los 3 primeros años son iguales a medicina, después haces la residencia y libro que defiendes ante un tribunal compuesto por 3 profesores.

¿Qué es lo que más le gusta de su trabajo?

Mis clientes viene con sus mascotas y dicen, tiene una mirada triste, algo le pasa y tienes que adivinar, es un trabajo de detective y por eso me fascina el reto.

¿Cómo fue dar el salto? ¿Al principio es duro encontrar financiación?

El primer hospital que yo abrí, que fue el primero en toda la región norte de Portugal, en el 99, la conseguí porque mi familia me ayudó con un préstamo y me avalaron. ¡Solo tenía 27 años y la mantuvo abierta por unos tres! El veterinario prosigue con habla pausada. Con el tema del divorcio de mi primera mujer tuve que vender y fue cuando me lie la manta a la cabeza y vine para España para hacer el máster de anestesia en Murcia. Anteriormente, ya conocía el país porque hice una residencia en la facultad de veterinaria de la UAB de Barcelona.

Siempre has tenido la parte empresarial muy presente… 

Tuve la “suerte” de montar un hospital enorme porque, después de la universidad, me reuní con unos grandes profesionales y formamos un equipo perfecto.

Nuno es de esos profesionales que saben de lo que hablan: «ya en el 99 poníamos prótesis de caderas a animales, cosa que ahora ya no se hace porque nadie lo paga. Siempre que trabajaba era para ser productivo con mi tiempo.»

Material y ropa específica para la realización de radiología veterinaria

 

La vocación siempre rondando en todo lo que te has propuesto, ¿verdad?

Yo estudié veterinaria para ser cirujano, no para ser un vendedor de tienda o vendedor de piensos”. Nos gusta ser muy puristas en el tema de enfocar nuestra profesión de manera pura y al mismo tiempo puntera.

Aunque hay que remarcar que nuestro protagonista es de espíritu inquieto y ha querido mostrar su saber hacer más allá del trato veterinario-cliente. Además del programa que tiene en la tv, el cual pronto volverá a las pantallas tras el parón sufrido por la pandemia; el portugués es colaborador de radio y se maneja con soltura dentro de las redes sociales. Un ejemplo es su canal de Youtube donde sube muestras de su saber en las cirugías que habitualmente realiza.

¿Creen que ahora hay mucha más conciencia con los animales de la que había antes?

Encarna toma el timón de la conversación. Sí, ahora ya todo ha cambiado. Ahora hay más conciencia pero más economía, la gente está concienciada y tratan a los animales mejor, intentan siempre que accedan a un mejor tratamiento. Además, nosotros tenemos muchos equipos aquí muy punteros en Almería, hacemos cirugías que nadie hace. Mantenemos red de contacto con otras clínicas que nos derivan casos y es lo que nos ayuda a ser nuestro objetivo y ser un centro de referencia en la provincia y alrededores. 

¿Cómo se logra manejar el tema de la competencia?

Lo bueno nuestro es que teníamos la cosa muy clara, sabía lo que quería, cómo estaba el sector y, de verdad, es que de momento nos está yendo muy bien. Hay que tener en cuenta que yo ya llevaba tres años aquí y conocía todo.

Intentamos separar nuestros servicios con los que ofrecen las otras clínicas, es una manera de tener una competencia más leal y que todos se necesiten. Esto aquí no ha sido fácil porque aquí no hay una unidad, los veterinarios van a lo suyo y no se fía nadie de nadie. En Portugal, cada uno tiene una especialidad y entre ellos se ayudan mucho. Trabajan entre compañeros de forma muy normal y mandar a los animales entre especialistas porque ellos se ayudan.

Es algo que sería mucho más lógico, evidentemente…

Exactamente, pero aquí en veterinaria todos tienen la sensación de que se van a quitar el trabajo unos a otros. Nosotros estamos especializados en cirugía e imagen.

Cuando los padres irradian esa vocación por su profesión, muchos hijos son capaces de empaparse de ese amor y convertirse en todo aquello que mamaron desde pequeños en el hogar. ¿Quién sabe? En la mayoría de ocasiones, es el alumno quien termina superando al maestro.

¿A vuestras niñas les gusta el negocio?

Muchísimo, les hemos tenido que hacer hasta disfraces de ‘supervet’ (superveterinarias). Un guiño que promete…

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