La mujer que viste a los pequeños sultanes de…

Khadija Bassir. Foto Melanie Lupiáñez

“Mujer jatera, hombre cualquier”, son palabras de mi abuela que hoy hago mías, gracias mami por estas perlas de sabiduría. Para mi antecesora jatera quiere decir: mujer trabajadora, polifacética y valiente. La “j” se pronuncia con énfasis para imprimir más fuerza al adjetivo. Es la palabra que define a la protagonista de hoy, Khadija. 

Andaba manejando y me llamó la atención el escaparate de una tienda donde se mostraban trajes de ceremonia de puntillosos adornos. Mis ojos repararon en el traje de sultán que vestía un maniquí infantil de niño, aunque el maniquí no tenga género o sexo. La semejanza entre aquella prenda y las vestimentas de Aladín eran más que palpables para alguien que ha crecido con Disney.

Traje de sultán traído de Túnez

La tienda estaba cerrada, hacía viento, tenía pereza, pero llamé a un número que había pegado en el cristal de la puerta de entrada. Al otro lado de la línea la dueña de la del bazar infantil. La tienda lleva un mes cerrada porque Khadija tiene dos hernias en la parte baja de la espalda con el gesto algo condolido nos encontramos y comienza a desvelarse la trama.

Hace 22 años que aterrizó en Almería y siempre ha querido estar aquí. Proviene de Marruecos, su padre era notario. «Un trabajo es un trabajo, me daba igual limpiar el baño que estar en una oficina. Mi padre era notario y se pasó toda su vida con un boli». La mujer toma este ejemplo como referencia para enumerar los empleos que ha desempeñado y el empeño que siempre ha puesto en cada gota de sudor que le caía por la frente.

Tenía 26 años cuando dejó su tierra, llegó a su segunda patria con un contrato de trabajo en un semillero. Khadija era esteticista y el campo solo era un trabajo puente para este mujer inquieta y con sed de aprendizaje y progreso en la vida. 

Todavía recuerda su primer trabajo en la hostelería. «Siempre he tenido mucha suerte, iba a las entrevistas de trabajo y aunque no quisiera el trabajo me lo daban. Llevaba poco tiempo en España, todavía no sabía hablar muy bien, pero me defendía. Fui a una entrevista para trabajar en el hotel Playa Dulce, yo prefería trabajar como limpiadora porque si me equivocaba no tenía tanta responsabilidad como en el bar que podía liar las cuentas de las mesas o algo. Pero nada, confiaron en mí, terminé por llevar 4 habitaciones sin liarme y me renovaron el contrato. Los estudios me dan igual, uno que no ha estudiado puede trabajar igual que otro que ha estudiado mucho».

Máquina bordadora

Hoy, se pasea por su tienda aunque convaleciente; dentro en la trastienda está su otra empleada, una máquina bordadora. Khadija considera que esta herramienta es como una trabajadora por el dinamismo que le da. «No me importa gastar en lo que voy a aprender». Hace arreglos y borda todo tipo de encargos y los cobra en consecuencia al barrio en el que vive porque considera que es gente trabajadora. «Son muy buenas personas, no te tratan como extranjera, jamás he vivido racismo y eso es lo importante para un país».

«Me sacas de Almería y me llevas a otro país y no puedo vivir. Me dices que gano el doble en Inglaterra y no voy. Salgo de Almería para ir de vacaciones y ya», Khadija habla totalmente convencida. 

El bazar es su lugar de trabajo entre el colegio del niño y su casa, apenas hace una año que abrió por la conciliación. La empresaria determinó que era mejor para su familia abrir una tienda de trajes infantiles y algo de mujer en Vícar, así podría llevar al niño al colegio y atender a su madre. 

La familia va primero y el trabajo es una obligación y deber moral. A sus 48 años, Khadija es una vecina de Almería enamorada de esta tierra desde el primer día. Aunque viaja a Marruecos y ha vivido en Málaga, para ella este es su sitio. 

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