«El sistema trata como zombies a los alumnos» dice…

Era viernes por la noche y la peña flamenca el Taranto abría sus puertas después de haber cancelado en un par de ocasiones el recital de David Palomar a causa del covid. La noche estaba despejada y no muy fría para el mes de febrero, acudía al encuentro cultual con una amiga y un californiano de quien poco sabía. Richard Creighton fue el guiri de la noche enamorado del cante, “me alucina ver cómo puede ser delicado, fuerte y apasionado al mismo tiempo”, decía en su lengua materna con los ojos brillantes de emoción. 

Richard es auxilar de conversación en el Instituto Nicolás Salmerón desde septiembre de 2020 ha sido su primera experiencia como docente y algo que lleva en la venas de alguna forma. “Mi madre y mi hermana mayor son profesoras ¿imaginas cómo era llegar a casa después del colegio?”, bromea. 

Es un tío terriblemente alto, tamaño pívot en una cancha de baloncesto, aunque sus deportes como estudiante fueron fútbol y waterpolo. Tiene 30 años orgullosamente cumplidos en Almería, y la capacidad de empatizar con sus alumnos. “Yo soy un tío grande y además hablo en inglés. Hago como un spanglish para mis alumnos porque recuerdo cómo me sentía cuando iba a casa de mis amigos mexicanos en Los Ángeles y trataba de hablar español con sus padres, me ponía muy nervioso porque no me quería equivocar, es un sentimiento muy humano”.

¿Que tratas de enseñar a tus alumnos sobre tus valores y tu cultura?

Wow esa es una pregunta difícil, me vas a hacer pensar, (dice con una mágica sonrisa y después de un silencio continúa).

Tengo cartas de mis alumnos del curso pasado donde me agradecen todo lo que han aprendido y las leo una y otra vez porque me dan esperanza. Muchos de estos niños nunca han tenido la oportunidad de hablar con alguien de California y me hacen muchas preguntas a cerca de mi ciudad, los Lakers… 

Los niños tienen iniciativas muy interesantes y creativas, me han hecho cambiar mi pensamiento a veces el sistema los trata como zombies.

En este curso he podido apreciar dos grandes diferencias con los alumnos, lo más pequeños están inquietos y ansiosos en clase, mientras que los grandes están ahí como desesperanzados, deprimidos, están porque tienen que estar. Esta situación con el COVID ha hecho que alumnos y profesores estén quemados.

Hay cosas que me chocan mucho como que no puedan ir al laboratorio o hacer actividades en grupo si cuando suena la campana todos se quitan las mascarillas, se besan y abrazan… No quiero ponerme intenso con este tema, mejor no me dejes seguir. 

Me parece divertido, creo que tienes una gran vocación humanista y realmente te apasiona tu trabajo. 

Sí esto es algo de familia, mi padre era bombero y mi madre profesora, estoy muy agradecido a ellos a cómo me han enseñado, jamás me han hecho un spoiler de algo, sino que me han enseñado a ganarme las cosas por mí mismo. He crecido en un lugar que considero un paraíso, en un barrio de Los Ángeles lleno de colinas y naturaleza, ha sido un auténtico privilegio. 

¿Por qué elegiste España?

Amh… yo tenía 11 años cuando mi hermano Jack fue con un programa de estudios a Madrid entonces él me contaba su experiencia en España, la cultura, me mostraba fotos… y me impactó tanto. Así que durante mi último año de estudios 2016-2017 hice un programa desde la San José State University a la Universidad de Jaén y vine a España. 

Jack falleció tres días antes de venir a España en un accidente. Estaba en Madrid y era mi segundo día en un país extranjero, la primera vez que viajaba solo tan lejos, era todo nuevo, teníamos que recibir a nuestros padres de acogida y los míos, Fernando y Loreto, no vinieron, fui el único estudiante sin padres. 

El padre de Fernando había fallecido y por eso no pudieron venir. Tuvimos una relación muy estrecha desde el principio, mis padres de acogida hablaban un inglés suficiente como para llegar a casa después de un duro día tratando de hablar español y poder expresarme en mi lengua. No he podido tener mejores padres de acogida que ellos. 

Tengo que decir que Loreto se convirtió en una figura materna que me reconfortó en una época oscura. 

El californiano se mueve con la bicicleta que su padre de acogida le regaló, el cuadro le queda un poco pequeño y lleva el sillín a tope de alto, sonríe al recordar el por qué. “Esta bici pertenecía a mi padre de acogida y ellos son españoles no muy altos”.

¿Algún choque cultural o que te sorprendiera?

Lo primero que aprendí es la importancia de la comida y la familia, es una tradición que me gusta mucho y que no está presente de donde vengo. La comida es un momento sagrado en el que dejas el teléfono, y compartes un alimento delicioso, hablas de tu día. Aprendí que esto era muy importante porque en una ocasión llegué tarde al almuerzo y mis padres de Jaén, que eran los mejores cocineros que he visto me estaban esperando sentados en la mesa, lo lamenté desde entonces nunca más falté. 

En California es diferente, cada uno come cuando puede, durante la cena sí se suele dar esta tradición como en España, pero a medida que vas creciendo pues uno no baja a cenar porque tiene un examen, el otro porque ya vive fuera de casa… le damos más importancia al éxito personal, a ser el mejor en lo que hagas y pierdes estos momentos familiares, es algo que me apena bastante.  

¿Qué es esto de que has trabajado en la tierra?

Sí trabajé en Rumanía en un campo de arándanos, para que no se cumpliera mi visado tenía que pasar un tiempo fuera de la zona Schengen, así que viví esta experiencia que creo todos deberíamos tener al menos una vez en la vida. El estar en contacto con la tierra, rodeado de naturaleza, montañas y respirar el aire fresco… 

vivía en una casa que tenía unos 100 años era invierno y si quería tomar un baño caliente tenía que coger un tronco hacerlo leña a machetazos y calentar las calderas.

¿No te ducharías cada día entonces?

«No, solo cada pocos días», dice muerto de risa. 

La verdad que vivir en Tarcaia, que históricamente se consideraba húngaro, en medio de nada con tres generaciones de mujeres que se habían dedicando al campo y aquella abuela, Esztike, que solo había salido dos veces de su pueblo y estaba totalmente desconectada del mundo, para ella no existían los Beatles, no sabía quien era el presidente de Estados Unidos… Sin embargo, creamos una relación muy buen, sin una comunicación grande porque ella no hablaba inglés y yo no hablaba rumano, después de pasar cada día 6 horas trabajando juntos surgían las palabras y el entendimiento, es increíble el ser humano. 

Y la amabilidad de los extraños, aquella abuela me traía cada día la cena.

Share on facebook
Share on twitter
Share on whatsapp