“No pueden cerrar un país entero” de cómo Brasserrie…

Plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro; los mandamientos del poeta cubano José Martí en la vida del hombre. ¿Pero qué hay que considerar para creer que una vida merece la pena?

Esta es la historia de una joven pareja holandesa que viajaba por el Mediterráneo en barco, habían dejado atrás su negocio en los Países Bajos para tomarse unos años como marineros y en la isla de Ibiza se plateó la siguiente encrucijada: ¿Córcega o Roquetas de Mar? Se decantaron por la segunda opción y así es como Carolina Rozendaal y Jaco Mudde, los dueños de la Brasserie Panini, se instalaron hace 20 años en el municipio almeriense.

Todo empezó en la avenida del Mediterráneo, allí abrieron un cibercafé a principios de los 2000. La filosofía era sencilla, café e Internet a bajo precio, todavía ni había llegado el euro. Tenían 3 líneas de teléfono que conectaban y desconectaban cuando los clientes necesitaban acceso a la red. Carolina transmite con su español de fuerte acento las vivencias de esos primeros años. “Nos fue muy bien, todo el mundo necesitaba Internet, estaba lleno de extranjeros” y señala la esquina contigua a su brasserie para indicar el lugar exacto donde se ubicaba el cibercafé.

En aquella primera ubicación, tomaron contacto con los clientes locales y empezaron a ofrecer costillas, sate de pollo y algunas delicias flamencas que enganchaban a los paladares de quienes se acercaban. El precedente para lo que hoy sería el restaurante con 437 referencias en TripAdvisor en 3 lenguas distintas y una puntuación casi perfecta.

“La hostelería es mi sangre”, dice Carolina que desde los 24 años es responsable de sus propios negocios. “Cuando empecé a los 24 años en mi país no podía tener un negocio, mis padres firmaron por mí”. Seis años después, harta de aguantar la rutina del bar, decidió emprender el viaje que la traería a este rincón del mundo.

¿Carolina cómo conoció a Jaco?

En el bar, él era mi cliente y empezamos una relación. Lo veía que venía cada noche y no hacía nada, entonces le dije ven a trabajar en el bar. Él dejó su trabajo y empezó a trabajar conmigo y así.

Carolina y Jaco al frente de Brasserie Panini

Recuerda cómo el principio del milenio los trató bien y cuando el ADSL se instaló en la mayoría de los hogares no les quedó otra opción que reinventarse. Así nació Panini´s, frente al hotel Playa Luna, una zona que era un auténtico hervidero de gente en los meses estivales. Y el empujón del fútbol era siempre un plus. Como la terraza del local era grande y estaba bien situada la hostelera pensó rápido.

Carolina fue al banco a pedir 1000€ para comprar 3 pantallas enormes e instalarlas entre la terraza y el bar durante el mundial de 2010, cuando España ganó a Holanda, asiente con la cabeza la protagonista en el gesto de disgusto, pero continúa con el negocio. El banco no estaba por la labor, pero la suerte estaba de su lado. Un cliente que había detrás la escuchó fue al cajero y prestó el dinero a Carolina que tardo dos semanas en saldar su deuda. Después del mundial de fútbol, sorteó las televisiones en un bingo entre los clientes, una de las pantallas llegó hasta el restaurante actual. Hoy reposa en la zona destinada a los niños antes del COVID.

“Eran los niños quienes elegían venir a comer a la Brasserie porque tenían juguetes para ellos, sus mesas, pero ahora como está todo…”

Sate de pollo la salsa es de cacahuete

¿Cómo habéis sobrellevado la pandemia?

“Del COVID no quiero ni hablar”, dice Carolina, y aguanta el gesto donde la mueca de la boca delata un mal trago.

Recuerdo el sábado 14 de marzo del año pasado perfectamente, cuando me dijeron: tienes que cerrar. Yo repetí 1000 veces no pueden cerrar un país entero. Me parecía raro que mis colegas pusieron el mobiliario dentro.

Durante la cuarentena la gestoría nos preparó un pase para que viniéramos al restaurante a limpiar, a ponerlo bien. Estoy acostumbrada a trabajar, no podía sentarme en el sofá 24h, nunca lo he hecho en mi vida.

Cuando reabrieron en junio estaba bien, pero en julio se fueron los extranjeros y…

Nunca hemos tenido problemas con los bancos en estos 20 años, pero hemos tenido que pedir un préstamo y ahora estaremos 10 años más aquí y yo ya tengo 56 años.

Es una realidad a la que se están enfrentando muchos hosteleros y a Carolina le pesa tanto como a otros, sus raíces se han extendido por nuestro pueblo donde ha criado a su hijo, ahora adolescente. Porque la mujer considera que los niños necesitan tener un lugar estable, la pareja no tiene pensando mudarse o volver a su país, han hecho de Roquetas su hogar.

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De la patera a montar la barbería más grande…

Augustine Serwiri desde su lugar de trabajo

“One who God has blessed, no one can destroy”, quien ha sido bendecido por Dios, nadie lo puede destruir. Este lema ocupa un lugar privilegiado en la barbería Abraham Lincoln, en la peluquería y en la tienda de estética africana que hay al otro lado de la calle propiedad del mismo hombre. El dueño, Agustine Serwiri, y su pareja, Janet Owusa, son dos treintañeros ghaneses que se establecieron en Roquetas de Mar poco antes de la crisis del ladrillo.

Lunes, temprano en la mañana, los niños van al colegio cuando abre la barbería. Desde la avenida Pablo Picasso donde se sitúa, todavía puede notarse el olor a humedad de las claras del día mientras las golondrinas planean desde las cornisas del esqueleto de un edificio. En el interior, la maquinilla de Augustine ya marcha, hay varios hombres que esperan sentados; de fondo la tele con el sermón de un vehemente predicador. Los colores predominantes son el rojo, blanco y azul, de gran influencia americana pero con corazón africano. Los fines de semana trabajan hasta 6 barberos y las colas de hombres para cortarse el pelo son interminables. “Empiezo a trabajar a las 09.00h y acabo a las 23.00h”, dice Augustine, el propietario. 

Es un hombre que habla poco, pero dice mucho, atento de su trabajo, relajado. Salió de Ghana y todavía ni era mayor de edad, ahora son nombrados MENAS, pasó 4 años en Libia hasta reunir el dinero suficiente para pagar la patera que lo traería a Europa. Aunque la distancia entre los dos países africanos es de 5470km, el segundo es una opción cercana para cruzar a lo que ellos consideraban la tierra prometida.

Travesía desde Ghana a Roquetas que siguió Augustine

A veces las expectativas y los prejuicios se confunden, como los europeos creemos que África es un país, muchos africanos piensan que toda Europa es inmensamente rica.

La protagonista de hoy Janet recuerda como en 2007, cuando fue a la embajada española en Ghana para arreglar su visado y venir a España a través de la reagrupación familiar que había conseguido su marido, una funcionaria le advertía.

“¿Pero tú conoces Roquetas de Mar?, allí los trabajos son muy duros. Janet quédate aquí, eres secretaria de un buen abogado”. La mujer no podía creer lo que le decía su compatriota y contestó: “Europa es Europa”, hoy reconoce que España la ha hecho una mujer fuerte, que de seguir en Ghana dependería de la familia y el servicio hasta para lavar su ropa.

En cuanto a Augustine es uno de esos muchos que llegaron en patera desde la otra punta del continente. La constancia, el trabajo y la fe lo guiaron por su camino. Hoy es padre de 4 hijos, todos roqueteros, el mayor y las gemelas han visitado a la abuela que ahora espera para darle un abrazo al más pequeño, a causa del COVID tuvieron que posponer el viaje. Una foto de la familia reside preside el lugar de trabajo del barbero, parece paradójico porque todos viven en la misma casa pero la barbería abre de lunes a domingo.
 
Retrato de Augustine Serwiri
 
¿Cuáles fueron sus primeros trabajos?
 
Cuando llegué a Roquetas estuve dos años trabajando en el campo. Después empecé como barbero en un quiosco pequeño que hay en las doscientas viviendas. Ahí está mi maestro. Poco a poco y trabajando mucho alquilé un local pequeño, cerca de aquí, donde está el semáforo, no tenía ni baño, era una cochera. 
 
La policía vino un día y me dijo que tenía mucha gente, que me buscara un local y lo pusiera todo con la licencia y bien. Fueron los policías los que me ayudaron a buscar un sitio. Me dijeron que este local estaba vacío, pero tenía miedo porque era muy grande. Entonces encontré otro más pequeño, ahí enfrente (donde ahora está la peluquería africana también de su propiedad) y poco a poco con la ayuda de mi hermano fuimos reformando y poniendo todo bien. Tenía 20 años justos cuando se embarcó a ser autónomo.
 
¿Cómo fueron los inicios?
 
Al principio cuando llegamos ni arreglamos la tienda, pone una silla, un espejo y así mismo a trabajar con 10 o 12 clientes. Y así poco a poco empezamos arreglar el local porque no teníamos nada. Lo más difícil era que no teníamos dinero y teníamos que pensar en pagar la casa y trabajar. El dueño también se portó muy bien si no teníamos para pagar un mes nos decía que no pasa nada. 
 

¿Hace cuánto se instalaron en este local?

Hace 10 años, todas las reformas las hicimos mi hermano y yo. Esta silla fue la primera que compré. Era mi sueño desde que empecé a trabajar, guardaba el dinero poco a poco para comprarla.

 
Y esa silla se ha convertido en su símbolo de prosperidad, ocupa un lugar privilegiado en el salón y su color negro la hace única, el resto son rojas, todas de estética retro.  Augustine cuenta la historia del mueble símbolo de prosperidad para él.
 

“Fuimos a Almería a una tienda para comprar cosas para la barbería y pregunté cuánto costaba el sillón, el dueño pensaba que nosotros no teníamos dinero, pero le dije piénsalo porque me interesa, le pagué lo que pedía y compré todo a este hombre, los espejos, las sillas…”. 

Janet Owusa, copropietaria del negocio y pareja de Augustine
 
Janet es la cara b de la historia son opuestos en todos los sentidos, pero se complementan. Ella es terriblemente sociable, habla un inglés perfecto y dos dialectos africanos en los que puede entenderse el Ga y Twi, este segundo lo comparte con su marido, es su lengua materna. Hace un par de años que trabaja en la tienda de estética africana y saluda a 4 de cada 3 personas que pasan por la puerta.
 
Antes de trabajar aquí ¿en qué trabajabas?
 
Uf he trabajado en cosas que cuando vivía en África nunca hubiera imaginado. Cuando llegué trabajé en un invernadero durante una semana. Yo le decía a mi marido que tenía las uñas muy largas para eso, que no era para mí. Él y mi hermano me decían que con esos trabajos me habían traído aquí. Lo pasé mal me habían dicho que en los invernaderos había muchos gusanos y serpientes y yo les tenía mucho miedo. 
 

Para contextualizar Janet se ha criado en Accra, la capital de Ghana en una familia con buena situación económica, “en mi casa no había lavadora, había una señora que venía y se encargaba de lavar la ropa, yo ni la tocaba”, dice la mujer.

¿Cuál fue su primer trabajo?

Conseguí un trabajo cuidando a cuatro niños en Aguadulce porque querían alguien que hablase inglés… ahora, la africana se lleva las manos detrás de la espalda para simbolizar que estaba atada. Vivía allí y tenía libre los domingos, mi marido se presentó en la casa para decir que su mujer había sido secuestrada, estaba muy enfadado y los dos hablamos fuerte delante de la mujer.

Janet revive los momentos con mucha risa y cariño. Fue el hermano de ella quien aconsejó a Augustine que era mejor para Janet trabajar con esa familia unos meses.

La verdad que me trataron muy bien, comía con ellos en la mesa, como una más. Pero a los 6 meses tuve que dejarlo porque el marido de ella se dedicaba a la construcción, entonces no podían pagarme, eran 900€ al mes. Y madre mía, los niños llorando, el pequeño de tres años se agarró de mi para que no me fuera. Todavía guardo relación con ellos, eran una gente muy buena.

¿Hasta llegar a trabajar aquí en la tienda que más has hecho?

La mujer se lleva las manos a la cabeza y dice: «la verdad que muchas cosas, he trabajado en el invernadero, en las envasadoras… ahora se que España me ha hecho una mujer fuerte. Yo llamaba a mi madre llorando, me gastaba todo el dinero en el locutorio y ella me decía que podía volver que me compraba un billete de avión, pero ¿Qué hacía? Yo quería a mi marido». 

Y por amor y por la fe enorme que profesa confió en esta tierra a pesar de ser una niña bien compartiendo piso con 8 personas, a pesar del espanto que le provocaban las cucarachas por encima de los platos, resistió. Hoy es una mujer ajetreada, más preocupada por la conciliación familiar y sus hijos que por aquellos duros comienzos que hoy son meras anécdotas. 

Por cierto la peluquería se llama Abraham Lincoln en honor al abuelo de Augustine. El apellido lo toma del décimo sexto presidente americano, la cara de los billetes de 5 dólares. 

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El apoyo de la familia es determinante para montar…

Las peluqueras, los camareros y esteticistas son los psicólogos de muchos de sus clientes, soporte emocional y afectivo. Hoy, Mónica López Jacobson, nacida en Suecia de padre español y madre sueca, relata su historia de cómo fue llegar a Almería en 1992, montar un negocio y mantenerlo durante todos estos años.

¿Has tenido que reducir personal con el COVID?

Sí, la otra peluquera no la estoy manteniendo. La esteticista está de vacaciones esta semana y mi hijo, que es barbero, ahora está conmigo. Creo que para el verano voy a buscar a alguien porque ya empieza a ir mejor.

Hasta ahora era una incertidumbre, no sabía si meter a alguien más a trabajar o no con la reducción de horarios y todo.

Estás abierta desde 1993, durante estos años habrás tenido que hacer frente a muchos altibajos:

Este año ha sido duro para todos, pero por lo menos he podido seguir manteniéndola, abriendo y cubriendo gastos. Al principio después de unos meses cerrados tuve que poner dinero de mis ahorros, he aplazado la hipoteca, porque no podía con todos los gastos. Bajó el volumen de trabajo, la gente ni viene tan a menudo, no hay fiestas grandes, bodas, muy pocas comuniones, en vez de cada mes el tinte pues aguanto 6 semanas… Esas cosas se notan.

Otras crisis que hemos tenido que afrontar como la del ladrillo en 2008, se quedó todo estancado y, también ha costado mucho que Almerímar se levante como pueblo.

 Durante esos momentos más duros ¿Cómo haces para que los nervios no te coman?

Tengo un apoyo fantástico de mi familia, sé que si llegase el momento que necesitase ayuda de cualquier tipo económica, moral o práctica, están ahí. Mi hermano es un ‘crack’ como empresario y cuando me ha hecho falta una ayuda económica él siempre me ha dicho: ‘no pidas al banco, yo te lo presto y me lo devuelves cuando puedas’.

Simplemente saber que mi familia estaba ahí ya… Si no hubiera tenido a nadie no sé si hubiera sido capaz. La ayuda práctica de mis padres ha sido fundamental, si ellos no hubieran cuidado de los niños, no habría podido.

Detalle de la lámpara hecha por Mónica con sus tijeras viejas

¿Cuándo llegaste a España tuviste choque cultural?

Sí, me costó al principio, no hablaba el idioma y tardé como un año en hacerme con la lengua. Aun así, son formas muy distintas de ver las cosas. Dentro del choque cultural he sentido que mi generación ha sido educada en otra manera en Suecia que aquí, los jóvenes almerienses de hoy no tendrán ese problema. Cuando llegué aquí las mujeres de mi edad no trabajaban, o se iban de casa cuando se casaban… Yo me fui de casa de mis padres, alquilé mi piso, compré mi coche, viajé por el mundo. 

“Me mudé aquí con 23 años, al año siguiente abrí la peluquería. Este es mi mundo, mi vida ha sido la peluquería y Almerimar. A veces me da un poco de rabia no haber viajado más. Cuando montas tu propio negocio con su hipoteca y tus niños chicos ya no tienes esas libertades. Viajo a través de mis clientes”, dice la peluquera que puede presumir de uno de los negocios más antiguos del puerto deportivo, desde 1993.

Mónica López Jacobson aprende de todos los lugares que visitan sus clientes, viaja a través de sus ojos, muchas de esas escapadas suelen estar en su lista de viajes. “¿Has visitado Vietnam? Es precioso, la bahía de Hang Hoi y todavía no está tan explotado turísticamente”. Los domingos sale a hacer senderismo con su pareja por las montañas de la zona, se mueve con mucha agilidad y cuida que los clientes se sientan confortables.

¿Qué es lo que se te hizo más difícil al montar tu propio negocio?

Lo más difícil es la conciliación, pero gracias a que tengo una familia maravillosa que me apoya en todo, sin ellos no habría salido adelante el negocio, siempre me han apoyado.

Mis padres han criado a mis dos hijos y a los dos hijos de mi hermano, no son como abuelos, como como otros padres para ellos. De hecho, cuando mi hijo necesita consejo siempre llama a mi padre para que le eche una mano.

Como empresaria he tenido mucha suerte, porque la clientela es muy pareja. Está la gente de los barcos que viene en octubre y se va en abril-mayo, pasan aquí el invierno. Las caravanas también tienen la misma temporada. Muchos de estos clientes vuelven cada año, es una clientela fija-discontinua.

¿Por qué se crea ese vínculo afectivo tan estrecho entre peluqueras y clientes?

A veces la gente me tiene mucha confianza porque cuando llevas muchos años tienes una clientela fija. Me cuentan cosas muy íntimas, pero no conozco a su marido, ni a su suegra, entonces es más seguro contármelo a mi que a alguien que está dentro de su círculo. La peluquera es muy expresiva, cercana, pone énfasis y gestos a casa acento de forma que se hace una persona muy confiable.

“Mucha gente viene aquí porque no tiene nadie que le mime, a veces pienso en lo dura que se está volviendo la sociedad”.

Mario el relevo de Bonnie y Clyde

¿De dónde viene el nombre de Bonnie y Clyde?

Quería que hiciera referencia a que es de hombre y mujeres y puse ese nombre. Que hace referencia a los atracadores de los 50 que se ganaron la admiración de los estadounidenses además de una extensa filmografía.

Hoy su hijo Mario toma el relevo como barbero y comparte local con su madre. El cilindro de rayas blancas, azules y rojas incida su lugar en la peluquería, que siempre estuvo enfocada en los dos géneros.

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“Con el COVID hemos tenido que poner dinero de…

Hay quien se toma la vida como una carrera de obstáculos, los salta o se cae, pero siempre continúa incluso cuando la meta se atisba difusa en el horizonte. El protagonista de la historia de hoy es hostelero y ha sobrevivido a dos crisis económicas, la del ladrillo y la del coronavirus.

Hace 12 años que abrió un pub inglés en el puerto de Almerimar con el concepto almeriense de tapa. ¿Habrá algo más español que montar un bar? A día de hoy, hasta su madre lo llama Mario; aunque en su identificación sus orígenes lo sitúan en Iasi, Rumanía.

“La primera vez que vine en 2002 fue a casa de unos conocidos, pensaba que iba a trabajar con los pepinos, aunque nunca lo hubiera hecho, pero estuve un mes en la habitación que me habían alquilado mirando por la venta. No sabía muy bien a qué se dedicaba aquella gente, pero no trabajaba, ni me podían poner en contacto con nadie para mantenerme ocupado. Tenía 22 años, ¡imagínate! Decidí volver a Rumanía y en el autobús de vuelta conocí a una mujer que me dio trabajo. Eran 3 días de camino, pero los billetes de avión eran carísimos”.

El protagonista volvía a su tierra con la sensación de fracaso, su compañera de butaca intuyó que Mario no se encontraba bien, ella era madre de un joven de su edad y encargada en un invernadero de El Ejido: “este es mi teléfono cuando empiece la campaña en agosto me llamas”.

“Y volví a pesar de la mala experiencia, ella me advirtió que las condiciones no eran espectaculares, pero que para empezar estaría bien”, recuerda el hostelero sus comienzos. Entonces levanta la cabeza un momento atento a lo que pasa alrededor a pesar de que el bar está cerrado por la capa de pintura que dos veces al año tiene que dar a la fachada. Mario no se permite ni un minuto de desatención al negocio: “Mixo, Mixo, papá no pongas eso así”.

Su madre trabaja en la cocina, responsable de unas deliciosas costillas a la miel. Y su padre, ya jubilado, pasea por el negocio y se sienta al sol del Mediterráneo.   

¿Cómo fue tu primer trabajo?

Fue otra pesadilla, no tenía permiso de residencia, trabajaba por poco dinero, muchas horas, sin contrato. Era novato y joven así que me pagaban tres veces menos. Un trabajo muy duro, pero para coger el idioma….

¿Cómo encontraste Almerimar?

Descubrí Almerimar porque era el lugar a donde venía cuando libraba, los domingos. No sabía hablar español, pero si inglés y ruso. Como en mi infancia era un buen estudiante se me dio la opción de estudiar ruso, porque era una cultura muy influyente entonces.

Me gustaba esta zona porque podía comunicarme, así me hice amigo de la comunidad inglesa, me empecé a enamorar de esto. Un día vine a buscar trabajo y tuve la suerte de que Oscar me contratara para llevar las mesas de los británicos, después de hacerme unas cuantas preguntas en inglés. Aunque mi nivel de español en un año era súper básico, como yo marchar, comer, llamar… me llegaba lo justo para atender las mesas de españoles también.

La reforma de la Ley de Extranjería llevada a cabo por Zapatero, en 2005, fue la oportunidad para Mario y un millón de personas de regularizar su situación. “Fui a la extranjería de Almería hice colas inmensas y desde entonces, estoy legalmente”, dice el empresario.

¿Cuándo abriste tu propio negocio?

Abrí el bar para el Día de Andalucía, el 27 de febrero de 2009. Hasta entonces trabajaba por cuenta ajena, era encargado en otros bares. Cuando sentí que podía trabajar por mi cuenta busqué un local, que es este.

Trabajaba en un local escocés que era de mucho éxito, se llamaba Lago Ness, conocía a toda la comunidad inglesa, era uno más. Hasta que un año y medio después el dueño enfermó y volvió a su tierra, traté de llegar a un acuerdo con el dueño del local, pero el alquiler era muy alto… Así busqué otro local con orientación sur porque el invierno es largo, pero el sol calienta y pensé que tendría más éxito. Tuve que hacer reformas, esto era un almacén del puerto y había que habilitarlo. He hecho tres reformas desde que estoy aquí, la última hace dos años.

El dato: «tres reformas en 12 años y pintar dos veces al año» deja claro el grado de exigencia del hotelero, solo quería remarcarlo por si alguien se despistaba.

¿Desde que empezaste te fue bien?

No, empecé justo con la crisis inmobiliaria, después del primer verano estuve a punto de cerrar, no calculé el alcance de la crisis. Como el año pasado que escuchábamos mucho COVID en China, pero no pensamos que fuera tan grave hasta que nos tocó.

¿Qué te hizo aguantar el tirón?

Confié en mí.

Su respuesta es rotunda y seca.

Me adapté, amplié la carta, hice ofertas… Todo para poder sobrevivir. Por supuesto, el apoyo de los clientes, venían a mi bar a gastar dinero y me decían “de esta vamos a salir” porque nos conocíamos de antes. Habíamos salido a cenar, a pasear, en bicicleta por Balerma.

Después remontamos, pero otro momento crítico fue en 2010, después del verano porque Almerimar era una ciudad fantasma, una ciudad dormitorio, gracias a que hace tres años empezó a cambiar la situación. Dejaron este aparcamiento de enfrente del bar para las caravanas, son clientes estacionales, pero se van y vuelven otros, los torneos de golf, vienen muchos suecos que viven en los barcos durante el invierno…

¿Cuál es el éxito de ser buen empresario?

Adaptarse, mezclar. Un domingo a medio día en mi bar puede haber 15 nacionalidades distintas.  Tengo el fish and chips de los ingleses, el chile, el curry, la salchicha inglesa, boquerones, un poco de todo y de bebidas igual… Hay jamón de Fondón a los ingleses les digo que es de las Alpujarras y ellos encantados de probarlo.

Su acento se inclina británico en la pronunciación del curry, pero ante todo las formas y la atención viven empapadas en la cultura sajona.

Conozco a la gente, trato bien a todo el mundo, si no estoy muy liado hablo con unos, con otros. Que no se sienta nadie como que este bar trata mejor a un tipo de gente y a mi que soy más pobretico o más mayor, pues me atienden peor. No, aquí tratamos a todo el mundo bien para que vuelvan.

¿La conciliación familiar?

He llegado a trabajar 13 y 14 horas en negocio ajeno y propio. El pasado domingo con Jesús, el camarero que lleva trabajando conmigo 4 años y yo estuvimos de 10 a 22h en el bar, él descanso 3 horas, yo sin descanso. Porque no quiero que a mi empleado le pase como a mí que tenía media hora para comer y había que seguir para preparar las cenas.

Siempre he trabajado muchas horas en la hostelería con 25 años trabajaba como encargado en un bar donde venían todos los funcionarios de El Ejido. Tenía a mi cargo a 6 personas que eran más mayores que yo y claro no me tragaban entre que era rumanillo y más joven.

Estoy contento siempre intento dar el máximo servicio posible, no soy Burguer King…

¿Cómo has afrontado la crisis del Coronavirus?

Ha sido malo, el alquiler había que seguir pagándolo y la potencia de luz que tengo contratada es alta, también tenía que seguir pagando un mínimo. He perdido dinero.

En mayo del año pasado abrimos con muchas ganas, la gente ha respondido. Todos los bares lo hemos pasado mal, sin una solución, abrimos con muchas restricciones. En principio la policía local nos dejó una hora más para compensar las pérdidas durante la cuarentena. Pero un mes después teníamos que cerrar antes de la 01.00am de esa fecha en adelante, todo eran restricciones hasta llegar a cerrar a las 18.00h. Un periodo de muchos cambios y confusión.

Antes del coronavirus hacía karaoke con un cantante profesional retirado como un típico pub inglés, pero en este momento estoy más centrado en la clientela de comida que es la base de mi negocio.

¿Con tantas turbulencias tuviste que poner dinero de tus ahorros?

Sí, hemos puesto dinero de los ahorros de los años anteriores. Sobrevivimos con los ahorros, no con las ayudas. Ahora tenemos mucha esperanza de que el verano de 2021 sea mejor que el anterior por la vacunación y la reactivación del turismo.

Llevo tres meses esperando la ayuda, está aprobada, pero no ha llegado. Son 2000€ que es poco para un negocio grande, pero es bienvenido.

He pedido un préstamo ICO que tiene un año para empezar a pagarlo, así tengo más tranquilidad.

Iba a ser policía de fronteras en Rumanía, pero el tema iba por quien pagaba más para obtener el trabajo, no por la nota de la prueba de acceso.

El tema empresarial lo he llevado con la familia a los 18 me sacaba el carnet y era el chófer, iba donde mi madre necesitaba para llevar la ropa.

¿Volverías a Rumanía o cambiarías de país?

No para nada, ya estoy establecido a aquí. He viajado mucho por Inglaterra y Escocia con los clientes que ya son como amigos, pero me gusta esto. Cuando vienen por el bar se toman una foto conmigo como si fuera un icono de la zona y se la envían a sus familiares: ‘mira estoy aquí, estoy con Mario’.

Pasa una clienta, la saluda, y dice: “es británica, después del deporte vendrá a tomar una copa de vino blanco seco, es el tipo de vino que más les gusta a las mujeres británicas”. Sabe con precisión lo que toma cada uno de sus clientes, de forma que el trato es agradable, más la sensación de ir al bar de un amigo con unas vistas privilegiadas, que tomar una cerveza en la soledad de la barra.

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La primera escuela de acrobacias de Almerimar: Fly Fitness…

Cada cual asumimos la vida que queremos, la que estamos dispuestos a gestionar, el camino fácil o el difícil; pero siempre hay que elegir, como el principio de la película ‘Trainspoting’. Hay quien se lo juega todo a una carta porque tiene confianza absoluta en que ganará; no por azar, sino porque se trabaja su suerte.

Irina Kucherenko no dudo cuando le ofrecieron ser monitora de Pole Dance, se compró la barra ese mismo día y comenzó a aprender, “solo tenía que ir un poco por delante de mis alumnas”, se ríe al recordar. En unos días abrirá su propio centro en el puerto deportivo de Almerimar, ‘Fly Fitness’.

“Una amiga mía vivía en Almerimar, estaba en el último año de carrera y vine a visitarla. Cuando regresé a Volgogrado, como primer trabajo en una oficina ganaba 80€. Entonces pensé que no podía estar así, quizás si hubiera sido un poco más paciente habría ascendido poco a poco, pero en Rusia los salarios son bajos y en la hostelería, donde ganas bastante con las propinas, pues tiene un periodo corto, durante la época de estudiante. Está mal visto seguir como camarero cuando tienes una edad”, dice Kucherenko.

Hace 13 años que Irina se instaló en el levante español y desde entonces sigue aquí, donde ha echado raíces y ha hecho de Almerimar su hogar. “Me tiro de la cama, cojo la bici y, en un momento, llego al gimnasio, no puedo pedir más”.

¿Cómo fueron los comienzos?

Al principio tenía dos trabajos como camarera, aquí y en Roquetas de Mar, trabajaba alrededor de 12 horas diarias. Más las dos horas que la rusa necesitaba para ir y volver a Roquetas desde donde vivía, tiene mala relación con el coche incluso como copiloto; «prefiero ir en transporte público o en mi bici. Siempre fit y, además, respetuosa con el medio ambiente.»

¿Pero cómo empezó en las acrobacias?

Vi un cartel de clases de Pole Dance en el gimnasio Dance Almerimar hace 6 años. Aunque no tenía formación en esta disciplina, acepté la propuesta para ser la monitora. Ese mismo día compré una barra porque al principio el gimnasio no estaba ni acondicionado y empecé a buscar vídeos y de todo. Sólo tenía que sacarle un poco de ventaja a mis alumnas, algunas eran muy buenas aprendían rápido los pasos que a mi me habían costado una semana de práctica. Irina se pasa la mano por la cabeza y resopla cuando recuerda la fatiga que pasaba.

¿Seguías con el trabajo como camarera?

Al principio sí, pero llegó un punto en el que estaba agotada. Lo dejé de un día para otro con una ansiedad grande, cansada de trabajar tanto y no tener tiempo ni para ver a mi pareja. Ganaba 600€ con el trabajo en el gimnasio y con eso sobrevivía. Ahora que reflexiona sobre la cantidad de dinero con que se adaptó a vivir hace 5 años apoya una de sus manos en la mejilla y dice: 600€ madre mía no sé ni cómo lo hice: el alquiler, la comida, todo. Pero se ríe y sigue adelante positiva.

En la actualidad, considera que las telas aéreas son su instrumento, pero en su brazo derecho lleva tatuadas las tres disciplinas que majestuosamente practica: aro, telas aéreas y pole dance. “Mi instrumento son las telas aéreas, las descubrí porque un día vino una alumna y me preguntó si daba telas, le dije que no. Ese mismo día compré telas e hice igual que con el Pole, comencé a aprender” y se parte de risa.  

Ahora que vas a empezar con tu propio negocio, ¿estas emocionada?

Pues estoy muy asustada, pone las dos manos en su taza de café, voy a estar sola ante todos los impuestos, los trámites… Pero confío en que nos vamos a apoyar las unas a las otras. Una de mis primeras alumnas va a ser la monitora de Acroyoga.

El lugar puede ser como un centro social de deporte, un punto de encuentro de mujeres. Donde no se necesita una forma física especial y, por supuesto, ayuda con la autoestima.

“¿Verdad que no necesitas estar fuerte para ir al gimnasio?, pues con Fly Fitness igual, solo tienes que venir para ponerte fuerte. Por supuesto que repercute psicológicamente porque cuando te sientes seguro de tu apariencia física, te sientes mejor y eso se refleja.”

¿Qué estrategia sigues para que conozcan tu deporte?

Pues nada, hacerlo bien, que la gente se vaya contenta. Muchas veces me preguntan por qué no hago publicidad pero tengo el centro lleno, ¿cómo quedaría que hiciera un anuncio y la gente viniera y no tuviera plaza? El centro es conocido por las recomendaciones, el boca a boca.

En la actualidad, hay 60 niños matriculados y los grupos de adultos también son numerosos, aunque la acróbata no los tiene contados. Cuando las alumnas acuden a clase de pole dance, por ejemplo, llevan una tarjeta donde Irina les pone un sello con una bailarina y una barra, así se marca la asistencia.

Irina, formas parte de la escuela de circo Funámbula de Almería…

Si, con un compañero de circo italiano hacemos el espectáculo Fuego y Aire, nos contrata la Diputación de Almería y hacemos espectáculos al aire libre. Siempre tengo miedo de que me suden las manos, de que el cacharrito que me mantiene a 4 metros en el aire no se estropee porque eso no lo puedo controlar. Una compañera se cayó hace unos años y lo cierto es que a medida que pasan los años le cojo más miedo, pero actuar lo tengo asumido. De pequeña iba a clases de baile en Rusia y hacíamos actuaciones, es algo cultural si eres niña en Rusia vas a baile.

El colectivo del que hablamos tiene su sede en Almería y esta gimnasta cruzaba desde Almerimar hasta su destino medio poniente en transporte público y en fin de semana. “En domingo para llegar hasta Almería me levantaba a las 07.00h de la mañana para llegar a las 11.00h”, donde unos verían una barrera insalvable, Irina solo madrugaba un poco más.

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La energía solar de Almería para el mundo por…

Michael y Anke Geyer. Foto por Melanie Lupiáñez

Los Geyer nacieron con la actitud verde, la conciencia por el clima y el entorno. A la pregunta: ¿la energía renovable puede hacer un mundo más justo? Un certero “sí” como respuesta. La convicción de Michael no admite dudas.

“Me preocupa que actualmente en España parecen más interesados por el corte de pelo de Pablo Iglesias que por una política verde”, el ingeniero alemán habla con la experiencia de 40 años en renovables y miles de megavatios instalados en los 5 continentes.

Anke y Michael Geyer se conocieron el primer año de Universidad de Tübingen, en la Alemania ‘libre’, cuando eran unos jóvenes en los incipientes 70. El ingeniero llevaba un Land Rover enorme de segunda mano y el coche de la geóloga se había quedado sin batería. 

“Hacía frío y lo invité a tomar un té, hablamos y hablamos y se hizo de noche, ya no podíamos sacar el coche. Entonces le dije: ¡Bueno, pues mañana! Y así pasó una semana hasta que por fin sacamos el coche”, Aki, como la conocemos en España, mira a su marido Michael y los dos rompen a reír. Desde su lugar hegemónico de la mesa del porche la matriarca Geyer finaliza: “después me invitó a una paella y…”, levanta las manos para escenificar que todo estaba hecho y concluye: “al año siguiente nos fuimos a vivir juntos y desde entonces”.

A finales de los setenta la pareja pasó un año académico en la Universidad de Oregón, su paso por los Estados Unidos le permitió tener contacto con una rudimentaria energía solar californiana y con los primeros microprocesadores Intel. Ahí fue donde despertó la inquietud de Michael.

La Guerra de Yom Kippur en 1973 provocó la primera gran crisis del petróleo disparando precios e inversión en renovables de hecho impulsó la construcción de la primera Planta Solar del mundo en Tabernas.

“Recuerdo que hasta cerraron las autovías en Alemania”, explica Anke. La subida del petróleo y la inversión en renovables han ido de la mano. Dibujan una curva ascendente y descendente que ha supuesto un desafío constante para el desarrollo de las renovables en todo el mundo.

La pareja conoció Almería a principios de los ochenta, se quedaron a dormir en las casas de los mineros que entonces alquilaban en Rodalquilar lo que no esperaban era instalarse en Aguadulce unos años después. “En el 1982, hubo una campaña de medidas y un amigo me animó a venir a Almería, a Aguadulce, porque yo sabía español. Vinimos de vacaciones tres semanas. Fue la primera vez que vi la planta solar de Tabernas y quedé fascinado».

“Cuando llegamos a principios de los 80 esto era África, no había teléfono, no había autovía”, Anke se ríe cuando escucha a su marido y continúa: “en Aguadulce apenas había nada, llamaba a mi madre por una cabina de teléfono, no quería vivir en estas condiciones, además no hablaba nada de español”.

¿España puede sacar pecho con la energía solar?

Sí, absolutamente. Las empresas constructoras españolas sí que les vieron el potencial y asumieron el riesgo de las primeras plantas y convirtieron todo esto en un enorme éxito. De ahí es que la energía termosolar, después de haber nacido en Estados Unidos, fueron reanimadas y desarrolladas en España. De Andalucía se llevó a todo el mundo.

El centro de experimentación de Tabernas sembró las bases académicas que pondrían en marcha en la planta de Guadix de 50Mw que puede suministrar a 103.000 familias.  

La lucha ha sido constante, porque había varias crisis del petróleo y los accidentes nucleares de Chernobyl y Fukushima…

 La dedicación política de las energías renovables en aquellos años, cuando nadie tenía conciencia de las emisiones del CO2, solamente iba en competitividad con el precio de los carburantes fósiles, el petróleo. Yo diría que hasta el 2010 no empezó una verdadera concienciación por el CO2, no estaba en primer plano.

Michael Geyer es un hombre de acción y pronto comenzó a aplicar todos los conocimientos que se experimentaban en Tabernas. Habiendo visto el éxito de la compañía LUZ en Estados Unidos, decidí que teníamos que desarrollar una tecnología de cilindros parabólicos europea. En aquel entonces, nadie pensaba en startups ni en bolsa, era todo más idealista y quisimos hacer un opensource cilindro parabólico. En España, teníamos a Abengoa que era quién construía toda esta ingeniería”, dice el ingeniero.

Actualmente, ¿qué papel está jugando España ante las energías renovables?

Recuerdo que hubo un congreso de ministros el fatídico día del atentado de los trenes en Atocha, estábamos asustados porque pensábamos que el proyecto no saldría adelante, pero al final se aprobó el decreto-ley y dio luz verde a la construcción de todas las plantas.

¿Han sido los bancos muy reticentes a financiar proyectos de energía solar? ¿Todavía cuesta?

En aquel entonces, el banco que más financiación puso fue el Banco Europeo de Inversión. Para minimizar el riesgo de los bancos, asumieron el riesgo de todas las garantías de estas plantas empresas de construcción como Abengoa, ACS Cobra, Acciona… Estas empresas dieron a los bancos garantías de que, si no funcionaban, se les devolvería el crédito, se quedarían con las plantas y las operarían.

La madre de Michael era ceramista y elaboró la vasija de la foto

 

Eso significaría que confiaban en los proyectos a ejecutar…

Absolutamente porque, aunque el precio del petróleo varíe ellos sí apostaron por nosotros, vieron un futuro. El papel que jugó la plataforma solar de Tabernas fue que se probaron los primeros prototipos de la tecnología. Luego, en el cilindro parabólico y además se hizo el lazo experimental en Norteamérica eran pequeños pasos que sumaban. En el caso de las torres de Sevilla, Abengoa hizo toda su verificación y validación de tecnología… Fue la investigación española y las empresas andaluzas quienes cogieron un riesgo inicial.

¿Cuál fue el papel de Almería en el desarrollo de las renovables?

Desde Almería, Abengoa Solar montó filiales repartidas por todo el mundo. Lograron construir la exitosa planta de Abu Dhabi, después vinieron Italia, Grecia, Chipre, India, China, Australia, Sudáfrica.

“En estos principios, cuando ibas a un país como Egipto o Abu Dhabi a introducir las plantas termosolares te encontrabas con políticos ilusionados. La gente apoyaba más las energías renovables por idealismo que por montar una startups, ir a bolsa y hacerse millonario”, esta es la clave del éxito del proceso para el directivo.

¿Cómo afectó la crisis de 2008?

En términos de desarrollo energético sostenible afectó más a España que a otros países. Después de casi 20 años en Aguadulce volvimos a Berlín en 2012. En el panorama político alemán pensábamos que iban a ganar los verdes. Nuestra idea era hacer lobby para un mercado unido europeo de energías renovables.

A pesar de que la energía renovable siempre ha estado pendiente de accidentes y crisis en los fósiles 2016 supuso un nuevo punto de inflexión.

La crisis vino porque la fotovoltaica en 2016 bajó de precio hasta hoy que estamos a 10 euros la hora. De esta forma no es competitivo hacer energía termosolar durante el día, pero guarda la posibilidad de almacenarla y producirla por la noche. Este es el proceso que llevan a cabo en la planta más grande del mundo que se está haciendo en Dubái con 700 megavatios y 12 horas de almacenamiento en 2 plantas, la primera de ellas se inaugura en la Expo 21 de Dubái y se finalizará en 2023.

En el proyecto de los Emiratos Abengoa suministra los campos de cilindro parabólico, también participa en la ingeniería junto a China. Una inversión total de casi 4 billones de dólares con un contrato de 35 años de suministro.

Michael Geyer. Foto por Melanie Lupiáñez

Usted decidió dejar Abengoa en 2018, ¿qué planes tiene entre manos?

Actualmente, veo cómo se puede hacer utilizable el almacenamiento de sales fundidas más allá de la termosolar. España es el primer país en unir almacenamiento de sales con la energía fotovoltaica a bajo precio. Para ello, he incorporado una empresa Spinoff de Google en España, Malta INC. El accionista mayoritario es un fondo de inversión de Bill Gates con la visión de cuidar el clima. Hemos formado filiales en Europa que actualmente lidero: una en Alemania y otra, Malta Iberian, en Almería.

De toda la gente influyente a nivel político y empresarial que has podido conocer ¿alguien a quién destaque?

Michael habla con los brazos cruzados, no es un gesto tanto de defensa como casi de autoabrazo. La evangelización en renovables ha sido su fuerte, el símil con la religión le hace reír, pero dice: “sí justo eso. Habría que agradecer a mucha gente. Empezando por los alcaldes de la Calahorra y Aldeire que nos ayudaron a hacer nuestro proyecto, a los técnicos de la Junta de Andalucía en Granada y Sevilla hasta los cargos políticos de máximo nivel de todos los países del mundo que han querido participar. Logramos que los ministros de energía de Argelia, Egipto, Alemania y España, negociaran juntos. Llegamos a convencer al Banco Mundial de un programa para la termosolar y financiaron el proyecto. Fue todo muy satisfactorio y todavía mantengo una red de amigos por todo el mundo que ayudaron a llevar todo esto a cabo”.

Respecto al Cambio Climático, ¿lo estamos haciendo bien?

Soy optimista respecto al cambio climático porque hay una generación joven como vosotras que combate y nosotros que sembramos el precedente con todas estas iniciativas que prosperaran y dan sus frutos.

Cuando trabajabais juntos como pareja, ¿la parte más difícil era la de traer el trabajo a casa?

Sí, en aquel entonces, yo viajaba por todo el mundo y le dejaba a mi mujer todo el trabajo de casa. Lo increíble es que es desde el 16 marzo de 2020 no he vuelto a viajar y me tiene que soportar todos los días porque teletrabajo. Michael mira a Aki que lo escucha paciente y se ríen, después de toda una vida juntos y dedicados a cambiar el mundo.

En 2018 a los Geyer se les presentó la posibilidad de vivir en Silicon Valley, además Michael rechazó una cátedra para la Universidad de Chile en la famosa conferencia que sirvió para unir a los contactos alemanes que transformaron las plantas de carbón en plantas de almacenamiento de energía a partir de las las sales, la especialidad del ingeniero y físico. Pero no quisieron cambiar el sol americano por ver crecer a su nieto en el Mediterráneo. En el jardín de la casa la abuela, Aki, hace molinos para espantar a las palomas que vienen a comerse el pienso de los gatos y, planta las semillas que germinan de su compost con la ayuda de un pequeño que los hace muy grandes.   

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Airun: los hermanos que cambiaron los números por los…

Fran y Nuria los hermanos fundadores de Airun

Airun tocados artesanales es el nombre de un atelier de complementos para ceremonia almeriense fundado por dos hermanos desde Serón que consiguieron llegar a eventos internacionales como la ‘Bridal Fashion Week’ de Barcelona. Han ocupado una página impar en Vogue Novias y, lejos de amedrentarlos, la pandemia los ha reinventado a través de una colección para diario, ‘Airún 365’.

Hace una década que estos artesanos dispusieron un espacio en la casa de sus padres y comenzaron a trabajar sin parar, tardaron solo 7 años en abrir su centro en el corazón de Almería. “Los dos primeros años no esperes ganar ni un duro”, dice Fran Trinidad Castaño con la experiencia que vivió como joven autónomo y empresario. Él es la parte más creativa mientras su hermana Nuria, la pragmática. ¿Su éxito? Mantener el alma, la luz y la esencia del hecho a mano.

¿Trabajar entre hermanos os ha dado más solidez como alianza?

Cualquiera que trabaje en familia puede decirte que tiene sus cosas buenas y sus cosas malas. Pero teníamos claro que los principios serían duros y que reinvertiríamos todo, dice la hermana.

Airun desde dentro

¿Cuál fue vuestra hoja de ruta?

Nos marcamos unos pasos primero tener una tienda física, después una página web, aparecer en una revista internacional… Siempre pensamos en grande, porque si piensas en pequeño te quedas en nada. Nuria pronuncia sus palabras con plena seguridad y, sin embargo, es humilde. Puede que sea el beneficio de trabajar con las manos, de currarte el tocado pétalo a pétalo, de sacrificar tu vida social, tu sueño, tu salario por un propósito común.

Fran: el primer año fue una locura, no había horas, no sé ni cómo nos aguantaron nuestras parejas. Gracias a que pulimos los procesos, hemos conseguido ser más eficientes; ahora, cada fin de semana se queda uno de nosotros en la tienda, tenemos tiempo para nosotros”.

¿Qué fue de Airun durante la cuarentena?

Nos cogió totalmente desprevenidos. Ten en cuenta que nuestra temporada empieza en marzo y estábamos en cuarentena en uno de nuestros años con mayor proyección. Habíamos salido en Vogue Novias el mes anterior, lo que para nosotros era un hito aparecer en esta publicación e, incluso, habíamos llevado mascarillas a Premier Vision pero pensábamos que no las íbamos a usar.  Teníamos todos los eventos cerrados, incluso a nivel personal… Dice Nuria sin temblarle la voz.

Pero la respuesta fue contundente. Fruto del encierro nació Airun 365, una colección de diario que las clientas reclamaban desde hacía tiempo. Estos hermanos son gente de acción no paran a lamentarse. “Siempre hemos mantenido la esperanza. Hay que ser pragmático eso es lo que tienen los números, siempre nos hemos planteado que mañana será mejor, adaptándonos con diferentes creaciones como los cuellos, las mascarillas, el bordado…”, Las palabras luminosas de una autónoma.

“Durante este periodo que está siendo más difícil tenemos que hacer sinergias, apoyarnos los unos en los otros en las empresas que tenemos más cerca”; esta es una de las máximas de Nuria, que las llevan a cabo a través de editoriales con diseñadoras almerienses de ceremonia como Victoria Salas.

La artesana del atelier muestra una publicación con orgullo de creadora

¿Cuál fue uno de los momentos que marcó la diferencia en vuestra carrera?

Cuando ves tus coronas desde Serón a la Bridal Fashion Week es cuando te emocionas, todo el trabajo, el esfuerzo, lo importante que era para nosotros, pronuncia Fran mientras sostiene una de las piezas que apareció en la pasarela internacional por donde pisan Pronovias o Rosa Clará. Fue la primera vez de sentirnos grandes, nada es fácil, todo va poco a poco, dice Nuria. Una mirada cómplice, una risa que atisba el sacrificio que les conllevó.

“El esfuerzo al final tiene su recompensa, veíamos este evento como un escaparate. No podíamos desfilar por nuestra cuenta pero sí ponernos en contacto con una diseñadora, en este caso Isabel Sanchís, y a partir de unas directrices empezamos a trabajar”, explica el hermano. La diseñadora valenciana los tuvo como referencia al año siguiente cuando les encargó el diseño de una especia de escafandra de flores que fue la imagen del desfile.

Ese mismo año, en 2017, se trasladaron al centro de Almería; otro de los pasos que se habían marcado en el camino. Necesitaban un centro estratégico cerca de las tiendas a las cuales proveían, además de iniciar el contacto con el público en horario comercial. Se instalaron casi enfrente de la Diputación de Almería pero con el requisito de que no estuviera a pie de calle, que tuvieras que llamar a la puerta.

Fran porta una de las coronas de la Bridal Fashion Week 2017

El pequeño viaje desde el portal en primavera es todo un espectáculo porque la acera se presenta alfombrada de flores por un espigado árbol que se erige buscando el sol. Los cuatro peldaños de mármol blanco, las cerámicas del suelo, la puerta de madera gris, color corporativo, que transmite sobriedad, elegancia, sin pretensiones y detrás del timbre y la gran mirilla dorada Fran. Los hermanos llevan batas blancas impolutas, como científicos de la artesanía, el olor es peculiar, también identificativo, la luz entra por los grandes ventanales que ocupan de techo a suelo e irradian cada creación, única, personal, sus pequeños bebés, dice Nuria. Un sitio que invita al recreo porque su producto está hecho para degustarlo a fuego lento, asevera el artista.

“Casi todo lo que sale de aquí es un proyecto personalizado y nos gusta porque ellas inventan y nosotros conseguimos hacer ese sueño realidad”, quien habla es la otra parte de este atelier, Nuria. Es emocionante observarla mientras busca entre las más de 7000 publicaciones de Instagram una instantánea que capta el momento de entrega de una pamela a una novia. “Vino con un esbozo en un papel, quería algo muy concreto. Puedo recordar perfectamente la sensación, se me pone la carne de gallina”. En la imagen esa novia sonríe con la ilusión de una niña la mañana de Reyes por la certeza de haber materializado una ilusión.

Taller de Airun

Preocupados por el detalle, trabajan la perfección dentro del taller; privilegio periodístico sacaré rabia, la mesa que hicieron por encargo con 16 enchufes para cubrir las demandas de trabajo. La tabla está compartimentada en espacios de trabajo el de Fran milimétricamente ordenado, ni las motas de polvo son bienvenidas. Nuria dice: “el mío está un poco más desordenado”, cuando su entropía se limita a un par de hilos sueltos de sus raíces como bordadora. Plumas de faisán, flores, cuentas de todos los colores y un altar con un tablón de corcho lleno de encargos y dos velas. “Normalmente suele haber una luz blanca, pero nuestra madre nos dice que en determinada época pongamos una de miel también. Aportan esa luz que siempre buscamos”, dice el hermano. El fuego que Prometeo robó a los hombres y que inspiró a muchos, la mente, la bombilla de Edison.

Estamos hablando de un trabajo que, realmente, es un arte ¿Las piezas cualquier persona las puede llevar?

Hay un tocado para cada mujer. Somo asesores de imagen también por supuesto, porque muchas veces lo que buscamos es ese efecto wow, que nos miren y nos admiren. Pero no te voy a poner una pamela cuando no toca porque alguien podría preguntarse: ¿Quién te ha puesto eso?, aquí el hermano es tajante.

Para quien la moda pueda resultar una frivolidad debemos de apreciar que todo en nosotros comunica así considero que siempre debemos ofrecer nuestra mejor versión a través de la concordancia entre una misma y el entorno. En este caso, los valores de sencillez, belleza, delicadeza y luminosidad están elevados al máximo exponente al servicio de la mujer como dejan constatado en su web y en cada uno de sus productos.  

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Ese guiri de la camisa de flores

Graeme Black y Mr Green. Foto por Melanie Lupiáñez

Graeme Black es uno de esos extranjeros que se pasea por Almería en camisa hawaiana, su uniforme intraestacional. “Mi nombre era muy difícil de pronunciar para la gente de aquí, así que al final soy el guiri ese que va con camisas de flores”, dice el africano. Nacido en Zimbabwe en 1975 allí creció, se enamoró y trabajó hasta que la inflación superó los niveles estándares para formar una familia.

Al nacer el primero de sus hijos, Graeme y Sarah -su mujer- decidieron que no podían confiar más en el país donde sus vidas se habían cruzado. Así, en el año 2001, siguieron el rastro de migas de sus antepasados y fueron conducidos hasta Londres. El horizonte en Zimbabue se planteaba difuso, la situación política era inestable, los 30 años de mandato de Mugabe habían deteriorado la economía y la inflación estaba por las nubes. “Cuando íbamos al supermercado los billetes los contaban al peso, un kilo equivalía a tanto más o menos”.

 “Mi mujer Sara tiene la nacionalidad británica, así que fuimos a Londres para que yo la pudiera obtener. Allí nació mi segunda hija y el tercero en Roquetas de Mar, cada uno es de una parte”, Black sonríe al recordar a sus hijos. Los dos mayores ya cursan estudios superiores en Inglaterra, el padre sopesa la cultura de cada uno: “mi hijo mayor está bien adaptado, pero mi hija es más roquetera, ella se siente más cómoda en español. Cuando vinimos cursó la primeria en un colegio de las Marinas hasta que mi mujer comenzó a dar clases en St. George, entonces fueron a este colegio”.

El sistema de estudios, así como la financiación, es diferente en el país sajón. Los alumnos reciben un préstamo del Estado que tendrán que devolverán poco a poco cuando cobren sus primeras nóminas.

¿Cómo fue que tomaron tierra y llegaron hasta Roquetas de Mar?

Lo encontramos todo por Internet y en tres días lo teníamos gestionado. Queríamos vivir en un pueblo que no fuera muy grande, vimos en anuncio de una academia que se vendía en Las Marinas. Vinimos para ver el pueblo, nos gustó y dimos el ‘ok’. En 2006, cuando nos mudamos era muy divertido porque había gente de muchas nacionalidades diferentes. Daba clase a rusos, belgas… Había mucho intercambio cultural.

Graeme siempre ha dado clases de inglés para extranjeros, “no tengo el CAP, no me interesa eso”. Estudió lengua inglesa aunque la ortodoxia no es su método. Contesta a las preguntas personales con el mismo entusiasmo que un niño al eterno: ‘¿cómo te ha ido el cole?’. “El sistema de estudios español y el británico son diferentes. El británico es más creativo de trabajar por proyectos su mantra actual es: ‘si puedes encontrarlo en Google no lo enseñes”.

¿Por qué cerraron la ‘Academia Comunicación’ de Las Marinas?

Cuando Sara comenzó a dar clases en el colegio alguien tenía que quedarse con los niños, para entonces ya había nacido el más pequeño. Así que fue un tema de conciliación familiar para criar a nuestros hijos.

Después de unos años de dar clases de inglés en diferentes colegios de la zona hasta que los polluelos fueran autosuficientes, al menos los dos los mayores, Graeme volvió a abrir su propia academia frente al Centro Comercial Mediterráneo. Fue en 2018. Esta vez un espacio grande, luminoso, con diferentes aulas y toda una filosofía de negocio y enseñanza. Aunque de los primeros años en Roquetas guarda un buen recuerdo. “Era muy divertido dar clases en Comunicación porque en aquella época en el pueblo había gente de todas las partes del mundo, daba clases de español a muchos extranjeros, de Rusia, Bélgica… Había un gran intercambio cultural

Graeme en la recepción de Go Native. Foto por Melanie Lupiáñez

¿Cuál es el método de enseñanza que se sigue en su academia ‘Go Native‘?

Es un método comunicativo, seguimos el programa de Cambridge. En las clases hay que conseguir que los alumnos hablen más que el profesor en inglés porque si no, algo está yendo mal.

Un muñeco verde de trapo aparece en escena, su nombre ‘Mr Green’. La marioneta sigue la temática de la prestigiosa escuela británica muy concienciada con el medio ambiente. El personaje vive en el aula donde las sillas son chiquitas, donde los alumnos más pequeños toman protagonismo. Aunque como dice el dueño con el COVID los padres han preferido no exponer a sus hijos y este año ha descendido el número de alumnos matriculados bastante, aunque el zimbabuense es positivo. “Si tienes un bar ha sido muy fuerte pero nosotros hemos podido sobrevivir”, dice con optimismo el profesor.

En este centro trabajan 5 profesores con nivel nativo pero, ¿qué se necesita para montar un negocio en el extranjero y se recojan buenos frutos?

Yo diría que hay que tener mucha paciencia con todos los trámites, los impuestos, el papeleo, eso es lo más difícil.

Porque realmente, ¿qué significa ‘Go Native’?

Es un juego de palabras significa ‘volver del lugar’, es como cuando vives en Australia y andas con camisas de flores o se te pega el acento del sitio.

¿Durante el COVID habéis tenido que hacer alguna adaptación?

Sí, durante la cuarentena dábamos las clases online, que todo el mundo las odió. Y ahora en este tiempo pues lo realizamos de manera semipresencial, si alguien está aislado puede asistir a las clases online. Nos hemos adaptado.

La pregunta del millón, ¿por qué los españoles no aprendemos inglés?

Bueno, hay que empezar poco a poco. En muchos países también pasa así. Por ejemplo, en Inglaterra tampoco se enseñan bien los idiomas, esto provoca que la gente se sienta insegura y no quiera hablar en una lengua diferente.

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Aljaima: tajín, bastela y cultura en un histórico espacio…

Moustafa Jazouli en el salón de su restaurante, Aljaima

De todas, todas y de todas, a una parte. Puede que de la época califal almeriense solo queden ruinas a la vista pero nuestras culturas se hermanaron en el mismo momento que Abd El Rahman III puso la primera piedra de la ciudad hace más de 10 siglos. Era entonces Almeraya el puerto del Al Andalus, como ahora se amplían las dragas para exportar mármol, como ahora las iglesias se levantan sobre mezquitas, como los restaurantes de comida marroquí se asientan en antiguas cofradías. 

La entrevista entre Moustafa Jazouli e Isabel Gómez. Foto por Melanie Lupiáñez

El lugar del que hoy os reporto se llama Aljaima, una adaptación de la palabra jaima, esas tiendas refugios de los habitantes del desierto. Sobre la antigua Cofradía de la Santa Fe, Mustafa Jazouli instaló su restaurante en el año 2007. Trabajó durante un año y tres meses para realizar las reformas. Con sus propias manos desvistió de cemento los muros y enlució las paredes con adoquines pintados a manos, en principio por tapar una humedad y después como ocupación durante la pasada cuarentena. “Ves este hueco, aquí había una cruz y he querido dejar la forma”.

“Esto iba a ser un showroom con antigüedades árabes, de Mali y Burkina Fasso pero cuando empecé la obra del local encontré una cuchara que me dio la pista, además ya se veía venir la crisis del ladrillo”, Jazouli concluye detrás de la mascarilla, algo cansado por las horas de más. “Antes tenía 7 personas trabajando aquí, pero con el tema del COVID y la reducción de horario pues, hay dos cocineras y yo soy el que doy servicio a las mesas”, dice el hostelero.

¿A causa del COVID has reducido las mesas?

Sí, claro antes tenía que ver cómo poner las mesas porque no cabía la gente de tantas reservas que había. Ahora todo es diferente. ¡Fíjate cuánto espacio hay y el techo es alto!

A medio día el sol penetra por los vidrios coloreados con esas formas geométricas de estrellas de 6 puntas. Hay 2 grandes ventanales de techo a suelo donde se ubican dos mesas de cuatro comensales, el ruido de la fuente, los olores de la cocina, las vigas del techo y los azulejos del suelo crean una atmósfera sosegada. Un lugar que invita a compartir la mesa sin más ambición que disfrutar de la experiencia.

Mesa de ‘Aljaima’, foto por Melanie Lupiáñez

¿Cuáles son los platos estrella?

Bastela, cous-cous y tajine siempre es lo fresco del día, con la pandemia es lo que hay. Es la forma de adaptación, los clientes empiezan a llamar desde el principio de la semana para reservar. Menos cantidad, pero más calidad.

Hay un plato en su carta con el que ganó un premio en el concurso de ‘Tapas de Película 2018’:

Sí, con el Festival de Cine de Almería organizan este concurso de la Ruta de la Tapa de Película y el que ganó fue un tajín de cordero con cerezas caramelizas y almendras.

La cocina que maneja es tradicional marroquí y también hay opciones veganas. Por ejemplo, el humus servido con pimentón y bien regado de aceite de oliva. Atentos a los caldos, Protos de 2006 y cerveza bien tirada. Un privilegio para el paladar. 

Hijo de un militar y un ama de casa, hermano de 4 ingenieros y una comadrona. Nacido en Casablanca en 1965 pero criado en Asilah. Es un hombre sencillo, le gustaría retirarse a la tranquilidad de Cabo Verde o su país natal. 

Llegó a España en 1987 como estudiante de Geología de la Universidad de Granada, se costeó sus propios estudios y nunca dejó  de trabajar; se define a sí mismo como un hombre de ciencia. “En Granada compartía piso con otros estudiantes y para llamar a casa íbamos a una cabina, allí estábamos los extranjeros formando una cola enorme, había gente de todas partes: Estados Unidos, Francia… Teníamos un truco, poníamos una moneda grande turca y con eso había para llamar…”, hace un gesto de levantar la mano para señalar que mucho rato y se ríe. “Claro, es lo que había, como ahora que hay que robar Wifi”, bromea.

Moustafa Jazouli y un poemario de WIFI. Foto por Melanie Lupiáñez

Tiene una curiosa manera de darles presente a los clientes. Detrás del libro de visitas custodiado por dos candelabros grandes y honrado sobre un histórico soporte de madera, hay una estantería llena de libros, poemarios, libros de fotografía, joyas solo para el ojo ávido.

“Cuando alguien me pide la contraseña del WIFI pues le doy un libro”, agarra el poemario de la editorial Aloha que ha escrito un amigo suyo y se ríe. 

Cada una de las fotografías en gran formato que se exponen en las paredes del restaurante han sido tomadas por el propietario. “Todas son robados, no querían que les hiciera las fotos. Es un homenaje a la mujer marroquí trabajadora”. Como la técnica me deja un poco descolocada porque alguna, como la instantánea de los gallos parece una acuarela sigo indagando. “Quien me ayudó con la luz y el color fue el fotógrafo Adolfo Olmedo”, dice el marroquí.

En ese momento, se aproxima a la estantería donde duermen los libros del WIFI y despierta uno. El título: Fotografías durante el franquismo. Busca delante y detrás hasta hallar la instantánea.

Es el Che en plena Ciudad Universitaria paseando por Madrid en su paso a El Cairo, una instantánea de César Lucas, dedicada al aventajado amante de este arte que vio en el comensal al maestro camarógrafo.  

A pesar de que nunca ha trabajado como geólogo, tampoco conoce lo que es el paro.

Moustafa Jazouli delante de sus fotografías. Foto por Melanie Lupiáñez

Aunque usted tuviera más cualificación, ¿no le frustraba trabajar en un invernadero o como envasador de hortalizas? 

Nunca rechacé ningún trabajo, pero con la esperanza de que siempre saldría algo mejor. Solo he estado un mes en el paro, he trabajado como traductor en los juzgados, como envasador, en los invernaderos, como agente de viajes… Hablo francés, inglés, árabe, un poco de hebreo y español.

 Aunque nunca pude trabajar como geólogo porque no tenía permiso de trabajo en aquel tiempo era complicado. Ni se hacían los papeles para extranjeros, no puedes trabajar si no tienes permiso. Había un vacío legal hasta que en 1992 hubo una campaña del Gobierno “Sal a la luz” para hacer permisos y trabajar de forma legal.  

Estaba seguro de que ningún trabajo iba a ser para siempre.  

La cuchara de plata de condujo a Moustafa a convertir su ‘showroom’ en el restaurante Aljaima.

Hoy en día es propietario y recuerda algunos trabajos que le reportaron mucha satisfacción e impulso económico: “cada año organizaban en Barcelona la Feria de los Fósiles, EXPOMINER, y allí me iba con mi coche pequeño lleno de fósiles en cajitas que había comprado en Marruecos y otras partes de África, montaba una mesa pequeña como esta (para cuatro comensales) y en una semana hacía el agosto”. De aquellos fósiles quedan en las vitrinas, junto a joyería y demás antigüedad que están a la venta. De manera que se hace fácil llevarse un pedacito de historia a casa. 

¿Tiene hijos Moustafa?

Sí, dos. Un hijo y una hija. El niño es matemático y nada más terminar empezó a trabajar en una buena empresa, está en Mallorca. La niña hizo criminología, trabajó para la Junta de Andalucía y ahora no sabe muy bien si ayudará a su madre en su negocio o seguirá su camino. Levanta la cejas y en fin, cada uno nuestra vida, adivina sus gesto. 

Sin duda, la mejor pregunta que le podíamos haber hecho, cuandos sonríe más fuerte y saca el orgullo de padre. Moustafa el geólogo, mercader de antigüedades, amante de la fotografía y hostelero. 

¿Por ser de otro país alguna vez te han mirado mal o tratado diferente?

No es cuestión de eso. Hay quien nunca ha viajado, no conoce el mundo, no ha tratado con otra gente, ni siquiera ha llegado al COU, escriben con faltas, hablan… A veces esas personas te infravaloran pero le explico cómo pienso y ya cambian de actitud. A quien no conoce las migraciones a Argentina, los inmigrantes de las Alpujarras… 

El hostelero revisa el libros de visitas. A la derecha la distinción de TripAdvisor y la plaqueta del concurso tapas de cine.

Las campanas del convento de las Claras tañen, son las 18.00h; sus piedras y las que nos cobijan compartieron cantera, todavía huele a palo santo. 

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‘Pueblo chico’, infierno grande; el colmando de la Patagonia…

Hermanos Nuin López en la puerta de su colmado, Pueblo Chico. Foto por Melanie Lupiáñez

«Nos dieron la llave de la tienda y al otro día nos confinaron», dice Ariel Nuin López. El argentino se afana en hornear empanadillas, el olor atrae a los clientes hasta su colmado. Mariela entra a la trastienda desde el mostrador y toma el mate que le da su hermano. Solo se tiene el uno al otro y es lo que más cuidan. 

Huían de la asfixiante inflación argentina, y en plena crisis mundial se han situado al frente de una tienda de pueblo transatlántica, Pueblo Chico en la Calle Los Picos, 17. Desde allí tratan con cariño y mimo a la clientela ya familiar en tan solo un año. «¿Qué tal estás Miguel, te cortaste el pelo?», se escucha a Mariela desde el mostrador. Por las estanterías productos selectos y artesanales almerienses, junto a la gastronomía gaucha, los mates, las pipas… La fusión ha sido inmejorable. 

Mariela Nuín López detrás del mostrador. Foto Melanie Lupiáñez

“Arrancamos cuando nadie podía salir a la calle. Esos meses fueron de auténtico terror. El local era un desastre, empezamos a pintar, a arreglar, no teníamos provéedores, no teníamos casi nada«; explica Ariel entre sorbo y sorbo a su mate mientras no para de moverse por la trastienda. Todo a media luz, como si del famoso tango de Carlos Gardel se tratara.

¿De dónde viene ese nombre tan peculiar?

“Siempre me gustó el dicho ‘Pueblo chico, infierno grande’. En todos los pueblos chicos, dentro es un infierno grande. Eso se refleja muy bien en nuestro quehacer cotidiano, un sitio chiquito pero en la parte de atrás es un gran horno donde se preparan las mejores recetas. Además, me gusta la palabra pueblo porque la gente lo identifica con lo casero, lo artesano, lo familiar.” Vitrinas repletas de alfajores, dulces típicos, vinos almerienses, infinitas variedades de pan de Abla, miel y patatas fritas artesanales de Olula del Río, chocolates artesanos de la Alpujarra, conservas de pulpo…

Aunque, sin duda, la joya de la corona es el inmenso cartel que preside la entrada del establecimiento, una llamada a todo aquel que desee degustar empanadas gauchas tradicionales con cualquier relleno imaginable -criollas, de atún, de pollo, de queso y albahaca-… “Lo mejor es que el olor sale por la puerta y eso atrae a nuestros clientes porque la cocina es casera. Me gusta llamar la atención. Prendo el horno al mediodía para llamar y a eso de las 7 de la tarde para la cena. Con una empanada de estas y una ensalada ya tienes una comida completa”, aclara el cocinero entre risas.

Ariel Nuin, propietario del colmado.
Ariel Nuín López. Foto Melanie Lupiáñez

Ante esta situación, ¿qué es lo que les empujo a emprender en un negocio de proximidad?

Al tendero se le abren los ojos. «Yo trabajaba como cocinero en el Mercado Central de Almería y por la situación me echaron. Mi hermana Mariela hacía alrededor de un año que estaba acá y tampoco conseguía trabajo, así que nos armamos de valor y juntos creamos una cooperativa con los poquitos ahorros que teníamos. Fue el momento en el que abrimos la tienda, así nos sustentamos solos». 

Aunque los proveedores eran escasos, el argentino ya tenía un recorrido. Participó dando talleres dentro de las actividades que el Ayuntamiento de Almería junto al sector hostelero programó bajo el marco ‘Almería Capital Gastronómica 2019’.

«Todos los carteles de la tienda los hice yo, con los costes que supone abrir un negocio en pandemia, encima hay que economizar. Lo hice de forma manual con papel de periódico, plastilina y pintura. Si hubiera sido por mí, todo el local hubiera sido de madera con un estilo más rústico porque ese sería el sentido pero no puedo porque tuve que adaptarme a lo que tenía», muestra con orgullo el chef.

Entonces, ustedes han sido emprendedores con muy poquito…

«Nosotros comenzamos con la asociación FAECTA, quienes representan y defienden los intereses de los cooperativistas de trabajo en Andalucía. Fomentan el emprendimiento y nos han ayudado en todo porque el dinero no lo teníamos. Hicieron el contacto con el banco, nos trajeron los técnicos, los detalles para cuando viene la inspección de sanidad…»  

Es indiscutible que la calidad marca la diferencia, los hermanos sabían que tenían que pararse, observar y dar lo mejor ante un público que los fue guiando en el quehacer y en los productos más demandados. “Somos argentinos y en nuestra tienda debemos tener un trocito de patria pero lo mejor es que ofrecemos una mezcla entre productos de Almería y de Argentina que hacen que tengamos la diferencia con el resto de tiendas del barrio. Todo lo hemos realizado con ingenio y buen trato.” Prueba está en la buena aceptación por parte de gente joven, familias con hijos e, incluso, gente mayor que se han hecho habituales.

Detalle del cartel de la entrada. Foto Melanie Lupiáñez

«Tengo mi propia bandera, el chimichurri argentino, una salsa que regalo a mis clientes y les paso receta para que sepan utilizarla, especialmente para los niños. La gente se queda enloquecida porque aquí nadie regala nada. No tienen una atención al público tan cercana como me gusta a mí.” Ariel esboza una gran sonrisa de satisfacción, un claro ejemplo de que lo que cuenta lo hace con orgullo.

Hay un dicho en su país que dice: ‘Si se rompe, lo atamos con alambre.’

Hubo tantas crisis económicas y sociales desde Perón hasta ahora que el país está hecho un completo desastre. Te tienes que ir adaptando con lo que tienes; es crisis más crisis. Cuando vivía allá tenía una empresa de catering. Iba negocio por negocio vendiendo mis comidas, tenía mis clientes de las mañanas y de las tardes. Yo siempre funcioné con el boca oído. Incluso ahora Pueblo Chico funciona así, no hacemos uso de las redes sociales. La inflación era cada vez más grande, lo que compraba hoy y vendría cuando iba a volver a comprar me salía el doble. Entonces ya no di más y pensé que tenía que venirme a España y cambiar de vida. Mi hermana Mariela y yo somos solteros, no teníamos nada que nos atara.”

Ariel Nuin desde Pueblo Chico. Foto Melanie Lupiáñez

Oriundo de Neuquén, en el centro del país latino, Ariel llegó en 2004 a Las Negras con un permiso de trabajo sin ubicar ni siquiera dónde estaba Almería en un mapa. Fue un buen amigo quien lo animó. Sus raíces españolas -concretamente, vascas y gallegas- por parte paterna y materna, respectivamente, le otorgaron una oportunidad de oro. “La verdad que todo en esa época era diferente a ahora. Se ha convertido en un lugar muy pijo aunque conserva su esencia hippie.»

Al tener esa genealogía, su familia pudo obtener la doble nacionalidad por arraigo familiar. «Es más, fui el primer argentino de España retornado en 2009 cuando Zapatero facilitó que los extranjeros pudieran volver a sus países de nacimiento, cobrando la mitad de paro aquí y la otra mitad allá. ¡Hasta te regalaban el pasaje de avión! Toda una política para dar trabajo a los españoles durante la crisis del ladrillo».

Detalle de Carrot Cake. Foto Melanie Lupiáñez

Allá todavía queda uno de los cuatro hermanos. «Queremos que se vengan todos. Ahora la cosa está complicada con la situación de la pandemia que no pueden salir del país y después hay que vender todos los bienes y propiedades que hay allí porque no lo puedes dejar tirado así como así.»

No es tan fácil pero son las paradojas del destino, sus abuelos lo dejaron todo para irse allí y buscarse la vida y ahora ellos son los que retornan para buscarse la vida acá. «Además, que hay algo más importante que lo económico y es la seguridad con la que se vive en España. Vivimos con tranquilidad y eso no hay peso en el mundo que lo valga», añade con energía el tendero.

En el diccionario de vida de ustedes no existe la palabra miedo, ¿cierto?

No, verdaderamente yo no sé que es eso. El secreto es fijarse, ser sociable e intentar dar lo menor de ti. Es verdad que con la situación que estamos pasando, no es lo mismo tener negocio propio que trabajar para alguien… Te llevas el trabajo a casa. Cuando hicimos la cooperativa teníamos permiso para tener menaje, para hacer talleres de cocina, catering… Pero claro la situación y yo solo… No puedo hacer nada.

Queríamos haber traído a una sobrina nuestra que nos ayudara en la tienda, pero no se pudo hacer la nacionalidad porque era mayor de edad y como está la situación.

Si mi hermana no hubiera venido yo no podría haber abierto la tienda porque no puedo estar dentro del almacén y detrás del mostrador, ni hacerme cargo de las facturas, proveedores y atención al cliente. Los número los hace ella, yo solo se de cocina. ¡Con la mano rota que tengo, ya me hubiese fundido todo! Ariel rompe a reír. Mi hermana es mi gran apoyo y la que da estabilidad a toda la parte de negocio.

Porque el argentino siempre va buscando la plata…

Sí, es nuestra fama (los hermanos rompen a reír). Somos más individualistas que otros latinos, aunque tengamos clientes paisanos, el argentino no anda buscando otro argentino. Somos latinoamericanos pero, por ejemplo, tengo amigos que les dicen panchitos de forma cariñosa; nosotros les decimos Machu Pichu (risas, otra vez). Luego alguien llama a los latinos panchitos y te dicen: ‘no es por ti’. ¡Cómo si yo no fuera panchito! A mí no me ofende, puedes llamarme todo lo pancho que tú quieras; lo que pasa es que nuestro país tiene mucha influencia de España e Italia, muy europea.

Mención aparte en el tema gastronómico, porque tiene una clara influencia italiana…

No hay que decir más; cuando nos ponemos al frente de los fogones, somos italianos ‘cento per cento’.

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