De la patera a montar la barbería más grande…

Augustine Serwiri desde su lugar de trabajo

“One who God has blessed, no one can destroy”, quien ha sido bendecido por Dios, nadie lo puede destruir. Este lema ocupa un lugar privilegiado en la barbería Abraham Lincoln, en la peluquería y en la tienda de estética africana que hay al otro lado de la calle propiedad del mismo hombre. El dueño, Agustine Serwiri, y su pareja, Janet Owusa, son dos treintañeros ghaneses que se establecieron en Roquetas de Mar poco antes de la crisis del ladrillo.

Lunes, temprano en la mañana, los niños van al colegio cuando abre la barbería. Desde la avenida Pablo Picasso donde se sitúa, todavía puede notarse el olor a humedad de las claras del día mientras las golondrinas planean desde las cornisas del esqueleto de un edificio. En el interior, la maquinilla de Augustine ya marcha, hay varios hombres que esperan sentados; de fondo la tele con el sermón de un vehemente predicador. Los colores predominantes son el rojo, blanco y azul, de gran influencia americana pero con corazón africano. Los fines de semana trabajan hasta 6 barberos y las colas de hombres para cortarse el pelo son interminables. “Empiezo a trabajar a las 09.00h y acabo a las 23.00h”, dice Augustine, el propietario. 

Es un hombre que habla poco, pero dice mucho, atento de su trabajo, relajado. Salió de Ghana y todavía ni era mayor de edad, ahora son nombrados MENAS, pasó 4 años en Libia hasta reunir el dinero suficiente para pagar la patera que lo traería a Europa. Aunque la distancia entre los dos países africanos es de 5470km, el segundo es una opción cercana para cruzar a lo que ellos consideraban la tierra prometida.

Travesía desde Ghana a Roquetas que siguió Augustine

A veces las expectativas y los prejuicios se confunden, como los europeos creemos que África es un país, muchos africanos piensan que toda Europa es inmensamente rica.

La protagonista de hoy Janet recuerda como en 2007, cuando fue a la embajada española en Ghana para arreglar su visado y venir a España a través de la reagrupación familiar que había conseguido su marido, una funcionaria le advertía.

“¿Pero tú conoces Roquetas de Mar?, allí los trabajos son muy duros. Janet quédate aquí, eres secretaria de un buen abogado”. La mujer no podía creer lo que le decía su compatriota y contestó: “Europa es Europa”, hoy reconoce que España la ha hecho una mujer fuerte, que de seguir en Ghana dependería de la familia y el servicio hasta para lavar su ropa.

En cuanto a Augustine es uno de esos muchos que llegaron en patera desde la otra punta del continente. La constancia, el trabajo y la fe lo guiaron por su camino. Hoy es padre de 4 hijos, todos roqueteros, el mayor y las gemelas han visitado a la abuela que ahora espera para darle un abrazo al más pequeño, a causa del COVID tuvieron que posponer el viaje. Una foto de la familia reside preside el lugar de trabajo del barbero, parece paradójico porque todos viven en la misma casa pero la barbería abre de lunes a domingo.
 
Retrato de Augustine Serwiri
 
¿Cuáles fueron sus primeros trabajos?
 
Cuando llegué a Roquetas estuve dos años trabajando en el campo. Después empecé como barbero en un quiosco pequeño que hay en las doscientas viviendas. Ahí está mi maestro. Poco a poco y trabajando mucho alquilé un local pequeño, cerca de aquí, donde está el semáforo, no tenía ni baño, era una cochera. 
 
La policía vino un día y me dijo que tenía mucha gente, que me buscara un local y lo pusiera todo con la licencia y bien. Fueron los policías los que me ayudaron a buscar un sitio. Me dijeron que este local estaba vacío, pero tenía miedo porque era muy grande. Entonces encontré otro más pequeño, ahí enfrente (donde ahora está la peluquería africana también de su propiedad) y poco a poco con la ayuda de mi hermano fuimos reformando y poniendo todo bien. Tenía 20 años justos cuando se embarcó a ser autónomo.
 
¿Cómo fueron los inicios?
 
Al principio cuando llegamos ni arreglamos la tienda, pone una silla, un espejo y así mismo a trabajar con 10 o 12 clientes. Y así poco a poco empezamos arreglar el local porque no teníamos nada. Lo más difícil era que no teníamos dinero y teníamos que pensar en pagar la casa y trabajar. El dueño también se portó muy bien si no teníamos para pagar un mes nos decía que no pasa nada. 
 

¿Hace cuánto se instalaron en este local?

Hace 10 años, todas las reformas las hicimos mi hermano y yo. Esta silla fue la primera que compré. Era mi sueño desde que empecé a trabajar, guardaba el dinero poco a poco para comprarla.

 
Y esa silla se ha convertido en su símbolo de prosperidad, ocupa un lugar privilegiado en el salón y su color negro la hace única, el resto son rojas, todas de estética retro.  Augustine cuenta la historia del mueble símbolo de prosperidad para él.
 

“Fuimos a Almería a una tienda para comprar cosas para la barbería y pregunté cuánto costaba el sillón, el dueño pensaba que nosotros no teníamos dinero, pero le dije piénsalo porque me interesa, le pagué lo que pedía y compré todo a este hombre, los espejos, las sillas…”. 

Janet Owusa, copropietaria del negocio y pareja de Augustine
 
Janet es la cara b de la historia son opuestos en todos los sentidos, pero se complementan. Ella es terriblemente sociable, habla un inglés perfecto y dos dialectos africanos en los que puede entenderse el Ga y Twi, este segundo lo comparte con su marido, es su lengua materna. Hace un par de años que trabaja en la tienda de estética africana y saluda a 4 de cada 3 personas que pasan por la puerta.
 
Antes de trabajar aquí ¿en qué trabajabas?
 
Uf he trabajado en cosas que cuando vivía en África nunca hubiera imaginado. Cuando llegué trabajé en un invernadero durante una semana. Yo le decía a mi marido que tenía las uñas muy largas para eso, que no era para mí. Él y mi hermano me decían que con esos trabajos me habían traído aquí. Lo pasé mal me habían dicho que en los invernaderos había muchos gusanos y serpientes y yo les tenía mucho miedo. 
 

Para contextualizar Janet se ha criado en Accra, la capital de Ghana en una familia con buena situación económica, “en mi casa no había lavadora, había una señora que venía y se encargaba de lavar la ropa, yo ni la tocaba”, dice la mujer.

¿Cuál fue su primer trabajo?

Conseguí un trabajo cuidando a cuatro niños en Aguadulce porque querían alguien que hablase inglés… ahora, la africana se lleva las manos detrás de la espalda para simbolizar que estaba atada. Vivía allí y tenía libre los domingos, mi marido se presentó en la casa para decir que su mujer había sido secuestrada, estaba muy enfadado y los dos hablamos fuerte delante de la mujer.

Janet revive los momentos con mucha risa y cariño. Fue el hermano de ella quien aconsejó a Augustine que era mejor para Janet trabajar con esa familia unos meses.

La verdad que me trataron muy bien, comía con ellos en la mesa, como una más. Pero a los 6 meses tuve que dejarlo porque el marido de ella se dedicaba a la construcción, entonces no podían pagarme, eran 900€ al mes. Y madre mía, los niños llorando, el pequeño de tres años se agarró de mi para que no me fuera. Todavía guardo relación con ellos, eran una gente muy buena.

¿Hasta llegar a trabajar aquí en la tienda que más has hecho?

La mujer se lleva las manos a la cabeza y dice: «la verdad que muchas cosas, he trabajado en el invernadero, en las envasadoras… ahora se que España me ha hecho una mujer fuerte. Yo llamaba a mi madre llorando, me gastaba todo el dinero en el locutorio y ella me decía que podía volver que me compraba un billete de avión, pero ¿Qué hacía? Yo quería a mi marido». 

Y por amor y por la fe enorme que profesa confió en esta tierra a pesar de ser una niña bien compartiendo piso con 8 personas, a pesar del espanto que le provocaban las cucarachas por encima de los platos, resistió. Hoy es una mujer ajetreada, más preocupada por la conciliación familiar y sus hijos que por aquellos duros comienzos que hoy son meras anécdotas. 

Por cierto la peluquería se llama Abraham Lincoln en honor al abuelo de Augustine. El apellido lo toma del décimo sexto presidente americano, la cara de los billetes de 5 dólares. 

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