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Fran: familia, feria e igualdad

 

Mendes es más roquetero que yo y eso se nota en que ha ido a colegios e institutos del pueblo, que conoce a la gente del barrio que pasa a saludar mientras hablamos y en su acento, el acento es muy importante te ubica geográficamente.

“¿Tú eres español, me refiero has nacido aquí?” Le pregunté cuando lo vi por primera vez, él sonrió y afirmó pacientemente, mientras una pequeña mano me aproximaba una ficha para la atracción, sostenía a su hija mayor en los brazos. Me fui pensativa porque es noticia que un hombre negro sea feriante, pero sonaba muy racista. Entonces vi que era el sueño americano hecho en Almería, es decir la igualdad de oportunidades para todos los individuos.

El día acordada el feriante estaba con su sobrino Ángel en la pista de coches de choque para niños que su suegro compró para ellos cuando él y su pareja Isabel se casaron. Miraba a Fran que respondía a las preguntas de forma escueta, me decía: “pregunta si tú estás acostumbrada a esto…”. Si este man supiera el nudo que yo llevaba porque me sentía tan racista al señalarlo como el negro feriante. La discriminación por definición es excluir a un grupo por una característica que los homogeneiza, por ejemplo excluir por edad, por color de piel, por sexo, religión. Fran me dio claves que no habría ni soñado, como que el boxeo encauza la vida. 

“¿Tú eres de aquí de toda la vida?” Me pregunta Fran y respondo un “claro” alargando la “a” como buena almeriense, él se queda sorprendido porque mi cara no le suena de nada. Gracias a mi memoria de elefante conseguí ubicarlo en el Puerto de Roquetas, era el sitio donde íbamos todos los adolescentes a tomar café, además hablé de un carismático conocido en común, Lamine Sarr, soberano personaje roquetero.

Su nombre completo es Fran Mendes, sus padres vinieron a esta tierra desde Guinea Bissau y él nació aquí en el año 1995, fue al colegio Juan de Orea y al instituto Turaniana. Era mal estudiante, pero tenía un precoz autoconocimiento sabía que si seguía el camino académico iba a malear, así que a los 13 años pidió trabajo en la feria con la hermana de quien ahora es su suegro.

“Ángel tú aquí al lado mía, te quedas con el Tito Fran” yo sonrío toda feliz por fuera y por dentro, porque me están pegando campanazos los prejuicios en la cabeza al ver a un niño blanco con un tío negro, me emociona la calidez del ser humano.

¿Cómo conociste a tu mujer?

Yo la conozco de siempre, era un sinvergüenza pero me metí a trabajar en la feria y ahí la conocí. Me puse a trabajar con su tío, entonces conocí al hermano de mi mujer que es un año mayor que yo y así.

Ella es más grande que yo… cuando me puse grande, fuertecico, chulito, ya se fijó en mí, empecé a rascar.

Creo que son de esas personas que se merecen una cámara porque es difícil expresar con palabras la cara que pone cuando habla de Elisabet, yo quería hablar con ella para escuchar su versión de la historia, porque siempre recuerdo a mis abuelos paternos cuando contaban como se conocieron y siempre tenían esa chispa en los ojos, la misma que vi en Fran.

Ya le tenías el ojo echado

Buah, de toda la vida, tenía 13 años cuando la vi. Cuando eres más pequeño se nota el tamaño, empezamos a salir cuando yo tenía 21 años.

Para ti era la hermana guapa de tu amigo

Claro, era una muñeca

Toma su Instagram me muestra fotos, son una familia muy guapa.

Empecé a trabajar en la feria a los 13 años, no quería estudiar, yo era un guerrillero. Sabía que en el instituto iba a ser un sinvergüenza y me puse a trabajar en la feria. Yo sé cómo yo soy.

¿Con 13 años qué hacías, apretabas tornillos?

Eeeeh, TRABAJAR, y esto es duro, pero lo prefería a estar estudiando. Era flaco, flaco, chiquitito, pero los convencí para que me metieran a trabajar, me probaban, me metían caña a ver si me iba, pero no. Soy muy duro para el trabajo.

¿Cuántas horas echabas de chico?

No había hora, aquí no hay hora. Imagina el último día de feria, terminas a las 6 de la mañana, desmontas y tienes que ir a otro pueblo, montar y abrir. Hay ferias que no paramos.

Bueno entonces tú te tenías a los suegros camelados

Estaba con la hermana de mi suegro, pero me conocían, saben que puedo ser muy guerrillero con otros niños, pero con las personas soy muy educado. Mi suegro es franquista a tope pero mira le he dado unas nietas que ha flipado, guapísimas, está que no caga con ellas.

Yo me río y él dice: “es verdad”, no lo dudo lo más mínimo, es que su sinceridad sin filtros me llega al corazón. 

La feria es muy familiar

Claro toda esta feria es de mi Fran Mendes en la feria de Navidad de RoquetasFran Mendes en la feria de Navidad de Roquetassuegro, nosotros nos hemos casado y nos ha dado un negocio, compró una atracción a cada uno de sus hijos cuando se casaron. Mi cuñada tienen una hoya, mi cuñado una rana, la otra cuñada un espectáculo de té.

Hacemos recorridos por Almería, Granada y Murcia. La feria de la Navidad que tenemos aquí es para no estar parados, la llamamos plaza muerta porque se hace poco. En la feria el hombre y la mujer van siempre juntos, aquí no se puede hacer trampa.

¿Cómo empezaste en el boxeo?

Yo era muy peleante, quería pelear desde pequeño mi padre me llevó a Almería buscar gimnasios pero como era pequeño no podía ir solo todos los días en bus para Almería. Uno de mis amigos fue al reformatorio de Los Molinos y allí conoció a Blas, un guardia del centro, quien le dijo a mi amigo que yo fuera con él a pelear.

Empecé a boxear en el gimnasio Gladiator que está en Las Losas a los 18 años, después estuve en un club de Roquetas que ahora está en Rumanía y por último en el Speedy Buda de Aguadulce. He competido en todas las categorías desde peso wélter, medio y semipesado, tenía que subir cada año de peso porque me hacía grande.

Tu padre hizo una buena estrategia al apoyarte

A él siempre le ha gustado que yo peleara pero fue la forma de encauzar que no estuviera por la calle. Siempre he competido en Almería pero nunca he querido salir de aquí.

Podías vivir del boxeo

No, en España no vives del boxeo. Y mira ayuda mucho, si no hubiera estado apuntado a las peleas quizás habría acabado en la cárcel. Antes si uno me miraba mal, podía pelearme con él y no medía, pero con el boxeo sabes hasta dónde puedes llegar. Te controlas más, si te dicen algo te lo piensas, como qué voy a ganar haciéndole algo a este. Cambia mucho y cuando tienes hijos más.

¿Tu madre se llevaba las manos a la cabeza?

A ella no le gustaba, creo que no ha venido nunca a verme, puede que terminando la pelea. Mi padre sí, él a veces me decía que no peleara más, porque sales reventado. El empeine hinchado de los golpes, la boca, al siguiente día te duele todo.

Nunca tuve lesiones fuertes porque tenía cuidado, pero te puedes hacer mucho daño.

Tienes dos hijas, imagina que la mayor te dice que quiere ser boxeadora

No, no. La puedo entrenar, puede aprender, cualquier cosas, pero no me gusta que peleen, mi hija no.

¿Y si fuera un niño?

Y… y no. No porque sé lo que se sufre y no me gustaría ver a mi hijo sufrir.

Entonces ¿qué te lleva a querer retomar el boxeo?

Porque me gusta, es algo en mi cuerpo que aaaah, me encanta.

Fran me echa la mano por encima del hombro y señala a dos mujeres que están cerca de nosotros entonces dice guasón: “mira mi suegra inspeccionando está diciendo: ¿quién es esa mujer?”.

¿Cómo pasasteis la pandemia?

Puf, la primera feria que hicimos fue la de Retarmar, estuvimos casi dos años parados. Durante un tiempo trabajé como seguridad en esta moda que hubo del cáñamo en San Agustín, trabajaba muchas horas y mi mujer estaba sola con la pequeña que acababa de nacer, ella lo pasó mal.

El siguiente paso de este almeriense es sacarse el permiso de conducir de los trailers para llevar de un pueblo a otro su propia pista de coches de choque. He cogido el dato a grabadora apagada cuando hablaba con unos amigos y decía orgulloso que esto era suyo, que los jefes no tienen horarios.

Me fui con la sensación de haber conocido a alguien que tiene las cosas claras en la vida, sin prejuicios, sincero y familiar. Por supuesto no me libré de que me cayeran su ronda de preguntas en cuanto a mi estado civil y maternidad, también enviamos un vídeo a la tía Merche, la representante de los feriantes en aquella primera apertura después de la cuarentena en el ferial en agosto de 2021 que casi acaba conmigo a vino dulce, Dios sabe de qué material la hizo pero Fran coincidió conmigo en que es incombustible.

“Suerte y que te salga todo bien”, se despidió mientras levantaba su mano.

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Ilan Wolf aprendió fotografía con una cámara que sobrevivió…

El fotógrafo de cámara oscura Ilan WolffA los veinti pocos se mudó a Amsterdam para fotografiar modelos, el mundo estaba por descubrir y llevaba en el ADN los genes de la diáspora judía. Ha hecho fotos utilizando la luz de luna y su obra se reparte entre Paris, Berlín, Israel, New York… hoy desde  Almería cuenta cómo una vieja cámara que su padre salvó de los nazis fue el origen de todo.

Ilan Wolff (1955, Israel)es un reconocido representante de Cámara oscura en su trabajo utiliza latas, cajas e incluso su propia furgoneta para tomar fotografías. Cuando se inició en 1981 apenas había documentos, «pensaba que estaba solo en el mundo». Wolff ha desarrollado la técnica de forma peculiar y personal. Es el único fotógrafo que ha hecho un fotograma con luz de luna llena de 30 metros de largo y 127cm de alto en el que participaron casi una treintena de personas. 

Pin hole, cámara oscura, cámara estenopeica aunque tiene diversos nombres es  el principio básico de la disciplina cuyo padre es Da Vinci. Solo se necesita una caja oscura, un punto de luz, un papel fotosensible y mucha imaginación.

“El círculo se cierra”, dice Wolff emocionado. El fotógrafo contempla desde el otro lado de la vitrina la cámara con la que su padre dejó  Alemania por la ocupación nazi y buscó una nueva oportunidad en Palestina.

Moshe Wolff había vendido todas sus pertenencias para comprar aquel objeto y en la aduana se la jugó al esconder la cámara en la maleta porque los judíos solo podían salir con lo puesto, Ilan se tira de la camiseta para contextualizar.  

Aquella reliquia había permanecido en el Museo Judío de Berlín junto a las instantáneas que Moshe Wolff había tomado. Allí dio una serie de conferencias y en un proyecto conjunto Ilan representó los escenarios que su padre había captado años antes a través de la cámara oscura. “Mi padre decía ¿esto qué es Ilan?, pero las fotografías están mal ”, se ríe el artista.  

familia de Ilan Wolff, su padre a la izquierda se ven sus manos desgastadas por el sol, era agricultor

Entre las capturas; ruinas de ciudades italianas desoladas por la II Guerra Mundial, retratos con un gusto propagandista de su familia judía en New York, un autorretrato en un espejo y la propia ciudad de Hamburgo donde había vivido antes de dejarlo todo.

El vínculo con esa pertenencia trasciende los entresijos de la vida. Porque con aquella Baldina Ilan Wolff dio sus primeros pasos en la fotografía, e inició estudios en el instituto de Artes de Haifa en Israel.

“Mis compañeros me decían ¿Ilan pero dónde vas con eso?, algunos llevaban estas Hasselblad de última tecnología”, recuerda divertido el fotógrafo.

En aquella vitrina alojada en el recibidor de la casa se exhiben cámaras y, objetos con una historia inspiradora. Instantáneas de los familiares del matrimonio, fotos de principios del siglo XX coetáneas en el tiempo, distantes geográficamente que hoy se encuentran en un espacio museístico privado.

cámara superviviente a los nazis y maestra de Ilan Wolff

De la trayectoria de Ilan Wolf, de cómo cambió Amsterdam, París, New York por un pequeño pueblo en Almería tuve una tarde de relatos, anécdotas, risas, técnica, amor por el trabajo, cactus en la terraza de una calurosa tarde de verano y vino blanco. Puedo decir que no cualquiera abre las puertas de su casa sin miedo a las cuestiones que puedan plantearse. 

Disfruté del placer de adentrarme en el archivo con rollos en estantes que atesoraban imágenes únicas, cual rata en biblioteca de Alejandría, emocionada por el privilegio de ocupar aquel lugar único.

Me sorprende el material, el peso de la obra, masa física y espiritual, el legado de un artista. Yolanda Domínguez, su pareja, me cuenta que los vecinos no saben muy bien a qué se dedica Wolff con todas esas cajas por todas partes, una furgoneta destartalada en la puerta y sus ojillos inquietos siempre en la búsqueda y el descubrir, la magia del revelado, el olor de los químicos, la procesión de los haluros. 

El fotógrafo de las latas de pintura

“Terminé los estudios y me fui a Amsterdam en el año 1982, no esperé a mi diploma, en aquella época era una ciudad de artistas y daban muchas ayudas a proyectos culturales. No sabía que me iba a dedicar a esto, mi idea era ser asistente fotográfico y trabajé como fotógrafo de moda un año, pero no me llenaba. Siempre estaba haciendo collage con las fotos y cosas, hasta que recordé aquella vez que vimos la cámara oscura en la escuela. Llamé a mis padres y les dije que me enviaran el material, el papel fotográfico”, así fue como a través de una técnica centenaria Wolff descubrió su vocación.  

En el año 1984 la Biblioteca Nacional de París se hizo con una de las fotografías de Wolff, el propio artista reconoce que este acto marca su profesionalización.

La Puerta de Branderburgo por ILAN WOLFF

“Mi carrera comenzó en París, pensaba que estaba solo en el mundo, fui a preguntar porque en aquel tiempo era la biblioteca con el mayor archivo fotográfico y me compraron mi foto. Hasta entonces no había pensado que tenía que vender mi obra. Allí hice mi primera exposición personal. Cuando me encargaron mi primer proyecto y vieron las lata de pintura que utilizaba para hacer mis fotos se quedaron en shock”. 

A través de la estenopeica el octavo arte vuelve a su forma primigenia, a su definición etimológica; pintar con luz y se desprende del celofán que la envuelve entre objetivos y lentes. Convertir lo ordinario en extraordinario, es el arte del mimo, como recortar el espectro de luz visible es la fotografía. 

¿Cuándo  empezó a vivir de su obra personal?

En el 1992 el Cité Internationale des Arts me dio carta blanca para hacer el proyecto que yo quisiera. Entonces viví 10 meses dentro de la cámara, transformé el estudio en una cámara obscura, pedí a la secretaria la taladradora para hacer los agujeros por donde entrara la luz en las ventanas. Fue una performance en la que primero estaba yo solo y después involucraba a mis amigos en el papel se representaban dos realidades; el mundo exterior y el interior del estudio. 

Concepto de fotografía para el Ilan Wolff

Para mí la fotografía está en el revelado, ahí es cuando estoy en frente del papel en blanco. Porque no sé lo que puede pasar, si la emulsión es muy fuerte, si la luz ha entrado durante mucho tiempo. Y claro, no puedo volver y hacer la foto. Es un proceso muy largo que me lleva horas. Cuando hice la foto del cable inglés, había metido mi furgo (transformada en una cámara oscura) en esta pequeña playa que hay junto al Monumento a la Tolerancia y cuando salí el mar la había inundado”. En este momento se ríe.

“Durante los talleres la gente se lleva las manos a la cabeza y exclaman cuando entramos en el cuarto de revelado e Ilan camina sobre el papel fotosensible para desenrollarlo”, dice su pareja. 

“Cuando conocí al directo de Kodak en el Festival Fotográfico de Arlés, le dije que tenía un problema con su papel, con dos cojones (pausa dramática para decir el taco, como planteándose la adecuación), él me dijo que si iba a América lo contactara. Me pagaron el avión desde New York hasta Bufalo que es donde está Kodak, todo, una limusina vino a por mí y fuimos a comer a un restaurante. Le expliqué que el sello de su marca se transfería al positivar las muestras e hice un proyecto fotográfico en que me dieron todo lo que quise y me pagaron muy bien”, dice el artista. 

De cómo conoció España y se quedó en esta parte del mundo

El proyecto Imagina fue a Almería lo que la película de color al fotoperiodismo. A principios de los 90 se situaron en el levante español los representantes más relevantes de esta disciplina. Un cartel con 36 nombres de todas las nacionalidades que unidos por Manuel Falces crearon el germen de los que sería en Centro Andaluz de la Fotografía situado en el corazón de la antigua ciudad fortaleza. 

Ilan Wolff y el fotógrafo (Manuel Falces) se habían conocido años antes en Madrid en una de las conferencias de cámara oscura de Ilan cuando el artista llevaba intérprete porque no hablaba español. Falces, reputado crítico de El País y fotógrafo, quedó prendado del trabajo de Wolff y así participó en Imagina y conoció esta tierra.

El fotógrafo comenzó a frecuentar Almería, se enamoró del clima, la luz…  al principio lo atrapó San José y para conocer más de su historia, además del trabajo personal os invito a que visitéis su página personal.

Archivo fotográfico de ILAN WOLFF

Ahora sí nos despedimos del hombre que vivió durante un año dentro de una estenopeica, que retrató New York, París y El Cable Inglés con 25 latas de pintura y una furgoneta. El hombre que tiene altavoces donde los originales custodian su archivo personal, que tuvo la ocurrencia de hacer una foto con luz de luna y cuyo fotograma puede presumir de ser el más grande del mundo. 

Antes de irnos os quiero decir que jamás dejará de maravillarme la confianza que la gente me da, las confidencias que comparten, cómo me hacen partícipe de su vida a través de su relato, cómo los objetos se convierten en pertenencias cuando los vínculos emocionales que generamos con ellos trascienden la utilidad para la que son concebidos. De cómo la cámara de un refugiado judío inspiró la carrera artística de su hijo. 

Cuba

Los mejores mojitos de Cuba están en El Ejido

Jacqueline es el Cubanito y el Cubanito es Jacqueline

Prepara los mejores moijtos de Almería, llevó al Poli Ejido cuando subió a segunda división en un antiguo galeón desde Almerimar a Balerma, aprendió a caminar de nuevos a los 51 años. Se crió en una humilde casa de madera al otro lado del Atlántico y por amor llegó a esta tierra. Jaqueline se instaló hace 27 años a El Ejido y se quedó para dejar su legado, para traer una parte de Cuba a Almería. El Cubanito, es su negocio y ella es el Cubanito.  

Una mujer con las manos curtidas, la mirada fuerte y la narrativa elocuente. Se ríe y junta las manos dando una palmada, una de sus dos hijas se acerca: “Mamá cuéntale cómo conociste a Gonzalo”. Poco a poco comienza su relato son 53 años de trabajo duro, sin amedrentarse, atenta a cómo hacían crecer su economía los clientes que la impulsaban a ser más grande. La historia empieza a desgranarse a sus primeros veinte, Jacqueline trabajaba en un barco como animadora en la tierra que la vio nacer, allí conoció a Gonzalo Mere Rodríguez, un asturiano por quien cambiaría el curso de su vida.

Quedó embaraza a los 16 años y a los 18 tuvo a su segunda hija partía el pan para que lo comieran sus retoños. Desde entonces prescinde de este alimento aunque pueda permitirse esos perfumes que te impregnan en el primer contacto. No pierde detalle en saludar o cuidar que los clientes sean atendidos a nivel de excelencia. 

“Yo vivía en una casa de madera con mis abuelos, no quería que Gonzalo supiera dónde, pero él se enteró y un día se presentó en mi casa. Él quería vivir en cuba y conocer cómo vivían los cubanos en un tiempo donde un dólar americano valía 120 pesos. Pero la policía de Guanabacoa me vino a buscar porque yo andaba con extranjeros y el Gobierno no lo permitía. Gonzalo tuvo que marcharse a España y la gente me decía: no va a volver a por ti y además con dos niñas, ese no viene, pero volvió”. Sentada en una mesa en la terraza de la calle Olimpiadas desvela su historia con mimo, cuajada de emociones, con las pausas que interrogan un silencio.

“Cuando mi marido me fue a buscar a Cuba yo tenía que tener muchos procesos: solvencia económica de la persona que me traía para que no fuera una carga para el Estado, un domicilio para que me dieran el visado, la boca totalmente arreglada, no es como ahora. Nunca había salido de Cuba fue la primera vez, llegué hasta Asturias pero aquella lluvia me dio un bajón de ánimo… Me quería ir. Un cuñado que veraneaba aquí, en el Camping Mar Azul, que estaba en Almerimar nos recomendó esta parte por temas de clima. Lo dejamos todo y vinimos hasta Almería con una mano delante y otra detrás a probar suerte”, dice la experta coctelera.  

“Empezamos a trabajar en el Camping, el dueño, Pepe Collado, nos dio un bungalow para vivir allí. Yo lloraba todos los días porque echaba tanto de menos a mis hijas, tardé un año en regresar a por ellas. En aquel tiempo tenía tres trabajaos; en el camping, lavando para Collado y limpiando para otra familia de El Ejido”, sostiene las manos firmes, una sujeta a otra en un gesto de autoconsuelo, como quien mira atrás para coger fuerzas. 

“En una ocasión me cogieron por la cintura y me colgaron para que limpiara las ventanas. Ves estos deditos, pues pintaron las juntas de las losas de una casa de 150 metros cuadrados, me caían las lágrimas como puños. Pepe Collado vio materia en mí y me dijo que era una mujer emprendedora y podía salir adelante, me recomendó que estudiara y no me estancara”. 

Y Jacqueline dio un paso adelante siguiendo los consejos de su mentor. El restaurante Saracagua fue su escuela, la dueña reconoció la necesidad de una joven madre que ni sabía llevar una bandeja, pero tenía que alimentar a sus hijas, la abrazó y de esta forma le dio la bienvenida al gremio. La mujer recoge sus brazos y rememora aquel gesto cómplice que hoy todavía la conmueve.

Fiesta en el Cubanito

La hostelera nombra a su marido una vez más como uno de los impulsores a su carrera. A finales de los 90 y con el apoyo económico de Juan Rodríguez, quien fuera un padre para la empresaria, llegó el Cubanito al puerto de Almerimar. Las fotos del menú de aquel bar están sobre la mesa, y un álbum con los recuerdos de los felices años vividos en aquellas paredes escritas de buenos deseos de sus clientes. Una mezcla de nostalgia, anhelo y orgullo en el buen hacer que todavía vibran en los ojos de la latina. “La gente se volvía loca con mi ropa vieja”, sonríe Jacqueline y pasa otra foto. 

“Niña yo vendía los cubatas a 200 pesetas fíjate que me acuerdo más de las pesetas que de los euros. Aquello fue una locura Francisco Fornieles fue mi socio y montamos dos pubs más: Temple bar y el Rinconcito Cubano. A pero espérate que había un Galeón en el puerto de Almerimar que era de unos noruegos o suizos, una réplica del siglo XVIII y me propusieron que hicieran lo miso que hacía en Cuba. Allá que me fui a hablar con los dueños y conseguí que Habana Club me patrocinara el barco, dos años duró la aventura llevaba un ritmo de vida que no era vida. Porque para que un negocio funcione tú tienes que estar ahí”. 

La primera vez que salió el barco era con la despedida de soltero de Miguel, el dueño de Banghoh y Maná de aquí de El Ejido. Todos salieron en el galeón tan contentos y me llama el capitán diciendo que volvía vacío porque se habían mareado. Tuvieron que ir las novias y los amigos a por ellos”, Jacqueline se parte de risa al recordar todas aquellas hazañas. En aquel galeón viajó El Poli Ejido surcó los mares cuando subió a segunda categoría en 2001 con Pochi, Urbano, Mauro Dos Santos…

¿Todos tus negocios han prosperado?

Todos, he tenido la suerte que ninguno lo he tenido que cerrar o vender porque todos han prosperado porque la acogida ha sido 100%. Almería es lo mejor que me ha pasado en el mundo, he visitado Marbella porque me recomendaran que pusiera un negocio allí. Cádiz que es verdad eso que dice la canción de que Cádiz es la Habana con más salero, paseaba por sus calles y pensaba que me encontraría con alguien de allí. 

También soy muy exigente en el trabajo, soy amiga y compañera pero cuando tengo que ser jefa, soy jefa. Cuido mucho el trabajo, aquí donde me ves también he ido a recoger habichuelas trikis en el invernadero. ¡Ay por dios! Yo me quería morir, pero es lo que tenía que hacer. 

¿Cómo llegó El Cubanito a El Ejido?

Pues fíjate que vino Pepe Collado, aquel hombre que me dio mi primer trabajo en el camping a comprarme el bar, yo no me lo podía creer. Me dio todo el tiempo que necesité hasta que me instalé en el Ejido en 2005. Todavía guardo el talonario de aquella compra. 

¿Qué ha sido lo más duro que has vivido estos años?

Hace dos años tuve una meningitis y un día en el bar me echaron MDMA en una bebida, jamás me he drogado, ni bebo, aquello me provocó tres microinfartos cerebrales y me dejó la zona de la memoria afectada de modo que a veces tengo lapsus. En aquel tiempo me sentía sin fuerza, sin ganas y caí en una depresión. La fisioterapeuta que me hacia rehabilitación, Laura, había ido al colegio con mis hijas, me enseño a andar de nuevo, hacía terapia de Hoʻoponopono.

También tuve el COVID el año pasado, y lo pasé muy mal, estuve muy malita. Gracias a mi familia, al apoyo de los clientes y a los médicos volví a salir adelante.

Recuerdo que fui al INSS y me dijeron que los autónomos tenemos que tener un colchón económico, que no podían hacer nada por mí. Me sentí fatal porque yo no quería ser el moco del mundo yo quería ser yo. Tuve que vender la casa que tanto trabajo me había costado ganar y que tenía a mi gusto solo por mi salud, porque se me hacía imposible llegar desde mi habitación al salón. ¿Entonces para qué quería yo el jacuzzi? La psiquiatra me dijo que lo primordial era salvarme yo y no las cosas. Ahora vivo en una casa más pequeña, pero que es manejara para mí. 

¿Qué echabas de menos?

Echaba de a mis padres, así es como llamaba a mis abuelos, ellos me criaron, echaba de menos que me acariciaran el pelo. Pero antes de que ellos murieran pude hacer uno de sus sueños realidad: construir la casa que ellos querían en Cuba. 

Y como con el privilegio de quien ha tenido el placer de llenar la barriga de familias de cualquier parte del mundo que llegaban a estas costas en busca de sol continúa su afortunado relato. “Fíjate que a la actual jefa de urbanismo de El Ejido, Laura, le he dado yo de comer cuando era una niña y venía al Cubanito desde Alemania. Me rechazaron el proyecto de obra del bar en el Ayuntamiento y era de Laura y mira hoy en día donde está”, rememora la mujer. 

En el año 2005 el establecimiento abrió sus puertas en el barrio, daba desayunos a los obreros que por entonces construían a un ritmo vertiginoso. “Yo he visto a Vidalina Castellano en este portal vestida de novia”, dice la dueña. Su vecina se ríe y continúa: “Jacqueline nunca se mete en líos, si le decimos que baje la música, la baja. Mi familia viene y si no estoy en casa se quedan en el Cubanito. Para mí el día más triste del invierno son los lunes porque el bar está cerrado y no hay luz, no hay gente y me gusta ver la calle con vida, concluye la comerciante. 

Las paredes del Cubanito están escritas por los clientes, llenas de buenos deseos son el motor de Jacqueline Machado Hernández junto con el apoyo de sus dos hijas en le negocio. La cubana siempre dice a sus asiduos: 

“Edúquese lo más que pueda,

Respete para que lo respeten

Y que dios los bendiga”

Migrantes

Cuando los dulces proporcionan ayuda humanitaria a la guerra…

De izquierda a derecha Valeriia y Diana, foto cedida por las propietarias

Mi vecina, Diana Soldijar, tuvo la idea de llevar cestas de dulce y «Detalles que enamoran» por encargo como respiro emocional durante el primer periodo de apertura después de la cuarentena. Su local en Roquetas de Mar recoge enseres de primera necesidad para los afectados por la guerra de Ucrania. Toda la familia de Valeriia vive en un pequeño pueblo que ha sido bombardeado a 6 minutos de la frontera con Rusia.  

“La realidad es que el ejército ruso dispara a civiles, no importa que sean niños, discapacitados, ancianos, les disparan. La comida está faltando porque los camiones no pueden suministrar de una ciudad a otra, la gente no puede salir por la calle porque les disparan, disparan a los coches de los civiles”, dice la chica ucraniana y su manicura verde hace presencia en el gesto de nerviosismo que junta sus dedos.
 
Desde la resistencia la familia de Valeriia quien regenta una tienda de piezas de coches suministra aceite, piezas, etc a los militares ucranianos. El local está cerrado desde que el pasado 24 de febrero empezara la ocupación rusa. A pesar de que Lebedyn es una ciudad pequeña, unos 24.000 habitantes, se encuentra a solo 6 minutos de la frontera del gigante exsoviético. “No todos los rusos son malos, algunos soldados han comprado en la tienda del pueblo y han pagado, pero no sé”, dice la joven de 23 años antes de volver a sumirse en sus más profundos pesares.
 
Valeriia Hulak y Diana Boldijar son propietarias de la tienda ‘Detalles que enamoran’ rodeadas de chocolatinas, globos y una atmósfera rosa que cautiva han organizado una campaña para llevar ayuda humanitaria a Ucrania. En la trastienda se acumulan los paquetes de solidaridad, comida, medicamentos, mantas e inclusos juguetes para los niños. “No son primera necesidad pero también hacen falta”, añade la filóloga ucraniana.
 
El proyectó que empezó Diana hace dos años con la clara vocación humanista de llevar alegría a los hogares cuando las familias no se podían reunir, los amigos no podían verse… «Lo hacía solo por ver la felicidad de la gente porque a veces no ganaba para la gasolina», dice la contable que llegó junto a sus padres desde Rumanía cuando solo era una niña de 8 años. Antes de llegar a la treintena se ha embarcado en el carro del emprendimiento y aunque todavía compagina sus dos trabajos espera vivir de su negocio.
 
Durante aquellos primeros años apenas eran 1 ó 2 niños o niñas de fuera en el colegio y por supuesto que Diana lo pasó mal, lo que no le impidió seguir adelante cursar estudios superiores y ser una emprendedora. Ella y su cuñada Valeriia están al frente de un negocio lleno de azúcar y color. La ucraniana se enamoró del hermano de Diana, Paul Boldijar, durante su Erasmus en la Universidad de Almería y a pesar de la situación, la chica sonríe debajo de la mascarilla cuando muestras su anillo de compromiso. 
 
‘Detalles que enamoran’ es un negocio de carácter familiar, todas las manos son necesarias, el padre de Diana pasa un momento mientras charlamos y le dice algo en español a su hija. Entonces sorprendida pregunto: «¿habláis en español?», ella sonríe y contesta: «claro por respeto, estás tú aquí».
 
Puedo deciros que estas mujeres tiene toda mi admiración solo por su forma de enfrentar la vida, solo por las palabras de Diana «los propios golpes de la vida te hacen levantarte» y solo por la entereza de Valeriia que a pesar de tener el mar en los ojos al hablar de su familia me ha dedicado su tiempo con todo el agrado que mi interés le despertó. 
 
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“Conocí el término tercermundista cuando llegué a España”, dice…

Pierina Inciarte

El desafío de la hoja en blanco, el reto de poner en palabras imágenes y emociones, el precipicio de asomarte a la vida de otro y verte. Pierina y yo hemos nacido a 7 años y un océano de distancia, el contexto sociocultural en el cual crecimos ha sido diferente, sin embargo la carencia nos une. Todos esos mantras limitantes que te llevan a conformarte porque no mereces más, no mereces una relación de pareja sana, no mereces un sueldo digno, no mereces lo bueno que te pase en la vida. 

“Hace 4 años que vine a España para mí era algo impensable, como un quiero ser princesa” expresa la venezolana a la vez que sonríe cuando recuerda la sorpresa y el impacto en cuanto al choque cultural.

¿Qué puedes disfrutar en España que en Venezuela era impensable para ti?

El comerme una fruta y saber que me la puedo permitir, que puedo ganar un sueldo y pagar mi alquiler, mi comida, que la inflación no se va a disparar. 

He sido muy pobre y he vivido con esa carencia, te queda como un trauma de que eres egoísta si te permites un lujo, porque el lujo te lo das tú en lugar de mandar ese dinero a la familia, no te sientes merecedor de eso. Es algo con lo que a día de hoy lucho, pienso si subir una foto en las redes sociales porque mi madre no lo puede disfrutar. 

Mira su café y dice: “antes no disfrutaba de tomarte un café con una galleta porque tenía que preocuparme por qué iba a comer en la noche. Hay una anécdota que siempre cuento y no mucha gente me la cree, cuando era pequeña mi padre me puso caucho de los neumáticos en los zapatos, porque no tenía zapatos” y exhala una de esas risas que vienen a decir: puta vida.

Pierina Inciarte es originaria del estado de Zulia donde su población vive con 2157 dólares al año. Los venezolanos encabezan la lista por abajo de los a países con mejor nivel de vida del mundo. En esta situación salir del territorio es muy difícil, por lo costoso de los billetes, casi el sueldo de un año de trabajo. Pero con mucho esfuerzo y trabajo duro en Colombia, Pierina consiguió el estatus de refugiada política y pagar los pasajes para ella y su hijo pequeño, Milán. 

¿Cómo conseguiste el asilo político?

Es una oportunidad que me dio el padre de mi hijo quien había sido militante de la oposición política durante su época universitaria y nos puso en su asilo a Milán y a mí.

Al principio uno se cierra porque no acepta que está en otro país, estoy sola en España, no tengo a mi familia y hay momentos… 

Es curioso, dice y, agarra una mano con otra mientras se mira los dedos, “conocí el término tercermundista cuando llegué a España. Aquí somos más abiertos a la diversidad de género, el respeto a la personas, los niños, me siento más identificado con esta mentalidad. De donde vengo el hombre tiene que mantener todo, la mujer solo plancha, cocina… Defiendo la igualdad entre hombres y mujeres, pero no voy a buscar un compañero de piso, sino un hombre que me apoye”. 

Viví una relación muy tormentosa con el padre de mi hijo fue mi primer novio, desde los 15 años. Una siempre piensa que la situación va a mejorar, los latinos tenemos esa educación de que hay que aguantar por la familia, pero llegué a pesar 35kg, tenía anorexia, parecía la hermanita de Milán. Ahora lo pienso y no sé, estaba ciega de amor por ese hombre. 

¿Cómo conseguiste salir de esa situación tan dañina?

Con palabras sencillas, Milán me decía: ‘mamá no estés triste’, él tenía 3 años. Después de la cuarentena di un paso adelante aunque tenía mucho miedo. El miedo es lo peor, no te permite avanzar, tenía miedo a fracasar a volver a casa de mi ex con el rabo entre las piernas como un perrito, tenía miedo a no poder hacer frente al alquiler…

¿Qué le dirías a alguien que estuviera en tu situación?

No le diría nada, porque nosotros necesitamos sentir ese dolor tan grande para poder soltar. 

Y así fue que un día mientras me hacía la manicura conocí a una referente. La mujer que tenía delante me dio una lección de vida difícil de olvidar. 

Pierina trabaja en el salón de peluquería y estética California Colours de Roquetas de Mar, sus pulgares no tienen hueso, pero jamás ha ido al psicólogo por sus dedos, ella dice: “está en uno mismo saber que puedes hacer todo”. 

Tenía 20 años cuando llegó a su segunda casa y no sabía ni lo que era Cruz Roja, o el Instituto de la Mujer, pero trabajó muy duro, jornadas laborales ilegales e interminables  por su situación irregular y de necesidad. Pierina asegura que de esta forma aprendió a valorar el trabajo, a ser muda, sorda y ciega para los clientes y la excelencia en la manicura. 

Como madre aplica el método Montessori, así que no importa si Milán lleva las botas de fútbol del revés, es su aprendizaje. Su cara se ilumina cuando habla del pequeño, ese niño tan empático y cariñoso por el que sacrificó los estudios universitarios, las salidas a la discoteca con las amigas, por quien lucha para que viva sin carencias con una autoestima sana y fuerte. 

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Originem

«El sistema trata como zombies a los alumnos» dice…

Era viernes por la noche y la peña flamenca el Taranto abría sus puertas después de haber cancelado en un par de ocasiones el recital de David Palomar a causa del covid. La noche estaba despejada y no muy fría para el mes de febrero, acudía al encuentro cultual con una amiga y un californiano de quien poco sabía. Richard Creighton fue el guiri de la noche enamorado del cante, “me alucina ver cómo puede ser delicado, fuerte y apasionado al mismo tiempo”, decía en su lengua materna con los ojos brillantes de emoción. 

Richard es auxilar de conversación en el Instituto Nicolás Salmerón desde septiembre de 2020 ha sido su primera experiencia como docente y algo que lleva en la venas de alguna forma. “Mi madre y mi hermana mayor son profesoras ¿imaginas cómo era llegar a casa después del colegio?”, bromea. 

Es un tío terriblemente alto, tamaño pívot en una cancha de baloncesto, aunque sus deportes como estudiante fueron fútbol y waterpolo. Tiene 30 años orgullosamente cumplidos en Almería, y la capacidad de empatizar con sus alumnos. “Yo soy un tío grande y además hablo en inglés. Hago como un spanglish para mis alumnos porque recuerdo cómo me sentía cuando iba a casa de mis amigos mexicanos en Los Ángeles y trataba de hablar español con sus padres, me ponía muy nervioso porque no me quería equivocar, es un sentimiento muy humano”.

¿Que tratas de enseñar a tus alumnos sobre tus valores y tu cultura?

Wow esa es una pregunta difícil, me vas a hacer pensar, (dice con una mágica sonrisa y después de un silencio continúa).

Tengo cartas de mis alumnos del curso pasado donde me agradecen todo lo que han aprendido y las leo una y otra vez porque me dan esperanza. Muchos de estos niños nunca han tenido la oportunidad de hablar con alguien de California y me hacen muchas preguntas a cerca de mi ciudad, los Lakers… 

Los niños tienen iniciativas muy interesantes y creativas, me han hecho cambiar mi pensamiento a veces el sistema los trata como zombies.

En este curso he podido apreciar dos grandes diferencias con los alumnos, lo más pequeños están inquietos y ansiosos en clase, mientras que los grandes están ahí como desesperanzados, deprimidos, están porque tienen que estar. Esta situación con el COVID ha hecho que alumnos y profesores estén quemados.

Hay cosas que me chocan mucho como que no puedan ir al laboratorio o hacer actividades en grupo si cuando suena la campana todos se quitan las mascarillas, se besan y abrazan… No quiero ponerme intenso con este tema, mejor no me dejes seguir. 

Me parece divertido, creo que tienes una gran vocación humanista y realmente te apasiona tu trabajo. 

Sí esto es algo de familia, mi padre era bombero y mi madre profesora, estoy muy agradecido a ellos a cómo me han enseñado, jamás me han hecho un spoiler de algo, sino que me han enseñado a ganarme las cosas por mí mismo. He crecido en un lugar que considero un paraíso, en un barrio de Los Ángeles lleno de colinas y naturaleza, ha sido un auténtico privilegio. 

¿Por qué elegiste España?

Amh… yo tenía 11 años cuando mi hermano Jack fue con un programa de estudios a Madrid entonces él me contaba su experiencia en España, la cultura, me mostraba fotos… y me impactó tanto. Así que durante mi último año de estudios 2016-2017 hice un programa desde la San José State University a la Universidad de Jaén y vine a España. 

Jack falleció tres días antes de venir a España en un accidente. Estaba en Madrid y era mi segundo día en un país extranjero, la primera vez que viajaba solo tan lejos, era todo nuevo, teníamos que recibir a nuestros padres de acogida y los míos, Fernando y Loreto, no vinieron, fui el único estudiante sin padres. 

El padre de Fernando había fallecido y por eso no pudieron venir. Tuvimos una relación muy estrecha desde el principio, mis padres de acogida hablaban un inglés suficiente como para llegar a casa después de un duro día tratando de hablar español y poder expresarme en mi lengua. No he podido tener mejores padres de acogida que ellos. 

Tengo que decir que Loreto se convirtió en una figura materna que me reconfortó en una época oscura. 

El californiano se mueve con la bicicleta que su padre de acogida le regaló, el cuadro le queda un poco pequeño y lleva el sillín a tope de alto, sonríe al recordar el por qué. “Esta bici pertenecía a mi padre de acogida y ellos son españoles no muy altos”.

¿Algún choque cultural o que te sorprendiera?

Lo primero que aprendí es la importancia de la comida y la familia, es una tradición que me gusta mucho y que no está presente de donde vengo. La comida es un momento sagrado en el que dejas el teléfono, y compartes un alimento delicioso, hablas de tu día. Aprendí que esto era muy importante porque en una ocasión llegué tarde al almuerzo y mis padres de Jaén, que eran los mejores cocineros que he visto me estaban esperando sentados en la mesa, lo lamenté desde entonces nunca más falté. 

En California es diferente, cada uno come cuando puede, durante la cena sí se suele dar esta tradición como en España, pero a medida que vas creciendo pues uno no baja a cenar porque tiene un examen, el otro porque ya vive fuera de casa… le damos más importancia al éxito personal, a ser el mejor en lo que hagas y pierdes estos momentos familiares, es algo que me apena bastante.  

¿Qué es esto de que has trabajado en la tierra?

Sí trabajé en Rumanía en un campo de arándanos, para que no se cumpliera mi visado tenía que pasar un tiempo fuera de la zona Schengen, así que viví esta experiencia que creo todos deberíamos tener al menos una vez en la vida. El estar en contacto con la tierra, rodeado de naturaleza, montañas y respirar el aire fresco… 

vivía en una casa que tenía unos 100 años era invierno y si quería tomar un baño caliente tenía que coger un tronco hacerlo leña a machetazos y calentar las calderas.

¿No te ducharías cada día entonces?

«No, solo cada pocos días», dice muerto de risa. 

La verdad que vivir en Tarcaia, que históricamente se consideraba húngaro, en medio de nada con tres generaciones de mujeres que se habían dedicando al campo y aquella abuela, Esztike, que solo había salido dos veces de su pueblo y estaba totalmente desconectada del mundo, para ella no existían los Beatles, no sabía quien era el presidente de Estados Unidos… Sin embargo, creamos una relación muy buen, sin una comunicación grande porque ella no hablaba inglés y yo no hablaba rumano, después de pasar cada día 6 horas trabajando juntos surgían las palabras y el entendimiento, es increíble el ser humano. 

Y la amabilidad de los extraños, aquella abuela me traía cada día la cena.

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almería

La musa suiza de Cantón Checa y su hija,…

La familia Sophie Cuendet y su hija Chloé en el ‘Atelier’ de Níjar

Vinimos por oro y hemos encontrado tanzanita… La musa de Cantón Checa y Jesús de Perceval se llama Sophie Cuendet, es alfarera y junto a su hija, Chloé, llevan el ‘Atelier’ de Níjar, un espacio dedicado al arte multidisciplinar con gran peso en el barro.

En los años 70 la pareja formada por Sophié y Juan llegó a Almería, se instaló en La Chanca donde compartieron como los gitanos, con los gitanos, en aquel barrio humilde que les ensanchó el alma. La suiza no dudó en echarse al torno de la Escuela de Artes de Almería cuando flaqueaba el oficio y pareciera que aquello fuera a desaparcar, desde entonces guarda un estrecho vínculo con la institución.

¿Sophie cómo encontrasteis esta parte del mundo?

Por casualidad, (contesta con una amplia sonrisa), compramos un dos caballos, dimos la vuelta a toda la península pasando por Portugal.

Buscaba un lugar donde se hiciera la cerámica de una forma más tradicional con horno de leña, torno de pie… Y me hablaron de Níjar, nunca me dejaron trabajar en un taller porque la mujer al torno no. Así que Juan me construyó un torno de pie y todo lo hacíamos manual.

Cuando llegamos en 1972, un holandés y una suiza todo era muy diferente, los cortijos a nuestro alrededor cultivaban, tenían sus animales, había parra, donde había parra ahora hay invernadero. Si hubiera visto en que se iba a convertir en el futuro no sé si me hubiera quedado aquí. Pero nosotros tenemos la suerte de tener el cortijo en el Parque Natural, en un paraíso. Menos mal.

Así conocí a una de las musas del movimiento indaliano que hizo de Almería su casa, por el acogimiento de sus gentes, el cariño, el respeto. Sophié encontró su lugar en el círculo intelectual de la época y a día de hoy se emociona al ver la exposición de ‘La Chanca’ de Pérez Siquier en la Diputación de Almería, su primera casa.

Sophie se crió en Suiza en el taller de su padre, era un artista multidisciplinar. Más tarde estudió en la escuela de artes y oficios por la especialidad de cerámica. Cuando llegaron a Níjar propusieron un tipo de cerámica artística y de alta temperatura, empleaban esmaltes y materiales diferentes a la alfarería utilitaria típica de esta zona. Juan y Sophie compraron un cortijo en ruinas, cuatro piedras que levantaron con sus propias manos del dinero que obtenían de trabajar en Suiza por temporadas.

Sophie pintada por el almeriense Cantón Checa

En los 80 tu trabajo era muy diferente a la cerámica utilitaria de la zona:

A día de hoy sigue pareciendo algo raro, nuestra cerámica es para exposiciones y la vendemos fuera. La pregunta es ¿esto para qué? Si no tiene utilidad. Vendemos en los mercadillos de San José porque por allí pasa mucha gente.

Cuando pongo un pie en el Ateilier me abruma:

“Cuando los niños entran en el Atelier se quedan siempre callados”, dice Sophie con una sonrisa amplia, su trenza plateada y su ligero acento circunflejo la sitúan en un lugar lejano a Almería aparentemente, pero ya sabemos qué dicen de las apariencias.

La galería ‘L’Atelier de Níjar’ es de fachada blanca encalada, tradicional, pero a través de su puerta se accede al universo propio de las artesanas. El “Bolón”, como lo llama Chloé, su creadora, es una gran urna de barro tamaño júpiter, un primer punto de fuga que se disipa con los móviles del techo. Los elementos revolotean colgados de las altas vigas de madera y enredan mi atención como en una tela de araña que me mece mimosa.

¿Qué representa esta escultura Sophié?

Pues son dos mujeres que se cuentan cosas, dos confidentes.

La obra es una silla deconstruida, un objeto utilitario reconvertido en representativo, donde dos figuras pequeñas se presentan en la actitud que explica la artesana. Es la primera sala después del hall, un espacio entre espacios, cuadrado con una tenue iluminación. Da paso a una amplia sala de exposición donde las obras de diferentes artistas ocupan su lugar y toman su protagonismo.

El primer espacio funciona como distribuidor, desde aquí se accede al taller y a dos salas de exposiciones, una pequeña que alumbra a otra más grande, una sala que hace de museo contemporáneo multidisciplinar y colectivo. Tres veces al año cambian las piezas en torno a una temática en esta ocasión los Haikus ilustrados. Y por el taller andaba Chloé absorta en la música y las cajas cuando la sorprendí. “¡Ay que susto, perdona con la música no te había escuchado!”, dice la artesana.

El taller es un espacio pequeño perfectamente ordenado, de esta forma facilita el trabajo cuando madre e hija están mano a mano y contaminándose la una a la otra, muchas de sus obras son conjuntas. En una de las paredes hay piezas coquetas que presumen de pertenecer a la familia, por amor no pueden desprenderse de ellas. Sobre la mesa el caballo de Chloé una pieza de exquisitez renacentista, todavía está en crudo, su piel es gris marmórea y brilla después de un mes de bruñido, pulir y pulir hasta dejarse las muñecas, para conseguir ese efecto luz sobre el barro.

Chloé te conocí hace unos años en el espacio Camping Gas y hacías abejas y universos diminutos:

Sí, estuve seis meses en cama, solo podía hacer cosas muy pequeñas, manejaba el barro con lo que me daba los dedos porque sentía mucho dolor, me dolía el roce de la piel incluso, así que cuando pasó todo dije ahora voy a hacer algo enorme. Empecé con las cajas, me llaman mucho la atención porque tenemos un instinto de abrir para ver qué hay, era aportar la parte utilitaria a la escultura.

Chloé Van der Mije con su caballo en el Atelier

La escultura está encima de la mesa y es como un caballo jerezano al paso, lleva la cabeza recogida, tiene los ojos almendrados y vivos. ¿Cómo hiciste esta pieza?

Todo está hecho completamente a mano, cogí 4 pellas de barro las puse en la mesa, le dí de ostias… Su cabeza está en esta posición en perfecto equilibrio porque de otra forma no cabía en el horno. Hay una mula por donde saco los perros y la tenía frita, porque es un poco brava. Cada tarde me acercaba y con los ojos cerrados acariciaba al animal para sacar las formas. Cuando llego al taller cierro los ojos y hago lo mismo. De esa forma me concentro en ahora entra, ahora sale, un bulto que hay aquí…

He llegado en el día oportuno hoy trasladan la obra al horno, es una parte delicada, una burbuja de una micra puede hacer estallar la pieza que se cocerá durante horas a una temperatura max de 1200ºC. Después lo envolverán en mayas de lana, hilos de cobre, hierro… y lo enterrarán a palazos en un agujero sudando la gota gorda, mano a mano. Necesitan una combustión lenta, unas ascuas.

Exposición sobre el impacto de los plásticos en el mar en el Claustro de la EAA

¿Tu madre y tú sois las artistas de la familia?

Uff, esa pregunta es difícil, mi hermano es arquitecto de interiores, todos tenemos algo de artistas, per digamos que quien empezó es mi abuelo, el padre de mi madre. Tenía un taller en suiza, era escultor, ceramista, pintor, grabador. Mi madre se crió en su taller, empezó a hacer cerámica con él, tenemos las herramientas de mi abuelo. Ahora es mi tía quien está en el taller de mi abuelo.

Son artistas multidisciplinares, comprometidas con el medio que las rodea, con el mar que las baña y las especies que lo moran. Un gallo Pedro y una lubina fueron protagonistas de algunas de sus estampaciones. En el claustro de la Escuela de Artes puedes visitar una de sus exposiciones con la problemática del plástico en los mares como protagonistas. Implicarse no pasa por ser artista, el artista se implica porque su sensibilidad lo conmueve.

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Artesanía

«El arte más moderno es el más antiguo», dice…

Dice Calderón de la Barca que «la vida es sueño y los sueños, sueños son.» Hay quienes los terrenalizan, los convierten en posibilidad y hasta consiguen vivir de ellos. Así le ha sucedido a Matthew Weir, un inglés afincado en Níjar desde 1988, lugar que le ha permitido aprender el oficio de alfarero con las técnicas subyacentes en varias generaciones anteriores; como le ha ocurrido a su mujer Isabel Soler, tejedora con una raíz familiar de cuatro generaciones. Él siempre ha sido un alma libre, después entenderán, por lo que ha sabido adaptar la alfarería nijareña a diseños más actuales. Ambos son los dueños de ‘La tienda de los Milagros’.

El frío rascaba en Níjar la semana que fui a verle a su casa-taller en el antiguo barrio de los ceramistas. Con música clásica me recibió en su salón y ahí me concedió el privilegio de adentrarme en su mundo desde la infancia. «Nací en Londres pero tuvieron que inducir mi parto para poder coger el barco e irnos a vivir a Estados Unidos. Mis padres eran escoceses; él, diplomático, se formó como traductor de persa en las fuerzas aéreas británicas. Cuando comencé a tener memoria, a los cuatro años, nos enviaron a vivir a Egipto. No fue hasta los seis cuando pisé Inglaterra por primera vez. Eso sí, siempre íbamos de vacaciones a Escocia a ver a mi abuela.»

«Estuvimos en Inglaterra durante un tiempo y luego destinaron a mi padre a Bahrein, ahí estudié en un internado inglés. No creas que era una máquina de privilegios como los que la gente tiene en mente sino más bien un herramienta necesaria para darles estudios a los hijos de los funcionarios.»

Pero estabas en un país árabe y al mismo tiempo ibas empapando cultura de muchos sitios…

Inconscientemente, sí. El arte siempre ha estado presente en mi casa: cerámicas, alfombras… Viví unos cuatro años en Bahrein y son los que más recuerdos tengo de mi infancia. Aún así, fíjate, no hablo árabe.

Tras cursar estudios de filología española y filosofía en la Universidad de Oxford entre el 74 y el 77, Weir sentía la necesidad de estudiar arte, sabía que era la pasión que más le removía en la juventud aunque fuera en contra de las expectativas familiares. Después de la etapa universitaria, la City Lit de Londres le esperaría con las puertas abiertas para formarse como artista hasta el año 82. «Aunque no me hubiera importado ser arqueólogo», sonríe el alfarero.

¿Cómo conseguiste coger el rumbo de tu vida?

No me pilló la época ‘hippie’ como tal, es decir, no fui participe pero sí un niño aspirante. Y aquí rompemos a reir. Matthew abre su sillón relax y la magia continúa. Ahora sí, nos metemos en lo bueno.

«Yo siempre he estado en contra del arte oficial y técnico. Siempre me llamó la atención el arte mural. Antes, no estaba tan visto e hice con unos amigos una cooperativa de muralistas. Hoy hay muchas técnicas pero creo que si quieres decorar un muro es mejor hacerlo con azulejos, como el trabajo que hice en la plaza de Agua Amarga. Para mi gusto, hay que olvidarse de los murales y centrarnos en decorar con paneles de azulejos.»

Hay una descripción suya en su tienda donde se refleja que de jóven se sintió atraído por Dada y el surrealismo, dice sentir un rechazo hacia el mundo del arte elitista:

«El arte oficial es frívolo y no le encuentro sentido. Siempre he estado en contra del mundo del arte de galería y de cuál es el último grito porque, además, parece que todo vale si hay un millonario detrás que lo pague. Pienso que el arte más moderno es el más antiguo porque la búsqueda de la novedad es algo vacío. Todo se vuelve así cuando el arte imita al antiarte, es decir, cuando se hace oficial.»

El artesano me confiesa entre idas y venidas algunas cosas de su vida más personal. «Piensa que antes de venirme a vivir a Almería viví una vida muy bohemia en Londres, donde daba clases por libre en diferentes escuelas, iba en bicicleta y fuí lo que se denomina ahora un ‘okupa’. Después de la Huelga de los Mineros, en Inglaterra hubo un bajón de la izquierda y entramos de pleno en la época Tatcher donde surgió mucho neoliberal. Yo era bastante pobre, había abujeros en la carretera y hasta era complicado montar en bicicleta.»

¿Fue ahí donde usted dijo hasta aquí, voy a mejorar?

Sí. Andalucía no era desconocida para mí porque había estado visitando a varios amigos, por lo que pude conocer la Transición española en mis distintos viajes. En ese contexto político, un amigo me comentó que se había comprado una casa en La Calahorra (Granada) por 2000 libras, lo que venían siendo 200.000 pesetas a finales de los 80.

Me planté en el Campo de Níjar, sabía que tenía que llegar y comprarme una casa. Aprendí todo lo que se hoy de alfarería de los artesanos de aquí, de los que la mayoría ya no están. Iba por la Calle de las Eras y tocaba puerta por puerta para que me dieron trabajo. ¡Hasta cinco artesanos me rechazaron! Luego me enteré que era por miedo a que no tuviera papeles pero me había dado de alta como autónomo. Fue Valdomero García, padre, quien me abrió las puertas de su taller y me ofreció la posibilidad de trabajar. Cuando se jubiló, su hijo quiso modernizar el negocio pero yo quería tener el control de mi propio trabajo. También aprendí muchísimo de los Hermanos Góngora junto con los que grabé una pelicula, ‘Alfarería de Níjar’. Las técnicas cambian, las formas cambian, los productos cambian. Todo evoluciona pero no tiene por qué dejarse de hacer.

Es una pena que un pueblo como este haya dejado un poco de lado el trabajo artesanal pero es que todo en esta vida cambia, querido lector. Níjar era cuna de alfareros que con la llegada del plástico desbancó toda la economía de una comarca. «Mira si era importante y ha sido importante durante épocas que este barrio se sitúa entre dos ramblas porque a los alfareros solo les dejaban hornear dos noches a la semana y según la influencia de los vientos», comenta con sabiduría Isabel Soler. Con el devenir de los años, los talleres tradicionales han buscado el atractivo del público sin más, un ritmo de consumo que decayó a partir de los años 90.

Matthew, ¿tiene algún sueño por cumplir?

A mí me encantaría que en una provincia como Almería se fomentaran los ‘hamman’ y los baños públicos. Es una inversión pequeña, lejos de lo que puede llegar a pensar la gente. Así habría oportunidad de hacer muralismo y de utilizar azulejos artísticos y bonitos. ¿Por qué piensas que la Alhambra tiene tanta fama? Pues por los azulejos, tienen gran poder atractivo.

Isabel Soler tejiendo en uno de los telares que ha restaurado

«Vivir de tejer es casi imposible porque es algo muy manual. Los materiales son muy caros. Cojo el algodón o la lana cruda y hago hasta la madeja, tiño… Es un proceso muy largo porque me fabrico mis propios colores. En España ya casi no hay quien suministre lana.» Y sin dejar de tejer entre sus telares, uno árabe y otro de enebrado alpujarreño, así explica Isabel en qué consiste su trabajo como artesana. ¡Hasta tiene uno que ha restaurado réplica de los que utilizaban los musulmanes en  La Alpujarra! Cuando se llevaron a Latinoamérica estos telares los llamaban ‘Los telares españoles’.

Cúrcuma, olivalda, cáscara de nuez, cáscara de granada, índigo, cochinilla, eucalipto… Un sin fin de colores que va extrayendo de forma manual y haciendo tintes desde hace 30 años. «Me encanta sacar los colores de las plantas». Todo esto lo aprendió de su abuela y su abuela de su abuela. «En el Museo de Níjar hay un telar tan antiguo que solo lo entiendo yo», explica entre risas Soler. «Es que vengo de la familia de las Aguirricas (de apellido Aguirre), de mi abuela. Eran todas mujeres tejedoras y tenían telares antiguos y tejían para todo el campo y los cortijos.»

¿Hacían también las conocidas ‘jarapas’ nijareñas?

Lo que llaman ‘jarapas’ se hacía con la ropa usada de la gente de los cortijos que la recortaban en tiras muy pequeñitas y traían las bolsas con el nombre de la persona. Te pedían que les tejieras una jarapa. Mi abuela las unía y se las hacía. Se utilizaban para cubrir los colchones y que no se oxidaran, se hacian mandiles, trapos de cocina, mantas para el caballo de las bodas nijaerñas con el nombre de las que se casaban (como comprenderás, solo gente rica)…»

Historias infinitas que me dejan la puerta abierta para mi próxima visita porque sí, volveré.

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almería

Los roqueteros viajan de acuerdo a la campaña agrícola

Javier Morón, gerente de Viajes Roquetour

Javier Morón es un virgitano que tuvo el privilegio de estudiar en Madrid en los años 80 cuando la mayoría de las familias del poniente se dedicaban a la agricultura. Se trajo de la capital el título de turismo y el ímpetu de la juventud hasta la Urbanización de Roquetas de Mar donde encontró su sitio como director de los Hoteles Playa.

En aquella época Rosell, el fundador de la famosa cadena hotelera Playa, llenaba y vaciaba los alojamientos en el mismo día, una proeza empresarial y un sobresaliente para los empleados que lo hacían posible. Los turistas llegaban desde Alemania, Bélgica, Holanda… Y traían el lujo a un pueblo que no llegaba a los 30.000 habitantes.

Mis recuerdos de la Urba, como la conocemos los roqueteros, empiezan en 1994. Recuerdo cómo flipábamos con aquel sitio novedoso, lleno de hoteles y casas bonitas rodeadas de jardín.

Vivía en un piso del centro cerca de la desaparecida Discoteca del Castillo, y cenar en Toscana era el privilegio del domingo, para aquel día reservaba una ropa, unos zapatos y un cacao de fresa que subía el colorcillo de los labios. Mi padre nos subía a toda la familia en la furgoneta, a quien le tocara en la caja se agarraba como podía y si había algún calabacín lo apartaba, nos dábamos unas cuantas vueltas por aquello que considerábamos un sueño lejano y que con mucho esfuerzo hemos conseguido, la historia de tantos en esta tierra de legañosos.

Aquella tarde de charla con Javier dio para refrescar viejos recuerdos, para aprender bastante de geografía y darnos cuenta de cómo Internet ha cambiado nuestras vidas. Para mí, este hombre es un referente de los viajes en el pueblo, siempre hay colas en la puerta y antes del COVID en dos de los tres mostradores despachaban africanos a los cliente por el bienestar y la comunicación con los viajeros.

El COVID ha cambiado las reglas, el empresario ha tenido que reducir todo al máximo y ahora él solo saca adelante todo el volumen de negocio, la agencia de viajes Roquetour. Javier estima que al mes lleva unos 350 pasajeros. “Yo no soy empresario, también soy trabajador porque atiendo a los clientes, limpio la oficina… Eso de quedarme en el despacho de dentro y decirle a la gente lo que tiene que hacer no me va. Durante esta crisis no me fui a casa ni un día, venía a la oficina, recuperé la normalidad entre comillas por las restricciones y la bajada de los ingresos”, dice Javier.

¿Qué ha sido lo más cumbre?
Pues cuando en marzo de 2020 dieron la orden de encerrarnos a todos en casa tenía a unas 400 personas repartidas por el mundo. Tú imagínate, toda aquella responsabilidad porque yo acompaño al cliente en todo momento, mi móvil está disponible 24 horas por si hay algún problema.

A parte de todas las reservas que tenía hechas…

A lo largo de tu vida como autónomo…
Al principio fue muy frío porque no tenía ni idea de cómo funcionaba una agencia y comencé con una franquicia que resultó ser un engaño. Hasta que pudimos salir adelante, estábamos mi expareja y yo al frente del negocio.

He llevaba a los roqueteros a muchas partes. A principios de los 2000, esto no era tan sencillo como ahora que gracias a Internet en cualquier momento puedes buscar un vuelo. Primero, al principio de todo se sacaban los vuelos por teléfono, después vino una máquina con la que hacíamos los billetes a mano, la ‘bacaladera’. Un paso más adelante fueron los talonarios… Mira este billete de 2007 a México, costó 3000€, esto no es cualquier cosa.

La gente de nuestro pueblo viaja con las campañas agrícolas, esto depende de los invernaderos. Y claro que a lo largo de los años todo ha cambiado, la forma de hacer las cosas, la gente. Atiendo a muchos africanos, para los primeros que venían a la agencia era un impacto porque había quien no sabía ni qué era un calendario, igualmente los tenía que atender. He visto crecer a muchas de esta gente, a sus hijos e incluso a sus nietos. Hay cosas duras como ver a hombres que han sido portentos totalmente hechos polvo del trabajo duro que se hace aquí.

Hoy que hablamos de los orígenes, de volver a nuestros inicios debo decir que me emociona ver cómo Javier se levanta presto a por todas las máquinas con las que ha emitido billetes a los largo de casi 25 años. La agencia de viajes viajes Roquetour guarda un pedazo de la historia de la movilidad humana de cuando los billetes de avión eran un documento tan importante que un auditor verificaba que aquel lugar era fiable para emitir un documento legal e intransferible. Las taloneras de billetes internacionales y nacionales que han enviado a habitante de nuestros pueblo a lugares tan lejanos como Macao, apodado como Las Vegas de Asia.

Un secreto de agencia es que tienen algunas ofertas únicas para sus establecimientos, dominan el programa madre donde se inscriben todos los vuelos del mundo Amadeus. Contar con Javier es no calentarte la cabeza para planear un viaje y asegurarte que todo salga bien.

almería

Gachas con caldo quemado almeriense

Hay un dicho popular en la cultura gastronómica almeriense que viene a decir: “Pimentón hervido, pimentón perdido”, de ahí la importancia de hacer bien todos los pasos, algo indispensable para que salga esta delicia. Las gachas con caldo quemado, como también se le conoce, es un plato que ha reunido durante décadas -y no sé si decir siglos- los sabores de tierra y mar que tanto caracterizan a la provincia.

La gastronomía de Almería se caracteriza por una marcada fusión mediterránea y española, dando como resultados platos únicos. Ahora que acabamos de arrancar el 2022, las gachas con pimentón se convierten en un plato suculento y sabroso, ideal para entrar en calor durante el invierno. El pescado que lleva la receta puede variar dependiendo de los gustos de cada uno. Queda muy bien con sardina, caballa o jurel. O como se hacen en mi casa desde hace varias generaciones: con brecas pequeñas o morralla. Aunque la receta tiene varios pasos a seguir, bien vale la pena el esfuerzo pues el resultado es fantástico.

Ingredientes:

Para el caldo quemado:

1 tomate.
2 dientes de ajo.
1 manojo de perejil fresco.
1 cucharada de pimentón de la Vera.
1/2 cucharita de comino en grano.
1/2 cuchara de cúrcuma o colorante alimentario.
1 kilo de pescado a elegir.
1/2 kilo de patatas.
1 pimiento seco o ñora.
1 pimiento rojo para asar.
1/2 cucharita sal.
2 cucharas de AOVE.

Para las gachas:

Harina de maíz fina (en función del agua que pongamos la que admita)
1 vaso de agua por persona.
1 cuchara y 1/2 de AOVE.
1/2 cucharita sal.

¡Manos a la olla!

Preparación del Caldo quemado:

1. Asamos los pimientos y reservamos. Cocemos el pescado y colamos el caldo (ese pescado lo tiramos).
2. En una sartén con aceite de oliva freímos el pimiento seco y reservamos. Sofreímos la cebolla y los ajos bien picaditos, a continuación agregamos el tomate, damos unas vueltas. Cuando esté todo hecho, echamos el pimentón, mareamos bien y rápido y apartamos del fuego.
3. Todo este sofrito, lo ponemos en la batidora junto a los cominos, el pimiento seco frito y sal. Echamos todo esto a la olla (lo pasamos por un chino) con agua de cocer el pescado junto a los pimientos asados en tiras y dejamos hervir unos 15 minutos. Apartamos y hacemos las gachas.

Preparación de las gachas:

1. Ponemos a hervir el agua con 1 cucharada y 1/2 de aceite de oliva y 1/2 cucharada de sal. (1 vaso de agua por persona)
2. Cuando hierva, vamos echando poco a poco la harina cernida (la harina de maíz tiene trocitos y conviene cernirla para que sea más fina), sin dejar de mover hasta que toma la consistencia de una papilla espesa y empiecen las gachas a abrirse echando el aire, en ese punto la apartamos del fuego.

La sabrosura final:

Las gachas se sirven en directamente en la paila o en un perol de barro, poniendo la gacha alrededor y fondo del recipiente  y en el centro el caldo quemao con los pimientos asados.

¡Bon profit! Que a nosotros nos gusta hacer pero también que nos hagan… ¡Recetas! Nos vemos en la siguiente.

FUENTES:

  • Receta: Blog ‘Las recetas de la abuela Paca’.
  • Foto: Blog ‘La cocina de radio Filabres’.