Ensalada shopska, un sublime sabor búlgaro

Ensalada típica búlgara

A caballo entre dos continentes, bañada por el mar negro y con las influencias de culturas tan diversas como los griegos, eslavos, otomanos y persas. Bulgaria es la tierra con la bandera de los tres colores: blanco, verde y rojo pigmentos que comparten los ingredientes que componen uno de sus platos más típicos y sabrosos, la ensalada shopska. 

Tomate, pepino y queso sirene búlgaro que aunque puede ser un poco difícil de encontrar lo podemos sustituir por un buen queso feta. Sin duda la gracia es seleccionar los mejores ingredientes, basta con pasar por la plaza o la frutería de tu barrio para hacerte con las mejores hortalizas de esta tierra, de nuestra huerta de Europa. 

Tuve la suerte de probar la ensalada búlgara en la Taberna Milena, fue todo un descubrimiento, y cuando estoy caprichosa me gusta pasar por allí, porque se come y se bebe con apetito y sed de obrero. Su cocinero Stoiko tiene por costumbre preparar raciones generosas y llevar el plato de la cocina a la mesa de sus comensales para asegurarse de que los paladares queden satisfechos. 

Los Pashov en su Taberna Milena

Sin duda lo que más me sedujo de este sencillo plato fue la mezcla entre los ingredientes locales y el saber hacer búlgaro, los tomates, la cebolleta, el pimiento y el pepino de Almería cortados en el plato y regados de aceite de oliva virgen extra. Mi consejo es no poner sal porque el queso búlgaro es muy sabroso, parecido al feta griego. Esta ensalada está emparentada con su vecina helénica y con los sabores turcos desde mediados del sigo XIV hasta el XX ocuparon esta tierra hoy miembro de la Comunidad europea.

Si todavía quieres preparar esta delicia en casa toma nota

Ingredientes para 4 personas:

  • 2 tomates en rama 
  • 1 pepino español o 1/2 pepino de Almería 
  • 1 cebolleta
  • 100g queso feta o sirene búlgaro
  • 1 pimiento verde
  • sal
  • aceite de oliva
  • vinagre
  • pimienta

Preparar la ensalada te llevará 10 min y es el complemento perfecto de platos de carne a la parrilla y pescado. 

Primero lava bien la hortalizas. Corta los tomates en dados pequeños y coloca en una ensaladera o fuente. Después pela el pepino y cortarlo en porciones de tamaño similar al tomate. Agrega y mezcla.

Trocea el pimiento verde sin semillas ni filamentos. Pica la cebolleta en piezas más finas e incorpora ambos a la fuente, mezcla con delicadeza. Desmenuza el queso feta te recomiendo un tenedor, las manos o un rallador en caso de que sea un bloque.

Pica el perejil y añádelo a la ensalada. Salpimentar al gusto y aliñar con aceite y vinagre. Mezcla todo bien y da un golpe de nevera.

¡Buen provecho!

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“Hice vello púbico para una actriz” dicen desde A…

Adrián uno de los fundadores de AyJ posticería

Pelucas, postizos, moños y pelos desde la calle Reyes Católicos en pleno centro de Almería un escaparate que no pasa desapercibido, es A y J taller de posticería. Una tienda y taller de pelucas que en apenas 6 meses tiene colas para entrar. Porque nuestro aspecto importa, porque nuestra autoestima no debe verse minada por cuestiones genéticas o enfermedad, porque tienes la facilidad de elegir una identidad que se corresponda a tus emociones, pero lo más importante es que la peluca es parte de ti y en este taller te guardan el secreto. 

A mi encuentro sale Adrián un mallorquín que por amor encontró nuestra tierra. “Adrián, entonces el titular es: dos maricones muy modernos montan una tienda de pelucas en Almería”. El artesano rompe a reír y afirma. La ignorancia se hace un hueco y abre paso a las preguntas, aquí se hacen bigotes, pelucas para todas, pelucas para fiestas, se hacen axilas y bello en general, Adrián pica pelo a pelo y de esta forma tan artesana crea una nueva vida para muchos y muchas. 

¿Qué es lo más importante para ti en tu negocio?

El cliente, el orden, la limpieza, la comprensión y la variedad. Hay que empatizar con las clientas, saber que cuando viene una mujer con cáncer y pasa al camerino donde le voy a poner la peluca cómo lo pasa. Hay quien se toma la enfermedad con mucho humor, quien viene enfadada y hay que comprenderlo.

Las clientas entran a chorrillo durante el rato que transcurre nuestra charla. Un postizo, contratar a Adrián como maquillador para una boda… Los secretos que se guardan detrás de la cortina donde se lleva a cabo la magia de cambiar el estado de ánimo a tantas mujeres. “Claro que el pelo te cambia y te ayuda porque es importante vernos bien, hay muchas mujeres que entran hundidas y salen sonriendo”, comenta el artista.

Recuerdo en una ocasión que llegó una niña pequeña con enfermedad de Piel de mariposa y fue muy impactante, ella solo me decía: ‘¿me vas a poner guapa?’ Durante el tiempo que la atendí aguanté, pero cuando salió por la puerta me quedé muy afectado”.

Adrián has trabajado en Madrid muchos años en Talía, que es la empresa más antigua que se dedica a esto del pelo habrás tenido la oportunidad de conocer a mucha gente famosa. 

Por supuesto, mira le he hecho pelucas a Paca La Piraña, por ejemplo.

¿Alguna vez has tenido que hacer algo “raro”?

Lo más raro que he tenido que hacer es bello para las axilas y púbico, era para una actriz que interpretaba a una mujer francesa de los años 80 y en aquella época pues se llevaba más pelo, cuenta entre risas Adrián. Este mallorquín llegó a hasta nuestra tierra por amor, las redes sociales hicieron que durante la pandemia conociera a su pareja y socio, José Luís y hace 8 meses cambió Gran Vía por Reyes Católicos, adiós al ajetreo de la gran ciudad.

Una tienda de pelucas donde la privacidad del cliente es lo primero. Este espacio fue creado por la pareja en cuanto a la decoración, el papel de las paredes e incluso el mobiliario. Entre sus joyas de la corona un pelucón pelirrojo de espectáculo, postizos de todos los colores y pelucas naturales y sintéticas que hacen las maravillas de quienes las prueban.

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Yuca con mojo al estilo cubano

¿Se acuerdan de esa famosa canción de Celia Cruz llamada ‘Sazón’? Les pongo en contexto: “Yo le pongo sazón, yo, yo le pongo sazón. Yo le pongo sazón, a mi negrito le pongo sazón.” Pues así quiero presentarles el plato de esta semana: Yuca con mojo, con su sazón y todo. Una de las mayores bendiciones de la comida cubana y criolla que deleita a todos aquellos que la prueban.

Este tubérculo se puede comer como entrante o como una perfecta entrada. Aunque hay que informar al lector que, el cubano tiene la costumbre de comer todos los alimentos en un mismo plato: el bistec de puerco, la yuquita con mojo, el arroz congrí y el aguacate. ¡Vaya mezcla más deliciosa!

La yuca, también conocida como mandioca, es originaria de América del Sur y probablemente fue cultivada por primera vez en Brasil. Su lugar de origen está en debate, ya que existen evidencias arqueológicas del cultivo de yuca repartidos por varios países de América Latina. Ha sido el tubérculo principal cultivado en Cuba desde la época de los taínos, el pueblo indígena del Caribe. Y, los platos a base de yuca son imprescindibles en las mesas en Navidad, Año Nuevo y cualquier otra festividad importante.

¿Y saben lo mejor? ¡Qué se puede consumir todo el año! Así que ya me imagino a nuestro farmacéutico cubano-roquetero, Rychard Z. Ayarick, recetándo esta deliciosa guarnición a todo aquel que necesite ese poquito de sazón a su vida. Alegren los corazones, familia Originem, que comenzamos con la receta.

Ingredientes:

  • 2 raíces de yuca medianas
  • 1 cebolla blanca pequeña , picada
  • 2 dientes de ajo
  • 2 naranjas amargas , exprimidas (o 2 limas y 1 naranja, exprimidas)
  • 5 cucharadas de aceite de oliva virgen extra
  • 2 cucharadas de cilantro fresco picado
  • Sal

¡Manos a la olla!

  • Lave muy bien la yuca y pélela.
  • En el centro de la raíz de la yuca, hay una línea de fibras que debe eliminarse porque es muy amarga.
  • Corte la yuca en trozos bastante grandes y colóquelos en una olla grande de agua con sal.
  • Hierva durante 20 a 25 minutos o hasta que la yuca esté blanda (igual de blanda que una patata hervida) y escurra.
  • Cuando la yuca esté terminada de cocinar, en una sartén, caliente el aceite de oliva a fuego medio.
  • Añada la cebolla picada al aceite de oliva y fría hasta que estén dorada y crujiente.
  • Agregue el ajo y luego agregue el jugo de los limones y la naranja 2 minutos después.
  • Para servir, coloque los trozos de yuca cocida en un plato o tazón.
  • Vierta la salsa sobre la yuca y agregue los chicharrones fritos rallados o picados (opcional).
  • Decore con cilantro picado y añada sal al gusto.

La sabrosura final:

Para darle un toquecito más auténtico, cómanlos con platanitos fritos y añadan un poco de chicharrones. Esto siempre será un acierto.

¡Bon profit! Que a nosotros nos gusta hacer pero también que nos hagan… ¡Recetas! Nos vemos en la siguiente.

El arte de la paz según ‘Guardias Civiles Solidarios’

Miembros de la asociación ‘Guardias Civiles Solidarios’

¿Saben esa frase tan poética pero al mismo tiempo tan escalofriante: ‘El arte de la guerra’? Se han llegado a escribir libros, ensayos, artículos y hasta películas con ese telón de fondo y con una gran aceptación por la sociedad. Menos mal que en el mundo existen los antónimos y algo tan horrendo se puede volver tan bueno como ‘El arte de la paz’. Y yo añadiría: de la solidaridad.

Cuatro guardias civiles y 470 socios aúnan esfuerzos titánicos en la asociación ‘Guardias Civiles Solidarios’ donde organizan campañas solidarias internacionales. Aunque no hay que irse muy lejos del país, ni siquiera de la provincia para ver cómo se refleja este buen acto dentro de Almería. Junto a las Hermanas Araceli, esta asociación ayudó en los asentamientos chabolistas de Níjar a que 3000 personas de origen subsahariano pudiesen tener una bicicleta con la que pudieran acudir al trabajo y con ello mejorar sus condiciones de vida. “Es todo un orgullo porque ayudan tanto a los que están aquí como a los familiares del país de origen”, explica el presidente, José Cabrera.

“Realmente, llevamos la ayuda a donde la necesiten, a lugares que no aparecen en los mapas”, dice su responsable. Están en operativo desde 2003 y durante la crisis del COVID han repartido más de 3000 batas sanitarias lavables, han reconstruido bibliotecas en Ecuador, llevado ollas a Nepal, comida a Lorca y organizado unos rastrillos solidarios para quitar las cenizas del volcán de La Palma. La ayuda llega, pero siempre falta apoyo institucional y sobra intervencionismo del Estado.

Ustedes son un cuerpo de élite, ¿cómo comenzó todo?

“Todo empezó con la Guerra de Kosovo los compañeros regresaban y preparaban cajas con zapatos, ropa, juguetes… Porque era invierno y los niños andaban por la nieve descalzos. Decidimos agruparnos y entre 4 comenzamos a hacer una campaña para llevar un envío humanitario grande”, expone el presidente.

Eran finales de los 90 y el comunismo en el viejo contiene tocaba techo. El  cruel enfrentamiento civil sostenido durante dos años en el tiempo (1998-2000) convirtió a la región serbia en la zona con más desplazados internos de Europa, la OTAN estableció que alrededor de 1,45 millones de personas. En aquella situación 4 Guardias Civiles de Granada aunaron fuerzas para enviar ayuda humanitaria a Kosovo.

“Cuando fuimos a Kosovo nos instalamos en la base militar de la ONU, logré que nos pusieran un avión de carga ruso, un Tupolev. Donde vamos nos tratan bastante bien, movemos embajadas, consulado, ejército, policía”.

Exactamente, ¿cómo es vuestro ‘modus operandi?

«Estamos viendo la tele y lo mal que está La Palma entonces decidimos hacer algo por ellos. Hablamos con el puesto de mando y directamente por medio de una compañera Guardia Civil y así hemos enviado sobres de alimento y unos inventos de aluminio que hemos hecho para retirar ceniza.»

«Los países del extranjero te abren las puertas, no ponen reparos, sin embargo, en España siempre son los medios oficiales. Parece que si aceptan ayuda exterior es a causa de que el Gobierno no sea capaz de gestionar la crisis. Hay un descontrol bastante grande, aunque nos pusimos en contacto a través de organismo oficiales fue nuestra compañera Guardia quien nos hizo de puente porque con contestaban a los correos electrónicos, la verdad que no sabemos muy bine qué está pasando.»

«También trabajamos en nuestro país a parte de las campañas internacionales, durante el terremoto de Lorca llevamos dos trailers de comida.»

¿Cuando hay un lugar afectado se ponen en contacto con ellos y les pregunta qué necesitan?

«Sí, por ejemplo, prestamos ayuda en el terremoto de Ecuador en 2016, solo nos pedían libros y ordenadores. La catástrofe había derrumbado todas las bibliotecas y para ellos son muy importantes porque mantienen a los niños fuera de las calles. Imagina lo que es llenar dos contenedores de barco de libros.»

¿Todo esto cómo lo vivís a nivel familiar?

«Nuestra familia claro que sufre cuando nos vamos fuera, imagina cuando visitas países como Honduras donde cada segundo muere una persona. En el país latino íbamos de la mano de la policía, ejército y un cura español. Nos quedamos tirados 2 días en mitad de la selva sobrevivimos comiendo mantecados y agua, era la ayuda que llevábamos para aquella zona. Nos quedamos 2 militares y nosotros, uno lesionado porque un cable de acero le sesgo el brazo. Una gente que vivían en unos cafetales que comunicaron por silbidos a una compañera de otra ONG de Barcelona que unos españoles se habían quedado tirados y así nos encontró la policía.»

«A los dos días apareció el camión grúa que nos costó un pastiza, sacó el camión del ejército que llevábamos pues se le había ido la transmisión, es aventura fue en el 2019. Cuando llevas ayuda como el material hospitalario que vale mucho dinero, somos el objetivo número uno de las mafias. Por eso vamos con escolta militar, policía.»

«En Honduras estaba todo muy mal y es un país muy pobre. Allí, si no estás en la droga, prostitución o matando gente, pues poco hay que hacer. Pusimos a funcionar un colegio entero con ordenadores, libros, donamos ropa, calzado…En el hospital militar que está en la capital y otros pueblos de los alrededores cedimos máquina de rayos, máquinas oxígenos, incubadoras que nos dio el SAS.»

¿Qué es lo que más le gustan de hacer estas campañas solidarias?

«La capacidad que tiene el ser humano de hacer cosas imposibles, de creerte lo que vas a hacer, ponerte manos a la obra y ver cómo sale adelante. Cuando te ves enredado todo el mundo se suma, todos colaboran.»

«Cualquiera pude ser socio. La cuota es pequeña, 20€ al año -que, además, te desgravas en Hacienda y te devuelven 15€-. Trabajamos toda la junta y cobramos 0€. Los asociados nos apoyan, tenemos contactos y miramos lo que hay que llevar, lo que nos piden. Contabilizamos, registros en palets y cajas numeradas. Además, tenemos esa facilidad de llegar donde queramos, llegamos a sitios que no existen en los mapas. Hacemos nuestro turno y todavía nos quedan fuerzas para seguir hasta llenar dos trailers de ropa durante nuestro tiempo libre.»

«Es muy duro hacer campañas buscar ropa, juguetes, zapatos mirar que todo esté bien plastificarlo, numerarlo, a la vez hay que hacer gestiones con los barcos, los trailers, la burocracia… Después hay que buscar mucho dinero porque una campaña internacional tiene un gran desembolso como mínimo 6000 euros se van en billetes y enviar el cargamento, entonces tienes que enviar algo que tenga mucho valor.»

¿Cuál ha sido una de las misiones más difíciles que recuerde?

Después de recapacitar un rato contesta: “Cuando estuvimos en Nepal a causa del terremoto que hubo en 2014 tuvimos que llevar todo a mochila, estuvimos 12 días, los transportes eran imposibles y llevar la ayuda hasta Nepal más aún porque la frontera con India está cerrada a causa de enfrentamientos políticos. Llevamos dinero en efectivo con el comité de reconstrucción del valle de gantan nos dieron proyectos comprábamos el material por la zona activamos el comercio local y apoyábamos la construcción de casas que el comité nos decía lo que costaba y así nos gastamos el dinero. Llevábamos unos fajos de billetes, compramos muchas hoyas a presión que era fundamental para ellos, como 300 hoyas ahora cárgatelas a la espalda y vete andando a 4000 metros de altura. Dormíamos en cualquier sitio.»

En su página web se ve la ayuda que han prestado durante la pandemia del COVID-19…

«Con el COVID, empleamos toda nuestra fuerza en España; entregamos 9 toneladas de material sanitario. Hicimos una red de personas en Granada que hacía batas, gorros, patucos… de todo, y los entregamos en Ávila, Valladolid, Madrid, toda Andalucía.»

Un total de 8000 metros cuadrados de tela para confeccionar 3378 batas lavables, según los datos que aportan en el portal web de la asociación.

Pollo Yassa – Senegal

Pollo Yassa, un platillo típico de la comida senegalesa.

Uno de los países mejor considerados en África para disfrutar de auténticas experiencias culinarias es, sin duda, la República de Senegal. Una gastronomía con claras influencias francesas, portuguesas y norteafricana; se presenta con unos platillos que tienen como base el pollo y el pescado y su alimentación es considerada una de las mejores debido a que está hecha con productos locales y de la tierra. Vamos, lo que viene siendo un slowfood y Km0 en toda regla.

Muchos grupos étnicos han condicionado esta gastronomía como los Wólof. Por otro lado, el Islam, que entró en la zona en el siglo XI y la gastronomía francesa (Senegal fue colonia hasta 1960) han condicionado esta gastronomía.
Su ingrediente principal es el arroz que se prepara de muchas formas. Existen otros acompañamientos con cereales (generalmente, mijo). Su posición costera (Océano Atlántico) hace que el pescado sea un ingrediente frecuente en los platos. Uno de los platos tradicionales, el Pollo Yassa, es el plato nacional de este país, y es un plato sabroso y sabroso a base de pollo cocido lentamente con cebolla, condimentado con chile y mostaza. Se degusta acompañado de arroz blanco; lo hemos aromatizado con canela y semillas de comino, pero también puedes acompañar la yassa de pollo con cous cous. El resultado es un plato con ingredientes sencillos, pero con un sabor delicado.

La hospitalidad es muy importante y los comensales suelen compartir un mismo plato. Y como nuestro amigo y antiguo invitado, Lamine Sarr, nos trata siempre con muchísimo cariño, hemos querido traer a los fogones de Originem un plato que le sea característico para que podamos porfundizar más en su gastronomía y cultura. ¡Aquí os dejamos la receta para que todos podáis disfrutar!

Ingredientes:

– Para el pollo:
Pollo entero o ya en trozos 1,5 kg.
Cebollas blancas (unas 5) 1,2 kg.
2 dientes de ajo grandes.
Zumo de limón (unos 40 g) 1.
Aceite de oliva virgen extra 80 g.
Mostaza de Dijon 50 g.
Pimiento dulce 1 cucharadita.
Caldo de pollo 1 litro.
Sal al gusto.
Pimienta negra al gusto.

– Para el arroz:
Arroz basmati 300 g.
Agua 800 g.
Palitos de canela 1.
Clavos 3.
Semilla de comino algo.
Aceite de oliva virgen extra 30 g.

¡Manos a la olla!

1. Para hacer pollo yassa, comience cortando el pollo; con las sobras puedes preparar el caldo de pollo que se usará para la receta. Divídalo en las distintas partes: muslos, pecho, alas con un cuchillo especial
2. Vierta los trozos de pollo en una sartén grande después de haber aceitado bien el fondo (4-5) y dore la carne durante unos minutos a fuego alto, dándole la vuelta para que se cocine uniformemente.
3. Luego retire el pollo de la sartén y colóquelo en una bandeja para hornear. 7, luego déjelo a un lado caliente. Mientras tanto, picar finamente las cebollas blancas8 y verterlos en la misma sartén en la que has guardado los jugos de cocción del pollo 9Cocine a fuego lento durante unos 10 minutos, revolviendo para evitar que se pegue al fondo.
4. Agrega el ajo, chile y mostaza; vierta también un poco de caldo de pollo para favorecer la cocción lenta y dulce de la cebolla, sazone con sal y pimienta al gusto.
5. Revuelva para mezclar los ingredientes. 13; exprime el jugo de limón14 y agrégalo a la cebolla 15; cocine otros 5-6 minutos o hasta que la cebolla esté muy suave.
6. Cuando este último esté marchito, agregue el pollo (16-17) déjelo darle sabor volteándolo varias veces, luego agregue el caldo de pollo para que cubra la carne18y cocine durante al menos 25-30 minutos. Una vez que esté listo, apaga el fuego y mantén caliente.
7. Mientras se cocina el pollo, prepare el arroz que lo acompaña: enjuague el arroz con agua corriente, luego ponerlo a remojo en agua a temperatura ambiente y cubrir con film transparente: debe descansar al menos 20 minutos.
8. En una sartén vierte el aceite y las especias. dorarlos a fuego medio; mientras tanto, escurrimos bien el arroz y reservamos el agua de remojo. Vierta el arroz en la sartén con las especias. y tostarlo unos momentos, revolviendo con una espátula. Luego agrega el agua en la que habías remojado el arroz. El agua tendrá que tapar el arroz y tendrá que hervir al menos 5-6 minutos.
9. Pasado este tiempo tapar con la tapa y cocinar por otros 10-15 minutos, hasta que se haya incorporado toda el agua; una vez cocido, de hecho, debe estar muy seco; Luego puedes servir el pollo yassa acompañado de arroz blanco.

La sabrosura final:

Si quieres darle más sabor al arroz puedes hacerlo con caldo de pollo; si lo deseas puedes acompañar el pollo yassa con cuscús, mientras que el pollo se puede condimentar con hojas de laurel.

¡Bon profit! Que a nosotros nos gusta hacer pero también que nos hagan… ¡Recetas! Nos vemos en la siguiente.

‘Sal de Coco’, la artesanía del Cabo en la…

Rafa y Pepa, dueños de ‘Mangata’ y ‘Sal de Coco’

«He visto crecer en otro cielo cada amanecer cada mañana, diferente sol en cada puerto, cada uno tiene su color… Pero el sol que sale en esta tierra brilla como el faro que me guía, que cuando su luz refleja el agua son como señales que me inspiran. Sé que estoy llegando a mi Almería.» Y allá voy, cantando carnaval aterrizo en el puerto deportivo de la ciudad desde Cabo de Gata un martes por la mañana. ¿A qué? A descubir, a conocer y a saborear las buenas energías de la gente emprendedora. ¡Me levanté con buen pie! ¿Se nota?

El ‘Mangata’, un imponente velero de 12,5 metros de eslora y capacidad para 12 personas, me espera con el sol de los primeros rayos iluminando uno de los muelles. Rafa, su dueño, al timonel. Pero antes tengo que hacer una parada porque es todavía en tierra donde tengo una cita con Pepa, el alma de la reciente tienda de artesanía abierta en el Club de Mar, ‘Sal de Coco’. Me espera, literalmente, con las manos en el barro. El día no pudo comenzar mejor.

La pareja tiene tanta solera como maestría en sus respectivos negocios. Un amor adolescente -desde los 14 años, señores- que ha ido madurando siempre cogidos de la mano y cumpliendo propósitos. Y esa ha sido la fórmula del éxito, aunque familia y amigos siempre están a la vera ayudando en lo que pueden. La palabra miedo no se deja entrever por ningún rincón del relato.

Pepa lo tenía claro: «trabajar como encargada de una tienda ha sido mi vida y estoy orgullosa pero necesitaba otro aliciente. Las manualidades siempre han llamado mi atención y quise probar con la cerámica. ¡Fui tan pesada desde que empecé con esto que el profesor ni por poco me mata de la tralla que le daba a preguntas!» La artesana suelta una carcajada pero sus ojos brillan, «es que siento emoción por lo que he convertido en mi vida laboral. He descubierto que tenía este talento y me ha dado las ganas y las fuerzas de recrearme en mi trabajo. En el anterior pedí una excedencia», y vuelve a reir.

¿Cómo es que elegiste esta localización para tu primer negocio?

La gente se sorprende porque se piensan que el Club de Mar es privado. La propuesta que le hace el área portuaria al club es que abran este espacio un poco más al ciudadano que no es socio y van por el buen camino. Nosotros lo somos desde hace un año, desde que tenemos el barco y es verdad que esto es muy familiar pero aquí puede entrar todo el mundo y se está notando, cada vez hay más gente joven.

¿Y cuál fue el pistoletazo de salida para interesarte por la cerámica?

Es cierto que después del confinamiento, realizar las cosas con las manos a la gente es algo que les ha seducido bastante y, verdaderamente, en Almería capital hay poca oferta de este tipo de talleres. La gente lo ha hecho por hobbie y como algo autodidacta. Yo comencé a interesarme por la cerámica un poco antes del confinamiento. Un año. Realizar las piezas me encanta pero, verdaderamente, lo que me provoca más emoción es tener mi rincón propio y permitir que quien venga pueda “meter las manos en el barro”.

Llevaba 22 años trabajando de encargada en una tienda del grupo Inditex. Cuando tuve a mi tercer hijo, el tema de la conciliación fue algo complicado. Nosotros vivimos en La Almadraba de Monteleva. Me pedí una excedencia y, a los pocos meses empecé a recibir clases del taller de cerámica. A mí eso me enamoró. Entraba al taller y se paralizaba el universo; no había móvil ni responsabilidades. Quise ir más días pero el profesor no me dejaba porque tenía una lista de espera bastante extensa.

¿Cuáles fueron tus primeras creaciones?

Comencé haciendo pendientes y a la gente comenzó a alabar mi talento. Somos los propietarios de la Peña Flamenca El Palmito en el mismo barrio de la Almadraba y en una esquina, sobre el pollo de una ventana, puse un pequeño expositor con mis primeros pendientes y a la gente le encantó. Eso me motivó más. Cuando volví a la escuela de cerámica, después del verano me dio por ir más allá e hice mi primer plato. Tiene unos pescados como los que cuelgan para secarse en las ventanas. Y encantó.

¿De dónde te viene la inspiración?

Pues del Cabo de Gata, indiscutiblemente. El proceso de la cerámica es muy lento porque mientras modelas tiene que tener un estado concreto para que tú puedas lijarla, cocer, secar, pintar, secar… Yo trabajo la cerámica de alta temperatura que es el refractario o el gres. Empezaron a salirme encargos con toda la temática del parque natural  y los vendía. Me animé y quise sacar una producción para ponerla en mi esquina de El Palmito. En mis dos horas de taller no me daba tiempo, necesitaba más, así que me compré un horno animada por mi marido. Fue el momento que di rienda suelta a mi talento y comencé a experimentar cosas yo sola.

«El mundo de la cerámica es amplio porque es pura química y ahí me fui yo con mi horno a darle rienda suelta a mis ideas desde casa en pleno confinamiento. Ahora las técnicas con las que trabajo son: la plancha, el churro y el pellizco;» cosas básicas para ella pero que a mí me dejan fascinada. Sobre todo por ver con qué buen gusto está hecho y decorado, tanto su cerámica como el local. Vuelve la Almería tradicional, vuelve el esparto reinventado en lámparas y decoraciones, vuelve la cerámica inspirada en Níjar pero con toque de salitre y pureza blanca y azul. En ‘Sal de Coco’, vuelve la tradición con sabor a actual y, sobre todo, con sabor a hogar.

La conversación y las anécdotas siguen pero el que más cara de preocupación pone es el pobre Rafa al recordar cuántos microondas se han llenado de barro por los inventos de Pepa y la técnica del Raku, aunque deja entrever una sonrisa: «Me tenía los enchufes del almacén quedamos, cada vez cogía más espacio en la peña y tuve que buscarle un lugar», comenta entre risas el empresario. Pero ella no se achanta, sabe que tiene una asignatura pendiente, el torno, y después de montar su propio negocio y cuando llegue a tomarle el pulso, sabe que no va a ser algo que se quede en saco roto. Los retos están para superarlos y la formación está pendiente. Por lo pronto, arranca con sus propios talleres en el mes de diciembre -bajo reserva, a través de sus redes sociales-.

Rafa, dueño y patrón del velero ‘Mangata’

‘Mangata’, hilos de la luna lunera; el reflejo, a modo de camino, que pinta la luna sobre el agua del mar. Rafa ama el Cabo de Gata, su infancia y toda su vida la ha desarrollado en la esquinita marina donde el sol pasa el invierno y, por ello, sabe de todos sus entresijos y lo que puede ofrecer a los visitantes.

Tanto es así que su vida profresional la ha sabido compajinar sin salir del parque natural. Y, aunque la hostelería siempre ha estado presente en su vida y en su familia, también con amigos ha llevado iniciativas empresariales como Parque Aventura, donde llevaban a cabo actividades acuáticas (windsuf, rutas en barco…) por Cabo de Gata y San José en 2001 y 2002. “Yo siempre he sido un desgraciao de la hostelería que siempre he estado trabajando mientras mis colegas salían. He trabajado en el bar de mi tío unos 7 años, en el pub El Zaguán. Ahí se puede decir que fue donde eché los dientes. Tras otra temporada de comercial, llegó el desembarco de la heladería ‘El Flamenco Rosa’, en 2008 cuando nació mi hijo mayor; y en 2011, abrimos nuestra peña flamenca”, explica el empresario con el entusiasmo del que emprende.

¿Qué te impulsó a comprarte un barco justo antes del confinamiento?

«Los barcos son caros, teníamos que buscar una manera de rentabilizarlo y decidí trabajar en él organizando eventos (excursiones, ceremonias de ceniza, excursiones en pareja…). Esto requiere formación para conseguir la titulación y que el barco esté lo suficientemente bonito y equipado pero, al estar confinados, he tenido tiempo de poner todo en orden. No fue fácil, no te voy a mentir, pero ahora ya estoy formado lo suficiente para llevar a 6 personas. Así que ofrecemos paseos de distintas modalidades por Almería y, concretamente, por el Parque Natural Cabo de Gata-Níjar.»

«A mi mujer, para que me dejara comprarlo, se lo vendí como la oportunidad de tener un apartamento en Almería, solo que en vez de en tierra pues en el agua. Una caravana marina y me hizo caso», Rafa y Pepa se miran, los comienzos no son fáciles pero saben que juntos todo saldrá adelante.

Gracias por haber llegado hasta aquí, querido lector.

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«Hay aporofobia en el cine» dice el director almeriense…

El director de cine almeriense Ian De la Rosa por la fotógrafa Ruth Franco

Ian de la Rosa es un director de cine almeriense que pronto llegó a su reconocimiento profesional. El cineasta contaba 26 años cuando su cortometraje ‘Víctor XX’ fue premiado en el ‘Festival de Cannes’, y siendo un director nobel. “Era una ficción pero por supuesto que el sentimiento estaba presente”, dice a cerca de aquel cortometraje donde se plasmaba la transición de una persona transexual de una forma intimista, humana, detallista de manera que el espectador empatizara con el film. Una cinta que no dejó a nadie indiferente.   

Desde un apartamento alquilado en Barcelona, donde acudió por su precandidatura a los premios Gaudí con el corto ‘Farrucas’, atiende esta llamada con un discurso meloso que hace difícil cortar la llamada. Anda emocionado porque a finales de mes sabrá si su último trabajo es finalista de los premios Goya, el máximo galardón del cine íbero. 

El cineasta nijareño, nacido en 1988, todavía recuerda el momento en el que quiso convertirse en directora de cine. Tenía 15 años y estaba en la playa de Agua Amarga con una amiga. El oficio apareció antes que la transición de género y reconoce que es la relación más larga que ha mantenido a parte de la que cada uno llevamos con nosotros mismos.  

“Con ‘Víctor XX’ me ha pasado mucho que la gente pensaba que hablaba de mí, pero ¿en qué proyecto no se pone algo de ti? Aunque pienses que no, ya estás eligiendo no poner algo de tí. Por supuesto que el sentimiento que se refleja en mi primer corto es autobiográfico. Me pilló al inicio de mi tránsito y estaba en mitad de una centrifugadora. A nivel emocional es tremendamente complicado aunque tengas todo el apoyo, que lo tuve, pero todos los cimientos se están moviendo y hay algunos que tienes que volver a construir y, es muy complicado. Era difícil con tanta exposición mediática y el proceso en el que estaba inmerso. Hubo una retirada con una obra francesa en la que trabajo como actor: ‘Trans (més enllà)’, y es un proyecto tan bonito que lo quiero dejar porque tengo el largometraje, el máster de investigación cinematográfica que estudio; ¡pero después pienso que es tan guay!”, atestigua De la Rosa al otro lado del teléfono desde el único rincón donde la cobertura es lo suficientemente buena para que la conversación sea fluida. 

“Un momento que llaman a la puerta», era la limpiadora, una mujer asiática. ¿Te das cuenta? esta sería la parte social pero, ¿qué no es social en el cine?

Me molesta esta etiqueta y entro en conflicto cuando hablamos de cine social. El cine es social, hay una aporofobia increíble. Cuando hablamos de gente que no tiene clase -ni alta ni media- lo llamamos cine social; sin embargo, hablamos de una película de clase alta donde durante una cena se están representando unos problemas, que la gente ni puede estar en la mesa y se tira los trastos, no lo consideramos social. Que alguien me explique esto.

El cine abarca la vida, intenta abarcar la vida, que me diga alguien ¿qué no es social? Entiendo que el mundo en el que vivimos las etiquetas son a veces asfixiantes, la etiqueta LGTBIQ+ a veces nos delimita”.

Ian, ¿de dónde viene todo este amor por la sociedad?

Mi padre y mi madre son trabajadores sociales y creo que por eso meto tanta caña a la etiqueta social. Ellos trabajan en Níjar todavía no se han jubilado. Me he criado con mi hermano y es inevitable cuando te sientas a comer la mayoría del tiempo hablamos del trabajo que tienen entre manos. Además, ellos son muy pasionales a mi hermano y a mí nos han trasmitido esa pasión, a veces hago la broma de que solo me falta el título. Al principio de mi carrera no me daba cuenta, pero ahora sí. 

Ahora creo que soy más inteligente por experiencia, creo que tengo más tranquilidad y algo más claro.

La Veneno abrió camino a la comunidad LGTBIQ+ de España, ¿cómo fue el proceso de trabajar para hacer el guión de su serie?

Fue en mitad de ‘Farrucas’, estaba de vacaciones en Marruecos y me escriben Helena Martin y Claudia Costafreda que estaban trabajando con Los Javis en la serie. A la semana, empecé e trabajar; fue en el verano de 2019. Ellos necesitaban tener a alguien Trans trabajando en el guión a parte de Valeria Vegas, quien escribiera las memorias de La Veneno. 

Es un referente que no es perfecto, además la Veneno tuvo una vida muy complicada como muchas mujeres Trans. Que se dedicara a la prostitución que en esta sociedad puritana está mal visto, es la salida de muchas, que no encuentran otro trabajo. Cuando eres Trans has bajado 32 escalones. A mi esta situación me mata psicológicamente, pero no a golpes, no tengo que ir por la calle pensando en si me van a dar una paliza, es privilegio de chicos Trans.

Dentro de una cadena como Atresmedia hubo la intención de hacerlo más humano, de contar la historia de Cristina que abrió camino en una sociedad de los 90 que necesitaba esa apertura sexual. 

Cristina recibía ese ninguneo y falta de atención, necesitamos el apoyo de la familia, sin ese apoyo somos otros y ella no lo tuvo. Éramos conscientes de esta situación, me leí la biografía que hizo Valeria y con eso ya tuve una forma bastante potente de entrar. Cuando llegué a la sala de guión ya tenían un buen trabajo hecho. 

Para mí La Veneno no acaba cuando acaba la serie me va a acompañar profesional y personalmente porque estoy dentro y porque fue descubrir un referente. 

Durante Digo Fest dijiste que hacías cine para construir los referentes que te hubiera gustado tener de pequeño. 

“Yo hago cine incluso para tener los referentes que no he tenido, para verme reflejado en un espejo y que ese espejo se convierte en un altavoz porque la visibilidad que da hacer una película, que legue a pantallas, plataformas…

Tampoco quiero aferrarme al hecho de crear referentes. Estoy consciente del trabajo que hay de crear esos referentes que no veo o simplemente dejar de sentirme invisible. Pero el día de mañana puedo hacer algo que no esté relacionado con lo Trans, como Farrucas. El privilegio de poder dedicarme al cine aunque sea de forma primaria”.

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“No hay nada mejor en esta vida que tú…

La guerra, los totalitarismos y el descontrol político son siempre una putada. Pasan los años pero uno nunca olvida, sobre todo cuando en tu país natal parece que no dan tregua. Puede que todavía quede algo de aquel muchacho sirio que llegaba a España a finales de los ochenta. Mohamed Ali Tamer vino a la Universidad de Granada a estudiar Hostelería y Turismo mediante una beca que le concedió el gobierno de su país. Tiempos difíciles en aquella última etapa que vivió de lucha, de revolución y de intentar cambiar el mundo. Pero cuando regresó después de aquel primer año en el antiguo califato, se encontró que las calles que le vieron crecer no tenían cabida para su mentalidad. Y tocó volver a la esquinita mediterránea donde metafóricamente vive el sol. Una semana durmiendo en las calles de Aguadulce, empleado en el cine de Juan Asensio, dependiente en Carrefour, conductor, intérprete, educador en un centro de menores y mediador en CEPAIM. 36 años casi en el exilio. Nada baladí.

Ali no quería hacer el servicio militar. En Siria, es obligatorio de por vida y no lo hizo, su nombre está en la frontera de su tierra y así seguirá a no ser que pague una cuantiosa cifra. Por miedo a las represalias y por las condiciones adversas que presenta la vida para un joven que se sentía como un niño grande en una tierra completamente desconocida y casi en las antípodas culturales de su país. Como anécdota recuerda que pasó el primer mes comiendo pan y latas de atún porque estaba completamente seguro de que aquello no llevaba cerdo. Ali recuerda entre risas, estas situaciones que se le presentaron por novato. 

¿Cómo te reporta a tu vida el ayudar a otros?

A mí me hace sentir una persona válida en todos los aspectos de mi vida, es increíble lo que los jóvenes te pueden enseñar. Quizás la emoción más grandes es cuando veo que he podido ayudar a alguien y que con el tiempo tiene una buena vida, está bien. 

Una pausa para tragar salida y mediar con las emociones para continuar: “es una sensación y una emoción tan grande la que me produce que uno no puede describir. Es triste ver cómo las familias se resquebrajan o vienen los menores al programa de dos años de asilo político, los niños caen en nuestras manos y luego son capaces de encontrar un trabajo, una casa donde vivir… Durante esos dos años que como máximo pueden estar con el asilo humanitario, trabajan pero les quitamos una parte proporcional de la ayuda para dárselo a otros.»

El trabajo no es fácil. Ali expresa con un nudo profundo en la garganta algo que no puede terminar de superar: «Todavía me cuesta mantener la distancia a la hora de querer ayudar a alguien pero sé que es bueno para mí. Tengo 56 años y yo trabajo así, es difícil que pueda cambiar ese sentimiento porque siempre me pasa. 

No hay nada mejor en esta vida que tú vayas al trabajo contento y que se te pase tan pronto el tiempo que cuando te tengas que volver a casa te sorprendas. Es algo indescriptible”.

Ali trabaja en el centro CEPAIM de Roquetas de Mar desde 2017, su vida empezó a mejorar cuando obtuvo los títulos de idiomas oficiales (árabe, español, inglés). Antes, ya había trabajado como mediador con la Policía y la Guardia Civil durante las operaciones de verano de recepción de migrantes. Por otra parte, el ‘Máster en Intermediación Cultural’ de la Universidad de Almería le permitió acceder a las prácticas en el Distrito Sanitario del Poniente como Mediador Sociosanitario, una figura que durante un tiempo facilitó la vida de los sanitarios, un buen trabajo para Ali que duró poco. 

“En esa época, esta figura era algo nuevo y recorrí varios puntos de España, como Toledo o Madrid, para explicar en qué consistía nuestro trabajo. Todo el personal sanitario se dio cuenta de nuestro valor y nos convertimos en figuras indispensables.

En 2010, ya con 1 niño, con la crisis económica, se me acabó el contrato y me volví al cero. Monté una asociación de inmigrantes en Níjar, prestando este servicio de interpretación con otra chica marroquí. Ella se quedó con la asociación porque yo vivía en Almería y era tedioso ir todos los días hasta el campo de Níjar. Nunca he estado parado. Me fui a un centro de menores en Huercal Overa, ’Saltador’. Donde acogen MENAS hasta los 18 años. Y menores en conflicto social, había extranjeros y también españoles. Estuve ahí hasta el 2016. Con esos niños lo que hacíamos era convivir. Los niños en conflicto social no eran completamente libres, por así decirlo.  Sus padres estaban en la cárcel, o madres que no han cuidado bien a sus hijos y asuntos sociales se los han quitado… Teníamos que reeducarlos, era muy duro. A los niños se les castiga con las salidas, si no querían comer pues la comida se les ponía para la cena… He sido incapaz de actuar así con mis hijos”.

En su lugar de trabajo unos souvenirs con la bandera siria a pesar de que tuvo que renunciar a su nacionalidad en 1992 para abrazar la española todavía siente un gran amor por la patria donde creció. La comunidad y la pertenencia son sentimientos que calan hondo en cada uno de nosotros. “Hay unos estudiantes de intercambio sirios de buenas universidades de pago en la Universidad de Almería y cuando vienen a mi casa y preparo comida típica de mi país se ponen muy contentos y me están muy agradecidos. Recuerdo como una familia hacía lo mismo conmigo cuando era un estudiante en Granada. Cuando era estudiante me dediqué a buscar a todos los compatriotas que había en Granada y eran unos 225 a día de hoy serán unos 4000. En Roquetas por ejemplo hay 35 refugiados, el conflicto que hay en Siria con todos los intereses geopolíticos sobre el territorio, no tiene nombre”. 

Ali se despide sonriente con la actitud cordial y amable que ha mantenido durante toda la conversación, el ambiente de trabajo es relajado y distendido. Un lugar amable en una primera toma de contacto para aquellos que buscan asilo humanitario o están sujetos al programa de protección internacional. 

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El sombrero de copa de Pescadería

Los barrios almerienses guardan la esencia de quienes los habitan, la frutería donde se arregla la política del país, el barbero que conoce tus pesares, los bares donde se reúnen tus amigos, esos lugares que reciben al forastero con una buena tapa. Si bien, estos rincones están presentes en cada uno de nuestros vecindarios, la calle Pedro Jover ha cautivado toda la atención de esta preguntona profesional.

A las 10 de la mañana de un 10 de noviembre, un hombre viste traje negro, sombrero de media copa, pajarita y camisa blanca; de etiqueta. La vendedora de cupones pronto me informa: “Ese hombre es Luis, es muy buena persona, se dedica a hacer recados a todo el barrio”. El hombre de los grandes lentes redondos custodia la mesa alta de la puerta de un bar, a la distancia prudente para entablar una conversación y antes de comprometer mi identidad puedo fijarme en unas cuantas insignias que lleva en la solapa, son pines de la Guardia Civil. 

“Buenos días Luis me han dicho que es usted muy buena persona, que hace recados a todo el barrio”, el hombre contesta sonriente: “Así es, de esa manera me entretengo”. La rutina para este hombre que ha vivido durante sus 58 años de vida en Pescadería consiste en levantarse muy temprano a las 06.00h de la mañana, ponerse su traje porque a él le gusta vestir bien -“A la antigua”, en sus propias palabras- y también perfumarse bien. Al romper, acude a prestar su ayuda para abrir el bar, la barbería y repartir la prensa. 

Luis Pérez Sánchez lleva cada mañana los ejemplares de La Voz de Almería hasta la Subdelegación de Defensa en Almería. Allí, el guardia civil cuyo nombre empieza por A, habla de cómo entablaron su amistad hace un año cuando fue destinado a la subdelegación, insiste en que es buena persona, que le lleva tabaco y a cambio se queda con la vuelta para sus cosillas.  “Es muy buen chaval, es mi amigo”, el repunte de la voz del señor A y la palabra me dan un pellizco, porque no a cualquier llamamos así. Etimológicamente, un amigo es el lugar donde guardamos parte de nuestra alma y Luis tiene un trocito en cada vecino que lo llama “buena persona”.

Uno de los vecinos de Luis fuma en la puerta, su nombre es Manolo, este hombre cuenta detalles que tiene registrados de la vida del entrañable personaje. Luis escucha sin gesto alguno, es difícil adivinar qué piensa cuando oye sus hazañas, solo dice de vez en cuando “Manolo, esas son historias personales” a la vez que alza la mano, pero no la voz, a la altura del sombrero y continúa con su sonrisa pintada. 

Desde la puerta de su cochera transformada en un museo particular y punto de encuentro para sus amigos, las vírgenes, santos, cristos, relojes y recuerdos de su familia se asoman a la imponente luz de nuestra tierra, con un cielo azul despejado y La Alcazaba de telón la historia de Luis se desgrana, porque todos tenemos un gran historia que espera ser contada. 

El señor del traje negro pintaba muy bien cuando era joven, fue a la Escuela de Artes y Oficios de Almería, pero su padre era relojero y precisaba de la ayuda del chaval. Todavía guarda dibujos y su vecino apunta que es un muy bueno con la madera, incluso ha construido su propia cocina, pero a su manera, comenta entre risas que sigue a la escuela de Bauhaus, Luis sale al paso: “al estilo moderno”.

En los balcones de su casa ondean banderas los Estados Unidos pertenecientes al hermano de Luis, conocido como el Travolta almeriense. “Mira este era mi hermano, salió en La Voz de Almería y todo”, entonces me enseña un recorte de periódico que cuelga detrás de la puerta de su museo. Es una contraportada donde se habla de este personaje de Almería con ese romanticismo que tiene el papel y aquello de guardar los recortes, qué decir si son nuestros seres queridos y ya no están.  

El hombre del sombrero de copa dice que lo mejor del barrio es que no está solo y además no le falta de nada, un vecino le trae pescado, la otra le da un tupper de habichuelas… “A mí me gusta ayudar, siempre con todo el mundo me llevo bien. Me gusta la buena gente, los vecinos y la tranquilidad. Siempre vienen a hacerme una visita, echamos el rato, uno juega a las cartas…”

Y en esa esquina entre la barbería árabe, el bar y la frutería se da la vida de Luis Pérez Sánchez por toda la calle que recibe el nombre del reputado diplomático almeriense, Pedro Jover. 



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El lobo de mar cuya ceguera repartió suerte al…

Francisco Martinez Alias, el lobo de mar

Fue pescador hasta los 51 años cuando entró en la oscuridad de esta forma metafórica, explica Francisco Martínez Alias, cuando perdió la vista por completo y volvió a ser una persona funcional. “Yo pensé que me quedaba como un armario empotrado, la mente no te deja avanzar”, dice hoy Paco como se le conoce en el barrio de Pescadería. Sentado en un taburete plegable junto a otra afiliada y vendedora de la ONCE, rememora las batallas que siendo un crío de 9 años le hicieron hacerse a la mar; cree que no fue valiente, pero siempre le pagaron como a un hombre.

Nació en 1953 en Almería en el barrio de Pescadería donde lleva toda su vida. A los 17 años hizo el servicio militar, aunque ya era marido y padre de un niño de 3 años. Cuando se quedó ciego, trabajó como vendedor de cupones, trabajar lo hacía sentirse “normal”. durante aquel periodo de 9 años repartió 3 premios en su barrio. 

“Tenía 4 años cuando murió mi madre, fue mi hermana mayor quien nos crió, éramos 3 hermanos. Mi escuela ha sido el muelle, a los 12 años viví un naufragio en El Cabo Quilates (Marruecos). Embarrancamos a las 21.00h y a las 23.00h habíamos llegado en un bote a la costa. Me embarqué en los barcos de cerco, los que van con la luz y pillan las sardinas, los jureles… he pescado gambas, cigalas, de todo, trabajé 4 veces en Argelia y, en Marruecos hasta que prohibieron las pesca allí (a principios de los 2000) por esa época perdí la vista del primer ojo, comenta Paco con secuencialidad una vida que solo narrar es una hazaña. 

Contemplamos que estos marineros navegaban sin aparatos de GPS o radar que buscara el pescado. “El sónar hoy en día lo llaman el pato, te marca el pescado”, dice el antiguo pescador en referencia a la similitud del sonido entre el aparato tecnológico y el ave. 

¿Se consideraba la edad de los niños?

No había edad, tenías que trabajar porque había que salir adelante. Nos embarcábamos niños y todos, teníamos que comer. Siempre he desarrollado en el trabajo, he sido un burro, me arrepiento de haber sido un cagón. Tenía que haber llegado a patrón, pero es tu cuerpo el que no te lo admite. Sin embargo, he estado en la cubierta, remendando día y noche, tripulando el barco.

Paco habla con las manos, explica cómo se echa el arte, las melenas, las puertas a través de sus gestos. Las palmas arrugadas y cansadas, los dedos robustos denotan el trabajo duro, la mar escrita en los surcos. 

¿Ha trabajado en el Atlántico?

Sí, una pila de años. ¿Sabes lo que siento de haber trabajado en el Atlántico? Que no he disfrutado de mi mujer. Venía a mi casa a los 40 o 60 días, pasaba 4 días con la familia y vuelta a Algeciras al barco. Faené en Marruecos desde los 16 años hasta que se dejó de faenar allí, en ese momento perdí la vista del primer ojo.

¿Pero cuando habla, ve? Quiero decir decir gesticula con las manos:

Claro porque no es lo mismo que nacer ciego, ahora te miro cuando hablas porque tu voz me guía.

¿Qué te enseña la mar que no te enseñe la tierra?

La mar te enseña… A ser un héroe, supuestamente, porque cuando hay mal tiempo no lo puedes esquivar, te las tienes que tragar todas. En una ocasión durante un temporal tuvimos que dejarnos ir, cuanto más tarde se hacía peor era el tiempo y dejamos el barco a lo que Dios quisiera. Volvíamos a Almería y no avanzábamos para Cabo de Gato, vinimos a a amanecer a Motril aquello sí que fue un milagro.

Siempre he sido pescador, lo único que he pisado de tierra ha sido la ONCE. Tenía 51 años cuando conocí la asociación para rehabilitarme. Al principio creía que era un armario empotrado, un bulto, pensaba… en fin. Hasta que empecé a ir a rehabilitación psicológica, no quería ir, me veía algo suelto, pero el agarradero no se me quitaba. La psicóloga percibió que algo arrastraba, pero no lo había echado cuentas. Mi nieto mayor, que entonces tenía 11 años, vino a visitarme y me dijo: ‘Papa si yo pudiera te daba un ojo y nos apañábamos uno con cada uno, así veíamos los dos’. Aquella pesadilla me la quité porque pensé que no podía arrastrar de mis nietos, que tenía que hacerme el fuerte. La psicóloga me dio el alta porque necesitaba vender (cupones), pero me dijo que por todo lo que había aprendido de mí me hubiera dejado en terapia 2 meses más. 

A partir de ese momento, una persona que se queda ciega no puede llegar al 100% te hablo por mi experiencia. Al principio empiezas a subir escaleras pero nunca vas a llegar a la mitad, a medida que subes te cansas y cuando llegas a un cuarto estás más cansado porque la mente te hace la trampa de para qué vas a hacer ese sacrificio.

¿Qué volvió a hacer que pensaba que no haría jamás?

Los ciegos palpamos entonces puedo saber cuando hay polvo. Prepararme un bocadillo, afeitarme, ducharme, limpio el cuarto de baño… Pensaba que no lo volvería a hacer. Mi mujer pone el plato de comida en la mesa, como y después friego. Al principio la mente se bloquea y piensas que vas a ser un bulto, también en la ONCE hay gente muy preparada que te ayuda. Tardé en rehabilitarme 6 o 7 meses. Las primeras veces que salía a la calle me agarraba de mi mujer rodeándola con el brazo por encima a día de hoy me sujeto por el brazo de quien sea y ando al ritmo de un coche.

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