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«Supe que este era mi lugar» Roquetas para la…

Ojos azules chisporroteantes, sonrisa traviesa, la broma, el optimismo, la picardía… Esta es la historia de una de esas alemanas que embelesaban a los muchachos en la puerta de las discotecas en los 80. Cuyo cabello dorado le valió un distinguido paseo en mulo por las Alpujarras y cuya determinación en la vida la plantaron en Roquetas de Mar hace 33 años, porque este es su sitio. A continuación, Astrid Janetzko, nacida en Dusseldorf en 1965, madurada bajo el sol de Villalón.

¿Cómo conoció Roquetas de Mar?

“Vine por primera vez con 12 años de vacaciones, solo había dos hoteles Playa en la Urbanización. Desde entonces, supe que este era mi lugar e hice todo lo posible por venir”. Asegura que la comida era difícil, nada que ver con los hoteles todo incluido y cocina internacional que se estilan hoy en día. «Imagina que yo nunca había comido cocido en mi vida. Ahora me encante pero, claro, en aquella época la comida española era muy chocante para un turista», asegura Astrid.

A pesar de todos los choques culturales, quedó prendada de Almería. Cuando terminó sus estudios de administración y secretariado ya había perfeccionado el idioma. «Antes apenas había libros para aprender castellano. Practicaba español en la Taberna Flamenca, un punto de encuentro de todos los españoles que habían emigrado a Alemania. Si no encontraba a nadie para practicar me metía en la cocina a limpiar pescado con una señora gallega que hablaba sin parar y no entendía nada, pero me gustaba escuchar el idioma”.

A los 22 años, vino de vacaciones en el ahora renombrado Diver Hotel, lugar en el que conoció a quien fuera su marido, Nicolás, y a un compatriota que la introduciría en el mundo de la animación en los hoteles, un paso importante para obtener el permiso de residencia.

“Nicolás, un hombre de Albondón, me enamoré de él. Pero la combinación del carácter de Dusseldorf y las Alpujarras…” Astrid cambia el semblante y rompe a reír, satisfecha de las vivencias de su vida.

Sin permiso de trabajo, no hay permiso de residencia, ni al revés

A pesar de que la situación era difícil nuestra rubia no dudo ni un minuto, ella tenía claro que vino para quedarse. “Fui a hablar con el cónsul alemán que vivía en Aguadulce y la conversación fue corta. Pensé ¡qué tío! Ahora soy amiga de la familia, pero costó un poco. La situación era como ahora con los africanos, los rusos… el Estado no permiten que te empleen así de fácil”.

 

La gestora alemana afincada en Roquetas Astrid Janetzko. Foto por Melanie Lupiáñez

¿Cómo obtuvo el permiso de trabajo?

Cuando me presenté ante el jefe de recursos humanos del hotel, todavía no dominaba bien el español, pero sabía cuándo tenía que decir que sí y cuando que no. Dije a todo que sí con la cabeza. Gracias a que hablaba 5 idiomas pude obtener permiso de trabajo.

Durante 8 años, fue animadora de uno de los Playa de la Urbanización, tenía miedo escénico de tanto practicar se le pasó, afirma.“Recuerdo con cariño cuando trabajamos con el IMSERSO y mira que con estos viajes no se gana dinero ni para encender el aire acondicionado. Hacía lo que tocaba, había que ayudar en el bar, la recepción… Me trataban muy bien porque vieron en seguida que era extranjera. Llegué al escenario y dije: ‘bienvenido grupo de Gadalajarra’, todos se partían de risa. Después de tantos años me queda ese germen de ser graciosa, animada y era forzosamente, porque mi naturaleza es tímida”.

Los días de actividad frenética en el hotel llegaron a su fin. Astrid domina más de 5 idiomas hablados y escritos, alguno más por oído, pero es una auténtica encantadora de serpientes. «Empecé como guía turística durante 6 años. Pero llegaba a casa y kaput. Después de hablar de flora, fauna y cultura en 5 idiomas, al día siguiente no recordaba qué había contado ni a qué grupo. Fue el punto de inflexión que me hizo buscar una alternativa nueva a mi vida. Decidí armarme de valor y montar mi propio negocio».

1999, año del comienzo

“Junto a mi amigo, José Luis Ramos, que es contable, montamos mi primer local”. Un espacio compartido entre un rent a car y una gestoría, un coworking que dirían los modernos.

Las puertas automáticas, Astrid utiliza esta metáfora para hablar de su trayectoria en la vida y cómo las oportunidades salían a su encuentro.

¿Cómo compró el local donde se emplaza el negocio?

Vi por la calle al dueño del local donde estoy ahora, me pidió nada, estaban todos los papeles preparados porque en el último momento los compradores se echaron para atrás. El alquiler no me gusta pienso que es dinero tirado. Propiedad, propiedad. Hay que pensar en el día de mañana.

La ayuda familiar le dio un pequeño un empujón y eso que ella siempre ha sido una hija única independiente y con las ideas claras. «Mi padre me prestó algo de dinero para reformar el local y habilité el sótano donde viví durante 7 años. Así tenía dinero para mi negocio y devolver la hipoteca. Estaba sola, sin marido, ni hijos… Pues vivía de puta madre. Me compraba todos los muebles que me gustaban, los montaba”.

Vivir y trabajar en el mismo lugar, ahorra alquiler y paga la hipoteca

Detalle del despacho de Astrid

No a muchos les puede parecer apropiado vivir en un sótano durante 7 años de su vida, pero con humor y determinación, esta mujer emprendedora y valiente lo consiguió. “Es un sitio limitado para vivir, estaba muy cerca de los papeles, la suerte que por las mañanas me movía, iba a extranjería… Por otro lado, me gustaba, pensaba si alguien entra a robar estoy yo aquí abajo. Me lo tomaba con un humor”, comenta acerca de su tiempo debajo de las facturas. 

El apartamento fantástico. 2006

“Una señora necesitaba vender su apartamento y me dejó el poder. Se me ocurrió preguntar al notario si podía venderlo a mí misma, respondió que sí. Hablé con la señora y me esperó. Necesitaba 40.000€ y estaba tasado por un valor bastante superior. Todavía pagaba la hipoteca del local y el director del banco solo me preguntó ¿crees que puedes hacer frente a esta segunda hipoteca? Respondí que sí y me la dio”. 

¿Serendipia o destino?

Esta rubia crece en la adversidad, el humor es su filosofía de vida y monta caballos enteros, esto último una proeza al alcance de unos pocos. Y, al final, cada cual se lanza a la búsqueda de su propia suerte, así que Astrid siguió caminando. “Llamé al camión de una empresa de reformas alemana para que me ayudar a llevar la cama nueva que acababa de comprar para el apartamento. Y el transportista me buscó arrendatario. Me pagaba un alquiler pequeño a cambio de reformar todo el apartamento por dentro en el plazo de un año. De esa manera tenía un apartamento presentable cuando se marchó el alemán”.

Estudiar medicina a los 47 años

“Hubieras sido buen médico” dijo el doctor Juan Barón del Centro Médico de la Urbanización. Música para los oídos de nuestra protagonista que con 45 años se preparó el acceso a la Universidad.

Una vez más se puso manos a la obra, “fui al Cortijo del Gobernador y me matriculé en el acceso a mayores de 45 años. Solo tenía que preparar dos asignaturas lengua y comentario de texto. Vi que había clase de latín, griego, filosofía… tantas cosas interesantes y me apunté a todo”.

Como una auténtica colegiala Astrid se quedó colgada de un profesor, pero el amor no siempre es correspondido en la medida que lo esperamos. “Me enamoré de mi profesor de latín, pero era del otro lado del río, ¡Qué pena! Era muy buen profe. Siempre le gastaba bromas, en una ocasión puso en la pizarra la palabra analfabetos, preguntó cuál es el lexema y yo respondí: anaaal…Pero me lo podía permitir porque era buena”. 

De hecho se aprendió todos los todos lo sufijos y prefijos en orden alfabético del español de origen latino y griego. Cuando pregunté que por qué en orde alfabético respondió la protagonista con rotunda convicción: «para poder retenerlos en la cabeza». 

Además descubrió que amaba la filosofía y que las enseñanzas de los grandes, como Platón y Sócrates, eran sus pensamientos desde siempre. 

¿Llegó a la Universidad?

Me matriculé en Granada para medicina y estudié un solo día, porque las clases eran presenciales y no podíamos faltar sin justificante médico. Mi padre estaba en casa y tenía que cuidar de él, traté por todos los remedios de ir con el tren, el coche… Me di cuenta que no podía cuidar a mi padre en Roquetas y estudiar medicina en Granada. Además, tenía que llevar el negocio…

¿Cuál fue la sensación entonces?

Lloré mucho cuando lo dejé, pero me di cuenta que esa puerta era la que forzaba y conseguí abrirla. Me metí donde no era mi camino, pero tengo la satisfacción de haberlo conseguido. Quería estudiar medicina para ser alguien importante, pero me di cuenta que ya soy alguien importante”. El reconocimiento, que no es el igual que la gloria, o la fama, tiene que ver con la distinción que aporta poseer ciertas características.

 

Hace un par de años que Astrid Janetzko dejó de vivir en la caseta de madera que habilitó cuando su padre vino a pasar el invierno de su vida a su apartamento. Ahora este lugar esta destinado a la escritura terapéutica, humorística y autobiográfica.

Por cierto, no piensa jubilarse sigue dedicándose al asesoramiento y trámites de extranjeros comunitarios. Con el nombre de Victoria Services Management conocemos su negocio, “porque esta palabra es muy positiva y mi nombre era un poco difícil de recordar”, aunque yo haría el guiño a la conocida marca de ropa interior femenina. Está orgullosísima de su trabajo, ser su propia jefa, todo lo que ha obtenido en la vida y agradecida a pesar de los tiempos que corren a la vida.

“Si te atreves a vivir, vas a crecer”, dijo por último. 

Gracias por leer y formar parte de la comunidad Originem.

Estaremos encantados de ver tus comentarios o escuchar tus propuestas.

Fuerza y determinación para todos siempre.  

Latinoamérica

El único taxista negro de Almería: Santos

Cruzaba presto por el Paseo de Almería y unos ojos salieron a mi encuentro. En la parada de taxis un conductor negro manejaba el coche, entonces quise conocer su historia. “Es ecuatoriano y lleva la licencia 28. Llama a central”, me dijo un compañero del gremio. El protagonista de hoy es Santos Alberto Almán Medina, por ahora el único afrolatino taxista de Almería.

El caballero de la camisa inmaculada, mejores formas y puntualidad inglesa, toma asiento y comienza a narrar su historia, paso a paso, desde el provinciano que nunca había salido de Guayaquil hasta el padre que procura un futuro mejor para sus hijos. “Los estudios no te los quita nadie”, dice quien acusa la vulnerabilidad del analfabeto, más que el azote del racismo.

Llegó a Almería en 2003, dejaba en Ecuador a su mujer y 3 hijos, el menor de 7 años. Vino a nuestra tierra de la mano de su hermana mayor, con la intención de trabajar unos años y sacar dinero para comprar un taxi nuevo en su país.

Distancia que separa Guayaquil de Almería.

“Nunca había salido de mi país, hice trabajos que jamás hubiera imaginado”, confiesa Almán. En el sentido estricto de lo que significa confesar, sacarse del pecho las espinas a golpe de palabra, porque todos soportamos el humano derecho de cometer errores y redimirnos con el perdón de los hombres.

El taxista recuerda con precisión milimétrica las fechas, las cifras y las sensaciones que se anudan en la garganta. En Almería, bajo el mar de plástico apenas pasó 2 meses, en unas condiciones a su parecer hostiles, mal pagadas y sin el ansiado permiso de residencia. A pesar de haber empezado joven a trabajar, a los 14 años ya se las ganaba en un taller de chapa y pintura hasta que llegó a ser maestro, la realidad a la que se enfrentó superó cualquier expectativa.

Las canteras de mármol de Macael

Lo más cumbre que me dio fue cuando llegamos al tajo y había al menos 10 bañeras de piedras de mármol, pero unos piedrones. Teníamos que partir las piedras a mano. Ahora no me puedo quejar porque me ha ido bien, pero si volviera a nacer te digo que no lo hacía. Estuve allí de 2004 a 2006, allí me hicieron los papeles.

¿Cómo podía sobreponerse a este sufrimiento?

El coraje lo sacaba para mandar dinero a mi familia, tenía que mandarles dinero para los estudios de mis hijas, la comida, porque ellos dependían de mí.

Almán había dejado que un compañero ecuatoriano explotara su licencia, además de la encomienda de pasar 100 dólares al mes a su familia, una cantidad suficiente para mantenerse. Pero al poco tiempo los pagos empezaron a demorarse y colgó los dados.

El ansiado permiso de residencia era el boleto ganador, trabajó 6 meses más en las canteras hasta que se cumplió el contrato y volvió a casa por primera vez en 3 años.

“Cuando regresé mi hijo menor tenía 10 años y mis hijas 16 y 17. Además en ese tiempo solo podíamos comunicarnos por un locutorio, no había redes sociales. A veces me gastaba un buen dinero hablando dos y tres horas con mi familia”, recuerda el taxista.

A veces la gente lo ve a uno y piensa que lo que uno ha hecho ya se lo ha ganado. Pero no saben las consecuencias que tiene esa persona, lo que ha pasado para llegar a donde está. Nadie sabe lo de nadie”, dice el chófer.

Fotograma de Santos Alberto Almán por Javier García Soria. Realización y producción.

Al regresar a España se sucedieron los trabajos en diferentes empresas de urbanismo. En una de ellas, Aral, se encargaba de la maquinaria, cargar y descargar los camiones de materiales, etc. Era la época buena de la construcción, se necesitaban muchos trabajadores. “Vino a la obra un amigo mío que era ingeniero, pero no había convalidado sus estudios. El encargado me decía ‘¿Santos a quién has traído aquí este es un buen elemento?’, así él iba con los planos y yo con el dumper y el torillo”, relata el ecuatoriano.

Corría el año 2007 cuando “a través de un amigo me enteré que podía sacarme el permiso municipal de taxi. El encargado, Antonio, me decía: ‘déjate del carnet del taxi. Santos aquí no te va a faltar el trabajo’, pero uno tiene que tener un as debajo de la manga. Al año siguiente comenzó a flaquear el trabajo, la empresa terminó por cerrar y me quedé parado. Aproveché ese tiempo para meter currículo como conductor”, recuerda Almán.

Después de 2 entrevistas fallidas se le dio la oportunidad y comenzó a trabajar como conductor profesional. Un recorrido de 3 horas por la ciudad, para quitar las telarañas tras 7 años de desuso, una puesta a punto al taxímetro y a rodar. El propietario de la licencia le dio las llaves del garaje y del coche, Santos empezaba de nuevo en el turno de 16.00h a 06.00h.

Almán al volante. Retrato por Melanie Lupiáñez

Y en la de prosperar estuvo y anduvo hasta que se dio la oportunidad de comprar una licencia en Almería. Primero encontró una licencia en Huércal que podía explotar en Almería y así se quitaba de la noche, pero a los 6 meses los compañeros almerienses se quejaron, así que le tocó cambiar. Claro que por el camino conoció a un compañero al que ahora llama amigo, Juan, recuerden el nombre que desvelaremos el misterio.

“Todo el mundo busca un porvenir mejor, si fueras yo ¿qué harías?”

“Hice cuentas y vi que con lo que pagaba por el alquiler de la licencia, más la seguridad social, se me equiparaba a la letra del banco si compraba la licencia”. Aunque entonces el banco financiaba el 100% de la licencia, fue su amigo Juan de Huércal quien le echó una mano.

En 11 años Almán será el legítimo propietario de la licencia 28 para entonces espera jubilarse a sus 67 años. Ahora el relevo lo lleva su hijo, Antoni Almán Correa, un estudiante de Gestión Laboral de la UAL, quien explota de vez en cuando el taxi para sacar su dinero. Pero el chico dice que quiere ser funcionario de prisiones, y no hay nada más español que querer ser funcionario.

Santos junto a su licencia , el tiempo no acompaña, pero la sonrisa siempre puesta. Foto por Melanie Lupiáñez

¿Compensa hipotecarse para tener un trabajo?

«Sí, aunque el taxi haya decaído porque han salido todas estas plataformas. El taxi es un mundo». Y al montarnos con Santos en su coche vemos como este es su espacio.

¿Cuándo pudo traer a su familia?

Pude traer a mi mujer y a mi hijo menor en 2009 por una reagrupación familiar, pero mis dos hijas no pudieron venir porque eran mayores de edad. Esto me duele mucho, me he gasto un dineral para que por lo menos una de mis hijas pudiera venir cuando estaba en la universidad, siempre me lo denegaban, incluso recurrí al Tribunal Superior de Justica a través del abogado Pedro Elías.

Desde 2012 no veo a mis hijas, ni pudimos ir a la boda de la mediana que estuvo retrasando el casamiento para venir a España, pero ya empezaron a cancelar los vuelos con el COVID…

¿Ha vivido situaciones racistas?

“El racismo está bastante erradicado, pero todavía hay quien le cuesta. Hay quien se me queda mirando en el paso de peatones y le tengo que decir: ‘chacho, cruza hombre, vamos rápido’”, el protagonista rompe a reír.

Una vez me pasó que yo estaba primero y una señora con su carrito de la compra llegó al taxi y al verme se tiró para atrás. Se fue para el otro coche y mi compañero le dijo que me tocaba a mí. La señora respondió: ‘yo no me voy con ese negro’ y mi compañero le dijo: ‘bueno, pues si no se va con el negro, se va andando’, Santos cuenta la anécdota entre risas.

Y, por cierto, quiero decir que no soy el primer taxista negro de Almería, el primero fue Vicente de Guinea Ecuatorial que ya falleció.

Señor Almán, gracias. A usted y a quienes hacen que Almería sea tierra de todos. 

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Los búlgaros que hacen internacional su taberna en Roquetas…

Milena Pashova desde su taberna en Roquetas de Mar
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La propietaria de la Taberna Milena en Roquetas de Mar, Milena Pashova, recuerda con precisión de cirujano la fecha cuando partió de su ciudad natal, Burgas, en Bulgaria con sus dos hijos de 1 año y 6 meses rumbo a un pequeño pueblo de Castilla la Mancha, Honrubia, tardaron dos días en autobús. “El primer día que salí a la calle con mis hijos dos mujeres vinieron corriendo hacia nosotros con una cara de alegría y muñecos en las manos. Nos acogieron como a la familia”, rememora la hostelera.

Distancia de Burgas a Honrubia

 

El marido, Stoycho Pashov fue el primero en venir a España. “Lo pasó muy mal, fue muy duro, salió de Bulgaria con una oferta de trabajo, pero le mintieron. Tuvo que dormir en un banco en la calle en Madrid, entonces conoció a un búlgaro que lo ayudó y fueron a trabajar al campo en Albacete. Desde allí le ofrecieron trabajo en Honrubia y a los 6 meses pudimos venir nosotros”, continúa Pashova.

Stoycho Pashov en la cocina

 

Esta pareja siempre se ha dedicado a la hostelería, es tradición familiar. Se conocieron cuando trabajaban en la taberna griega Afrodita en Burgas. “Allí trabajábamos 30 camareros, tenía dos plantas, en la primera había música típica griega en vivo y arriba estaba el mehana que me hace mucha falta aquí, pero no lo puedo tener”.

El mehana es a los búlgaros lo que a los andaluces un patio, es una construcción de madera con grandes mesas y una barbacoa donde se reúnen a comer y bailar. Dadas las raciones abundantes, su forma de vivir y el trato se ve que la sociedad búlgara es acogedora, muy dada al compartir.

Los Pashov en su taberna

 

En el año 2003 se trasladaron a El Ejido, su amiga Bogi a quien habían conocido en la taberna le dijo a Milena que buscaban limpiadoras. Así la familia se trasladó al levante, “primero trabajé en una empresa de limpieza y después limpiaba en casas particulares. Tenía mucho trabajo y en todas las casas me trataban como a una más de la familia”, dice la mujer búlgara a sonrisa llena, que se intuyen por los ojos entrecerrados que le deja la mascarilla.

En 2015 llegó el golpe de suerte, una herencia les dio el impulso para montar su primera taberna en El Ejido. En este momento Milena para y toma aire con la emoción a flor de piel continúa: “estoy muy agradecida a toda la gente, tenemos muy buenos momentos de juntarnos, bailar y pensar que estábamos en nuestra tierra”.

Pizarra de tapas

 

La Taberna Milena que empezó como un punto de encuentro de búlgaros nostálgicos se ha convertido en la casa de todos. Cada día a media mañana llega una señora alemana que vive en su caravana aparcada a tres calles, un currito cuyos pantalones llenos de mezcla lo delatan pide un plato de cocido y, un italiano jubilado bebe una jarra de cerveza helada y pide una tortilla de 2 huevos. El chef, Stoycho Pashov, marido de Milena, sale a dar en mano el plato a su cliente a comprobar con satisfacción el trabajo bien hecho. Los bocados búlgaros están adaptados al concepto de tapa almeriense, pero el plato de cocido es tamaño casa de abuela.

Ensalada típica búlgara

 

A Roquetas se trasladaron hace 4 años, se llevaron su altar con una virgen ortodoxa regalo de la madre de Pashov cuando abrieron el primer bar, las recetas, el buen hacer y toda la bebida y comida típica que consiguen de importación.  

Altar particular con Santa María, la virgen que les regaló la madre de Stoycho cuando abrieron el primer bar y, el Kuker que ahuyenta los malos espíritus

 

¿Tuvo miedo de lanzarse a montar su propio negocio?

No. Ahora si tengo miedo, antes no estaban las cosas así.

¿Por qué la gente repite?

Porque le gusta. -Responde al instante sin la menor duda- Viene una persona y siempre traer a más gente, me dicen que se sienten como en casa por como los tratamos.

Pollo de la casa

 

¿Cuáles son sus claves para que el negocio vaya óptimo?

Trato a la gente como me gusta que me traten a mí. Puedo decir por experiencia propia que, con excelencia y mimo, como cuando vas a casa de la abuela y está pendiente de que no te falte de nada. No puede salir sin haber probado la ensalada típica búlgara, la hamburguesa búlgara y el queso a la plancha, platos y ricos y abundantes.

¿Tener un buen cocinero?

Aquí estallan las risas, “eso por supuesto, el chef es el mejor, tiene una mano. Lo más típico es la ensalada búlgara con queso feta, la tapa Milena que la llamamos así porque una amiga siempre la tomaba y decía que se tenía que llamar como la casa, también las patatas con queso tienen mucho éxito porque son caseras y no las freímos en freidora”.

¿Al final se queda el corazón entre dos tierras?

Pues sí, echo de menos todo. Me gustaría volver, pero me encanta vivir en España, la gente, son muchos años aquí.

¿Guardan relación con los albaceteños?

Sí, la hija de mi vecina Dori, Tini, me enseñó a hacer tortilla de patatas. Ella vivía en Madrid, pero cuando venía a Honrubia siempre traía regalos para los niños.

¿Cuánto tiempo pasó hasta que regresaron a Bulgaria?

Volvimos en 2008 cuando murió mi suegro. No hemos ido mucho, por falta de tiempo, falta de dinero, con el bar no tenemos tiempo de nada abrimos de lunes a domingo.

Cuando le digo a mi marido que nos vayamos de vacaciones el siempre se ríe y dice que vivimos en paraíso porque aquí siempre hace sol y se está muy bien.

Antes de despedir a la familia Pashov tenemos el placer de conocer a su hijo menor, un muchacho muy alto, que echa una mano en el bar. “Mira este es mi hijo pequeño”, dice el padre mientras el chico le echa el brazo por el encima del hombro, “¿Has visto que pequeño es?”, dice Stoycho mientras levanta la cabeza para mirar a su hijo con una enorme sonrisa pintada en la boca. El hermano mayor está fuera estudiando farmacia.

Muchas gracias por dejarnos conocer vuestra historia, vuestro ejemplo hace grande nuestra tierra y enriquece nuestras culturas. 

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Un locutorio roquetero: el corazón entre mares, el mate…

Silvina Zapico y Juan Ignacio Yurgel Brignone. Foto por Carmen Blanco
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Un locutorio pequeño de Las Marinas regentado por una familia argentina. Un hombre y una mujer en la mitad de su vida, que hicieron de Roquetas de Mar su hogar. La historia de muchos, en la que nos podemos ver todos.

Emprender en un lugar extranjero, innovar y reinventarse, las claves del negocio. Hace 10 años tan solo era un locutorio, a día de hoy el grueso de la empresa recae en la telefonía, reparación y contratos. Pero con la vista en nuevos horizontes: la digitalización y una impresora 3D.

A principios del milenio, el miedo invadía las calles de Buenos Aires. Silvina Zapico estaba embarazada de su primera hija, contaba veintipocos, recién graduada en Turismo y recién casada con Juan Ignacio Yurgel Brignones, quien al día siguiente de la boda vino a Madrid a buscarse la vida. En esa situación la protagonista se decidió a cambiar de vida.

Si vuelvo a mi yo de 21 años, no lo volvería a hacer. Me quedo en mi casa con mi familia, mis comodidades. Pero no me arrepiento de haberme ido, después de todo lo que hemos pasado, no me puedo arrepentir. Hemos llorado, hemos estado solos Navidades, Año Nuevo, Cumpleaños. No existía WhatsApp, iba a una cabina echaba unas moneditas”, dice Zapico.

“Todos los extranjeros vivimos esta dualidad emocional, que te sentís bien donde estás y te gusta el lugar que encontraste, pero siempre vives tu vida reflejando todo lo que pasó en tu país, tus orígenes, tu familia. Porque lo dejas todo atrás. Es bonito lo que se encuentra, pero duele todo lo que se deja”, continúa la empresaria.

Por el local hay objetos que denotan su procedencia, los Mates, su hija mayor va por la trastienda tomando uno. También hay un mapamundi alfilereteado por Europa central y Argentina, señalan los lugares que ha visitado la familia, pero eso sí todos juntos.

¿Por qué dejaron su país natal?

Por la inseguridad. Lo que más me gustaba cuando llegué era ver como funcionaban los cuerpos de seguridad. La policía de argentina es corrupta, cuando te paran tienes miedo de que te roben. Recuerdo una vez ir con mi padre y una agente pedirle para un café, demandó el documento y mi padre le pasó un billete debajo.

¿Cómo fue el trámite de obtener el permiso de residencia?

El proceso de conseguir los papeles, es muy duro, horrible. Iba por la calle y me sentía el bicho feo. Me llevó unos 6 meses tener toda la documentación en regla. Dependiendo de la nacionalidad tardas más o menos tiempo. Mi marido vino con la nacionalidad argentina y no tenía posibilidad de conseguir los papeles hasta los 3 años de estar viviendo aquí. En mi caso tengo la nacionalidad suiza por mi familia. Al poco tiempo de vivir en España, Suiza empezó a tener trato comunitario. Así pude conseguir la residencia como cualquier europeo. Fue sencillo de hecho, lo hice desde casa.

Aunque nunca hemos tenido barreras por ser extranjeros, los obstáculos están siempre para todos. En ese sentido acá nunca hubo problema ni para alquilar casa, ni nada. Cuando decíamos que éramos extranjeros, la gente nos decía: ‘no ustedes son argentinos’, nos tienen bastante cuidados.

La vida laboral de una emprendedora

Zapico en su negocio. Foto por Carmen Blanco

He trabajado en cafetería, restaurante, recepción de hotel. Fui jefa de recepción en una cadena muy buena y lo dejé porque ya tenía la segunda peque, me demandaba mucho tiempo. El negocio que había empezado Juan funcionaba bien y me fui con él. He ganado calidad de vida porque he ganado horas para mí y puedo dedicarme a las niñas, pero el negocio es un hijo más.

El autónomo no tiene vida, se la pasa detrás del negocio y de los impuestos. No tiene jefe, pero tiene al gobierno, al dueño del local…

A mi tener un negocio no es lo que más me gustas, mi ideal sería un bed and breakfast en el medio de la montaña perdido, daría habitaciones y vendería tartas. Pero con un negocio propio puedo conciliar mucho mejor el trabajo con la familia, que si dependo del horario que cada semana me pongan en un hotel. Era complicado cuando tenía que irme a las 11.00h de la noche y la peque aparecía llorando por el pasillo: ‘mami no te vayas’, pero son condiciones de vida que a todos nos tocan.

El día que hablamos con Silvina Zapico lleva botas de nieve y ropa de abrigo, es domingo por la tarde, la familia ha ido a disfrutar de la montaña, pica un poco el hambre y pedimos unas hamburguesas al burguer. Son gentiles y cercanos, no dejan que pases hambre o sed, a la que se acaba mi cerveza a parece otra. Un bidón de gasolina, pintado y tematizado con las insignias de un club motero nos hace de mesa, suena buena música rock y cada rincón de la estancia tiene algo que contar.

Muchas veces me quiero dar cabezazos contra la pared, pienso; ‘esto no es vida, me quiero morir, trabajo con mi marido’, (hace una mueca burlona y se ríe). Yo trabajo cara al público, recibo a los alemanes, ingleses… y Juan con la reparación, que ha ido ampliando poco a poco, por ejemplo, con la introducción de microscopios específicos. Mi marido tiene su base de electrónica y la parte del software, los problemas informáticos son míos. Porque a veces pasa más por empatizar con la gente, ayudarle a reparar la aplicación o lo que toque.

¿Cuándo pudieron regresar a ver a la familia?

Regresamos al año y medio a ver la familia, pero luego entramos en una vorágine económica de cambios y negocios, pasamos diez años sin poder ir.

Ahora puedo ir con más frecuencia, aunque es difícil porque somos 5 personas. El año antes a la pandemia tuvimos un acontecimiento importante, mi hermana tuvo su primer hijo y fuimos las chicas a conocerlo en un viaje relámpago de dos semanas.

Todavía no han pasado una Navidad en familia, pero tienen planeado ir para agosto en el cumpleaños de la hija mediana, aunque con las nuevas circunstancias puede que demore hasta diciembre.  Tienen la tradición de celebrar la fiesta de quinceañera, y este año le toca a Sofía, la hija mediana. Zapico muestra fotos de la tarta que su madre preparó para la quinceañera de su hija mayor. El pastel está compuesto por tres pisos blancos inmaculados y unas mariposas blancas que trepan como una enredadera.

Toca despedirse de esta historia, esperemos que hayan disfrutado de las palabras de Silvina Zapico. Hasta el próximo domingo.

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Los sabores hindúes en los paladares roqueteros

Laddi y su hijo Ravneet Singh en la barra del Spice Hut. foto por Carmen Blanco
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Hasta la Urbanización de Roquetas de Mar llegó un día de 2016 un sij de India, Laddi Singh, acompañado por su familia. El propósito era abrir un restaurante de comida tradicional India en un pueblo donde hay censados 27 compatriotas. Pero contaban con la bendición de la comunidad británica, bastante numerosas en el núcleo urbano, además del hambre por nuevos sabores de la población local.

Gracias a sus buenos haceres en los fogones y a los votos de los comensales han obtenido la excelencia Trip Advisor durante dos años consecutivos. (Puedes reservar aquí).

Los deliciosos y coloristas platos del restaurante hindú

“Al principio nos decían que no iba a funcionar que por aquí solo había bares de tapas y que dónde íbamos nosotros con el restaurante. Además, yo nunca había sido camarero, siempre fui electricista, pero hablo con la gente, la invito a cerveza, y el cocinero es muy bueno. Ahora cada domingo vienen clientes de Almería y de todas partes, porque no hay restaurantes típicos hindús por aquí, pakistanís, kebabs eso sí”, cuenta el dueño quien a pesar de llevar 18 años en nuestro país se siente más cómodo en inglés.

El local es una pequeña parte de India a través de los 5 sentidos, las paredes son de colores, como las especias que aderezan la comida, a través de la televisión se ve y oye un canal de música tradicional, desde la cocina salen los olores que anuncian un buen paladar y si observas puedes ver cuadros de Khrishna o una estatua de Ganesha. En la pared del lateral; un cuadro del Taj Mahal y la distinción del público enmarcada se encuentran rodeadas por caminos de post-it de colores que portan los nombres de los clientes y la fecha de las reservas.

Detalle de la pared y las reservas

Spice Hut, la casa de las especias, un truco de marketing que podemos asociar a una conocida cadena de pizzerías. El electricista hindú siguió su instinto con la ayuda de un amigo chino, algo de ahorros y el apoyo familiar. “Todo estaba muy mal, lo arreglamos entre mis hijos y yo”, cuenta el hostelero.

Amrit (24 años) y Ravneet (20 años), son los hijos que trabajan en el restaurante. El mayor de los hermanos forma parte del equipo de cocina, mientras que el pequeño atiende las mesas. Los chicos fueron los primeros en venir a España, hace 8 años, después llegarían la madre, Charanjit Kaur (46 años) y la hermanita, Gurpreet Kaur (15 años). Cuando el padre obtuvo la nacionalidad después de 10 años de residencia necesitaba una nómina alta para traer a toda su familia, 900€ para la esposa y 300€ por hijo, no quedó otra que ir poco a poco.

Amrit Singh en la cocina del Spice Hut. Foto por Carmen Blanco

Todos los varones de la familia se apellidan Singh y las mujeres Kaur, estos nombres tradicionales hacen referencia a la fuerza de espíritu, leones y princesas fuertes. La razón es religiosa, esta familia es sij, una religión que surgió en su provincia natal, Panyab, en el siglo XV. Tradicionalmente los hombres dejaban crecer su barba, portaban un cuchillo, turbante y jamás se cortan el pelo. Su dieta es vegetariana y no toman alcohol, pero si vais por el restaurante veréis una cara mucho más actual.

¿Celebran la Navidad?

Tradicionalmente no, pero si vienen amigos al restaurante pues sí celebramos con ellos y tomamos algo por la noche. Nuestras fiestas tradicionales son Holy, Divali…

Holy es la festividad primaveral de polvos de colores, Divali es el ‘Festival de las luces’ por el que dan la bienvenida al año nuevo hindú, suele ser entre mediados de octubre a mediados de noviembre, la fecha varía porque depende de las lunas.

Horno tradicional hindú. Foto por Carmen Blanco

Hay una estatua de Ganesha y un cuadro con Krisha…

Sí, pero nosotros (los sijs), tenemos otros santos. Tenemos un templo sagrado, el Templo de oro que cada día da de comer a 100.000 personas, solo vegetal claro.

El Templo de oro de Punyab

Laddi tenía 26 cuando partió de India, dejó allí a su joven mujer y se fue a ganarse la vida en Dubái.

Me preparaba para ser militar como mi padre, había hecho la teoría y la práctica, solo necesitaba la carta de recomendación de mi padre, pero él estaba en Sri Lanka herido en un hospital, había ido a la zona por un conflicto, no me pudo enviar el documento y después de 4 meses me fui a Dubái como electricista en los rascacielos.

Normalmente los obreros que trabajan Emiratos Árabes duermen en unas ciudades aparte para que no se vea la mano de obra y suelen estar en malas condiciones.

Bueno si te toca una empresa buena duermes en un sitio bueno, te dan comida, ropa, si te toca una mala, mal, duermes en un sito así de madera…

Y a usted ¿cuál le toco?

Una mala…Laddi cuenta la historia entre risas, los tres primeros meses no me pagaron, tampoco me daban comida, si no iba a trabajar un día al día siguiente tampoco cobrara. Hay mucho rollo allí.

¿Cómo fue que llegó hasta España?

Vine en avión, mi hermano sí que lo tuvo difícil, primero pasó por Turquía, entre las montañas… Yo no tenía pensado venir aquí, durante unas vacaciones en India, después de 4 años en Dubái unos amigos me hablaron de esto y probé.

Hermano de Laddi en la cocina. Foto por Carmen Blanco

Fue un poco difícil, primero en Lloret de Mar con unos familiares de mi mujer y después fui hasta la Manga del Mar menor porque el hijo de una vecina de mi madre tenía allí un restaurante. No me cogió el teléfono a pesar que lo llamé durante 4 días, pero me personé en el restaurante, allí conocí a un camarero bueno y poco a poco me fui ganando la vida.

Me costó mucho aprender español trabajé como camarero dos meses. Un día el dueño del restaurante me dijo que era un “machote” y en mi idioma se parece a una palabra muy fea, hasta que no llegó una compañera y me dijo que era positivo…que cabreo. Por eso siempre ayudo a los hindús que viene aquí, no quiero que lo pasen mal, mis hijos a veces me dicen ‘pero papá’, llevo así toda la vida, tengo 48 años ya no voy a cambiar.  

Cuando se estableció en Alicante trajo a su familia a España ahorraron durante 8 años. Entonces Manolo, un amigo chino de la familia le habló de Almería y vinieron a esta tierra. Laddi da fe de lo español que es el asiático que lleva 20 años en esta tierra y está casado con una española, así que su nombre chino es casi anecdótico. Los hindúes se establecieron primero en Albox, porque hay una comunidad grande de ingleses, pero después de un tiempo no fue como esperaban, buscaron un local y desde entonces se establecen en Roquetas.

Charanjit y Gurpreet Kaur. Foto por Carmen Blanco

¿Laddi que le gusta de vivir en Roquetas?

Todo es bueno, el clima, tengo muy buenos amigos más que en India, nadie se pelea por tonterías… me gustaría volver a India, llevo muchos años viviendo aquí y soy hindú, pero ya veo que va a ser imposible está aquí toda la familia. Mi hijo pequeño es el más moderno, va al instituto y hace cosas como todos los españoles. Roy antes de trabajar en el restaurante me preguntó qué iba a ganar y es el primero en reclamar la nómina a principio de mes.

Además, me gustaría traer a mis padres de visita, que vean la vida de aquí, el mar.

¿Sus padres nunca han visto el mar?

Laddi vacila un momento y responde: mi madre creo que no

Laddi toma su smartphone y muestra fotos de su familia en la boda del hijo mayor, Amrit, que tuvo lugar el año pasado en Punyab. Aparecen vestidos con los elegantes trajes tradicionales, turbante en el cabeza ellos y ellas un velo. Las manos de la novia están

Durante la celebración de la boda de Amrit en el suelo junto a su esposa Naf. De pie en el centro los padres de Laddi, que se situá a la derecha de la foto y en el extremo izquierdo el hijo menor Ravneet. Foto cedida por Laddi

decoradas con henna. Cuenta el protagonista del relato que festejaron por días, todo el pueblo estaba invitado, fueron dos amigos españoles de la familia. “Los españoles por allí con su turbante bailando borrachos. Había dj, muchísima comida, se bebieron 39 botellas de wiski en 3 horas” y se parte de risa.

¿Quién pagó todo?

Yo, lo pagué yo

Con una cita de Mahatma Gandhi que ilustra a la perfección el crisol de religiones que conviven en India. Una sociedad colorista, de sabores cálidos e intensos, con más de 330 mil dioses, y casi 100 años de Raj Británico que han dado como resultado una sociedad flexible, de gentes amables y observadoras. Dejemos que las palabras del pacifista despidan la entrevista de hoy:

“Me considero a mí  mismo hinduistacristianomusulmánjudíobudista confuciano

Originem

La historia del restaurante Cantón fundado por unos refugiados…

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Los Phan Nguyen comenzaron su viaje en Vietnam en el año 1978. Huídos de la guerra, atacados por los piratas, supervivientes de un campo de refugiados, jamás se rendieron. “Trabajar, trabajar y guardar”, dice Khanh el cabeza de familia, así fundaron el restaurante Cantón en 1986 en la Urbanización de Roquetas de Mar en aquella época un pueblo de apenas 22.000 habitantes.

El reconocido restaurante asiático encumbra el top de la restauración, según TripAdvisor. Ofrecen platos tradicionales y la innovación más vanguardista a través de la fusión entre el lejano oriente y el mediterráneo.

Corrían tiempos difíciles, cuenta la hermana mayor, Van, “hubo un problema económico entre China y Vietnam en la zona fronteriza y mi padre como tiene sangre china se le hacía la vida imposible. Durante aquellos años salieron muchas personas de Vietnam”.

La hermana mayor, Van, quien siempre recibe a los clientes con una sonrisa

La masiva migración a la que se refiere la repostera del Cantón se conoce como Boat People, desde los años 70 hasta principios de los 90 abandonaron Vietnam 2.000.000 millones de personas a bordo de barcos sin tripulación que entre todos los viajeros compraban.

Los Phan Nguyen partieron desde vietnam con destino a la bahía de Hong Kong a bordo sus dos hijos pequeños, Van 9 y Quan 6 años, Long nació en España tiempo después.

Desde que salieron de Vietnam hasta llegar a España transcurrieron unos dos años.

“Nos atacaron unos piratas saliendo de Vietnam, luego el barco se encalló en un banco de arena, pasamos tres meses en una provincia de China. Era una población de campesinos y nos ayudaron mucho, nos traían comida y de todo”, comenta la hermana mayor. La madre, Lien, se lleva las manos a la boca y recuerda que llevaban mucho arroz como alimento durante la travesía y aunque se mojó de agua salada lo comieron.

La distancia de Hai Phong a Hong Kong es de 790 km, la travesía se alargó durante 4 meses debido a las inclemencias del viaje.

Lien enluce su memoria y desempolva la llegada al campo de refugiados de la Cruz Roja. A sus 71 años aquellos recuerdos vívidos que para algunos arañarían las entrañas son para ella un mal trago que cuenta con una sonrisa, aunque cierto tono de angustia.

“Regalamos el barco y vendimos todo lo que llevábamos, ropa, calzado, porque en China también necesitaban muchas cosas. En Hong Kong estuvimos en un campo de refugiados, era como la cárcel ”.  Su hija Van añade: “a los campos de refugiados llegaban delegaciones de diferentes países Alemania, EEUU, España, etc. Cada país acordó acoger un número de familias. España acordó 30 familias y nosotros estuvimos residiendo en un hotel de la Línea de la Concepción”.

La madre, Lien, desde la cocina preparando un pollo campero

El Quijote fue el puente entre culturas, la madre, Lien, lo había leído y un cura que había por el campo de refugiados predicaba las bondades de este país. Además, la matriarca dice que los españoles somos buena gente y cariñosos. También, dominaban el alfabeto latino, porque Vietnam fue durante muchos años colonia francesa, así que nuestra lengua les resultaba familiar.

A su llegada a España dos hermanos franceses los acogieron con la intención de montar un restaurante de comida asiática, pero el proyecto no salió adelante, por lo que se tuvieron que buscar la vida. El padre trabajó como albañil dos días y se puso enfermo, toda la familia ríe al recordar la anécdota, en vista de que la construcción no era lo suyo Khanh, comenzó a trabajar como jardinero. La madre era friegaplatos en un restaurante mejicano en Puerto Banús, ganaba 15.000 pesetas al mes, todavía recuerda la cifra exacta.

El padre es un valiente, una inspiración para los demás, tiene 79 años y ha hecho casi de todo para que sus hijos vivieran bien, hacía pesca submarina “para comer” y compraba tela en el mercadillo para confeccionar la ropa de los críos. Es un hombre sereno, habla poco, en tono bajo, pero destila sabiduría y liderazgo, de quien no se queda sentado mano sobre mano viéndolas venir. Su pelo cano largo va recogido en una cola perfectamente cortada, lo que le aporta cierto aspecto de guerrero ancestral.

El padre, Khanh, fundador y jefe, aunque ya disfruta de su jubilación.

¿A qué se dedicaban en Vietnam?

 Kanh: “Cuando era joven en Vietnam era camionero, pero cuando vinieron los americanos atacaban a los comunistas del norte del país y dos veces me atacaron, una de ellas mi camión salió ardiendo, pero tuve suerte no acabé muerto, solo herido. Cuando terminó la guerra había problemas entre China y Vietnam y tengo un 25% de sangre china.”

Lien trabajaba en una fábrica de caramelos, todos ríen y ella la primera porque le va como anillo al dedo. Su nieta, Cloé, está presente y la tratan con mimo, hablan con ella en español y a la pequeña le gusta la cocina, aunque el delantal le quede algo grande todavía.

¿Cuál es el secreto para ser tan bien valorados por los clientes?

“Lo importante es la constancia y adaptarse al tiempo en este caso la gastronomía internacional”, dice el chef, Quan, el hermano mediano. “Fusiono muchos platos, busco materia prima de la provincia, pero también mantengo la comida tradicional de mis padres. Ha habido cambios en la carta, buscamos comida muy representativa que creemos que los clientes y amigos tienen que probar, además de platos exóticos como el carpaccio de cocodrilo. El pescado lo trabajo al estilo japonés, también trabajamos con cúrcuma, albahaca tailandesa de cultivo propio, especias ecológicas y productos cantoneses que mezclo en la cocina” concluye el chef.

El chef, Quan, desde la cocina junto a la jefa

Incluso en la arquitectura del local puede apreciarse el encuentro entre las culturas. Explica la repostera, Van, “es la fusión queríamos que fuera muy mediterráneo y tuviera un toque oriental, porque es lo que nos representa. Así somos nosotros en realidad; mediterráneos y asiático”. El Chef continúa: “siempre tomas cosas del país que te ha acogido”

¿Cómo empezó todo?

Khanh toma la palabra, a pesar de estar jubilado mantiene la tradición en la familia, es responsable de traer los platos estrella de Vietnam y China a un pequeño pueblo de la costa almeriense.

Trajimos la especialidad de cada país y no solo es importante cocinar, sino elegir tú los ingredientes”. La familia cuenta con huerto propio donde cultivan vegetales y hierbas aromáticas propias de Asia.

La segunda de abordo en la cocina es Lien, la madre de la familia Phan Nguyen, a ella lo que le gusta es cocinar para sus clientes como cocina para casa, “comida buena”, puede que esta sea una de las claves del éxito del restaurante, además del buen trato o la innovación.

¿Cómo aceptaron los roqueteros la comida asiática?

Al principio miraban la comida como algo raro, pero cuando la probaban se ponían muy contentos. El boca a boca de la gente lo hizo todo”, dice Lien. El chef toma la palabra: “cuando mis padres abrieron el restaurante lo enfocaron para trabajar con extranjeros, porque había mucho turismo en el 86, ingleses, alemanes… Veníamos de Málaga con el pensamiento de trabajar con ese público, al principio costó un poco de trabajo, pero poco a poco se ha hecho un hueco”.

La hermana mayor se ríe y añade: “al final nos hemos dedicado a la clientela local.”

¿Cómo fue montar un negocio en España?

Khanh toma la palabra es un hombre positivo, sonriente y con su justo español introduce la historia: “al principio cuando llegué a España faltaba lo económico”, toda la familia se ríe cuando escucha sus palabras, “trabajar, trabajar y guardar”, concluye.

Eran pequeños cuando llegaron a Roquetas ¿Qué recuerdan?

Van tenía 15 años, Quan 12 y Long nacería unos años después. Quan sale al paso: “hubo un poco de bulling, pero yo zurraba también”, todos se ríen por la broma y continúa “nos adaptamos rápidamente, puesto que veníamos de vivir en Marbella, teníamos el idioma controlado, fue más fácil hacerse a Roquetas.”

Van: “nosotros vinimos a España muy pequeñitos y vivimos 6 años en San Pedro de Alcántara, justo empecé el instituto cuando llegué a Roquetas. Me fue muy bien porque en aquellos tiempos apenas había emigración, lo típico; “la china, la china”, pero tampoco era una cosa…”

Long es el hermano menor, nacido en Almería es la bisagra entre la cocina y el restaurante. “En el cole “no me consideraba la mascota” pero como era el único chico asiático me tenían mucho aprecio, me cuidaban mucho. Algún roce, pero luego un abrazo y todo olvidado.”

El hermano menor, Long, entre los fogones y los clientes

¿Qué les gusta más de vivir en España?

Van contesta: “¿nosotros?, si es que ya no recordamos la vida al otro lado. Yo me considero roquetera y es más cuando hablo, es que soy roquera.”

Cuando preguntamos a los progenitores si regresarían lo tienen claro, ellos prefieren vivir aquí porque es donde está su familia. Mientras habla interviene Khanh dice: “democracia, democracia, libertad”, cierra los puños y los agita, mientras pronuncia la frase, las dos primeras palabras las pronuncia con ímpetu y la tercera bajito como en un susurro, como si se le acabara la cuerda de la voz. 

Long bromea con su padre, lo mira y dice: “también por el jamón serrano que está muy bueno” y la familia estalla en risas.

¿Han regresado a su país de origen?

Después de 16 años se reencontraron con sus raíces, “nosotros éramos exiliados políticos, no podíamos regresar a Vietnam porque como salimos huyendo, hasta el año que nos nacionalizamos no pudimos volver, explica Van. En la actualidad la madre, Lien, regresa cada dos años para visitar a su hermana, la única miembro de su familia que vive aún. 

¿Mantienen contacto con las otras familias vietnamitas residentes en España?

Sí, ahora sí. Cada año en la embajada de Vietnam se celebra el año nuevo vietnamita, Tet, que suele ser a finales de enero, principios de febrero. Entonces invitan a todos los vietnamitas residentes aquí, así se han reencontrado con muchos y conocido gente nueva. Hay muchos estudiantes que asisten a la celebración, incluso la nieta, Cloé, festejó la apertura de 2020.

Sin la ayuda de quienes le rodean esta historia con final feliz no hubiera sido posible

“Por el camino hemos encontrado mucha gente bondadosa, tenemos contacto con ellos. Si la gente que te rodea tiene buena voluntad avanzas mucho más rápido y por supuesto, agradecer a todos los trabajadores que han formado y forman parte del equipo. En San Pedro vivíamos en una casa que nos dejó un hombre y mantenemos relación con él”, dice Van. “Cuando viene al restaurante se alegra un montón. Durante el confinamiento veía los vídeos que colgaba cocinando y él me animaba a abrir un canal. Se alegra de corazón y ha conocido como estaban mis padres y lo que ahora tenemos gracias a su esfuerzo”, concluye Quan.