¿Se acuerdan de esa famosa canción de Celia Cruz llamada ‘Sazón’? Les pongo en contexto: “Yo le pongo sazón, yo, yo le pongo sazón. Yo le pongo sazón, a mi negrito le pongo sazón.” Pues así quiero presentarles el plato de esta semana: Yuca con mojo, con su sazón y todo. Una de las mayores bendiciones de la comida cubana y criolla que deleita a todos aquellos que la prueban.
Este tubérculo se puede comer como entrante o como una perfecta entrada. Aunque hay que informar al lector que, el cubano tiene la costumbre de comer todos los alimentos en un mismo plato: el bistec de puerco, la yuquita con mojo, el arroz congrí y el aguacate. ¡Vaya mezcla más deliciosa!
La yuca, también conocida como mandioca, es originaria de América del Sur y probablemente fue cultivada por primera vez en Brasil. Su lugar de origen está en debate, ya que existen evidencias arqueológicas del cultivo de yuca repartidos por varios países de América Latina. Ha sido el tubérculo principal cultivado en Cuba desde la época de los taínos, el pueblo indígena del Caribe. Y, los platos a base de yuca son imprescindibles en las mesas en Navidad, Año Nuevo y cualquier otra festividad importante.
¿Y saben lo mejor? ¡Qué se puede consumir todo el año! Así que ya me imagino a nuestro farmacéutico cubano-roquetero, Rychard Z. Ayarick, recetándo esta deliciosa guarnición a todo aquel que necesite ese poquito de sazón a su vida. Alegren los corazones, familia Originem, que comenzamos con la receta.
Ingredientes:
2raíces de yuca medianas
1cebolla blanca pequeña, picada
2dientes de ajo
2naranjas amargas, exprimidas (o 2 limas y 1 naranja, exprimidas)
5cucharadasde aceite de oliva virgen extra
2cucharadasde cilantro fresco picado
Sal
¡Manos a la olla!
Lave muy bien la yuca y pélela.
En el centro de la raíz de la yuca, hay una línea de fibras que debe eliminarse porque es muy amarga.
Corte la yuca en trozos bastante grandes y colóquelos en una olla grande de agua con sal.
Hierva durante 20 a 25 minutos o hasta que la yuca esté blanda (igual de blanda que una patata hervida) y escurra.
Cuando la yuca esté terminada de cocinar, en una sartén, caliente el aceite de oliva a fuego medio.
Añada la cebolla picada al aceite de oliva y fría hasta que estén dorada y crujiente.
Agregue el ajo y luego agregue el jugo de los limones y la naranja 2 minutos después.
Para servir, coloque los trozos de yuca cocida en un plato o tazón.
Vierta la salsa sobre la yuca y agregue los chicharrones fritos rallados o picados (opcional).
Decore con cilantro picado y añada sal al gusto.
La sabrosura final:
Para darle un toquecito más auténtico, cómanlos con platanitos fritos y añadan un poco de chicharrones. Esto siempre será un acierto.
¡Bon profit! Que a nosotros nos gusta hacer pero también que nos hagan… ¡Recetas! Nos vemos en la siguiente.
Quiso la protagonista de esta historia que su herbolario fuera vieja botica y lo llamó 'Jadis', una palabra francesa que significa antaño. Detrás del mostrador y al frente del negocio se encuentra Naima Eloujaji. Una mujer de formas elegantes, una nana en la voz y una presencia enigmática. Aterrizó en Roquetas de Mar y se ha arriesgado a abrir sus puertas en tiempos de pandemia.
“Esto es una sociedad, no es solo mío, mi hermana farmacéutica es quien lleva la parte del herbolario y yo la cosmética, que al final es un todo” y es que esta mujer tiene como pilar principal a su familia. “Lo que más echo de menos es a mi familia. Es duro, aunque encuentres una mejor forma de vivir, te falta algo siempre te sientes extranjera, te falta tu raíz”.
La familia, las raíces y las situaciones que nos obligan a seguir adelante sin mirar atrás. Naima, nacida en 1965, rondaba la treintena cuando dejó Marruecos, hizo un cambio de vida y escogió Italia. Con el paso del tiempo el país de la bota se le quedaba pequeño y emprendió rumbo a Bélgica. El destino tejió sus invisibles hilos y en Bruselas dio con Livio Serafini. Cuenta el italiano que la vio en un café de la ciudad, él estaba leyendo, ella tomaba un café y “desde entonces”, comenta el hombre mientas admira a su amada.
,¿Cómo acabaron en Roquetas?
Serafini contesta a la pregunta: “vine por primera vez a Roquetas de vacaciones, a Aguadulce, para mi es como Silicon Valley”.
“Queríamos hacer un cambio de vida, vivir mejor, más horas de sol… Aunque ganemos menos dinero la vida no se limita a ir trabajar, ir a casa y seguir. Además, aquí todo me recuerda a mi tierra, cuando visito la Alhambra, veo los pueblos almerienses… Es como estar en Marruecos. Madre mía, ¡qué cultura tuvieron los antiguos para hacer estas edificaciones! Andalucía es mi amor, siempre tengo presente hacer un blog con todos los pueblos que visitamos, la comida, las fotografías”, Eloujaji habla con una sonrisa franca, sus ojos achinados tras la mascarilla la delatan.
La pareja es muy aficionada al ‘running’, la gastronomía y las rutas en moto. Han bordeado la costa de Cabo de Gata en sus zapatillas, han subido a las antenas a ritmo alto. “Cuando no salgo a correr 3 veces a la semana es como si me faltara algo. Solemos hacer la media maratón, pero este año con la pandemia todo está siendo más complicado”, comenta ella.
Por el herbolario hay cosmética marroquí y bien es sabido que, desde hace milenios, la cultura árabe es muy dada al cuidado, la belleza, esa cosmética ancestral que hoy llamamos natural.
¿Cómo aprendió a preparar toda esta cosmética?
En casa siempre lo hemos hecho, mi madre y mi abuela, tenían este conocimiento de la piel, las plantas medicinales, que al final es complementario. Preparaba estos jabones en casa para mí, pero hace 4 años estudié naturopatía.
A partir de ese momento la alquimista se profesionalizó, hasta el día de hoy donde puede ofrecer una línea de cosmética y cuidado para la cara, más de 4 tipos de champús diferentes dependiendo del tipo de cabello, crema para el cuerpo tanto sólida, como en pomada, labiales… El establecimiento es un viaje en el tiempo, la atmósfera, la luz, el olor de las esencias que destila el vaporizador, la casa de la abuela en el pueblo. Además, Eloujaji es muy hospitalaria, no me podía ir de allí sin tomar algo, que pena que no fueran deliciosos dulces marroquíes (halwa, en árabe). “Me gustaría hacer una cata de tés y dulce pero como está todo”, dice la protagonista.
¿Qué es lo que más echa de menos?
“La familia, siempre es lo que más echo de menos”. Su mirada toma la profundidad del océano, pero solo deja ver la superficie.
Su madre quedó viuda muy joven con 7 hijos en sus brazos, Naima tenía 8 cuando perdió a su padre, que se dedicaba a la enseñanza. “Mi madre era muy fuerte, fue difícil para ella, pero consiguió que todos tuviéramos una vida plena, todos hemos estudiado”, sube los hombros y cierra los ojos. No puedo hablar por experiencia solo por testimonios, pero dicen que cuando uno pierde a sus padres se siente huérfano, aunque tenga 80 años. Esa es la emoción que percibo en sus palabras.
“He disfrutado de una infancia muy feliz, con tantos hermanos recuerdo cuando veíamos una película y después comentábamos todos. Ojalá el tiempo volviera atrás”, su risa estalla momento de anhelo y recuerdos de la dulce niñez.
¿Qué te gusta más de haber vivido en tantos países distintos?
Cada uno tiene su esencia y hay que probarlo todo.
¿Volvería a vivir en Marruecos?
No, prefiero ir de vacaciones, una casa allí y otra aquí. Pero aquí me siento como en casa, puedo practicar deporte: correr, ciclismo, natación, senderismo. Cada fin de semana vamos a descubrir un sendero, por la sierra de Gádor, Las Alpujarras… vamos en moto. Cuando acabamos siempre paramos a tomar algo en Almería se come bien en cualquier sitio.
Nos despedidos de la mujer que nació en Khenifra, Marruecos, una pequeña ciudad cerca de Fez donde años más tarde estudiaría Derecho en la Universidad de Dhar el Mehraz. La ciudad azul, sobrenombre por el que se conoce a Fez, presume de haber fundado la primera Universidad del mundo, la Universidad de Qarawiyyin, en el año 859 d.C. y, además, fueron 2 mujeres tunecinas quienes tomaron la iniciativa.
Leyendas, heroínas y ejemplos de vida de los 5 continentes que cada domingo tenemos el placer de conocer, gentes que no temen ser quienes son. Estas son los testimonios que nos acercan, los ojos en los que nos miramos y los gestos que, admirados, los que nos hacen crecer.
Los Phan Nguyen comenzaron su viaje en Vietnam en el año 1978. Huídos de la guerra, atacados por los piratas, supervivientes de un campo de refugiados, jamás se rendieron. “Trabajar, trabajar y guardar”, dice Khanh el cabeza de familia, así fundaron el restaurante Cantón en 1986 en la Urbanización de Roquetas de Mar en aquella época un pueblo de apenas 22.000 habitantes.
El reconocido restaurante asiático encumbra el top de la restauración, según TripAdvisor. Ofrecen platos tradicionales y la innovación más vanguardista a través de la fusión entre el lejano oriente y el mediterráneo.
Corrían tiempos difíciles, cuenta la hermana mayor, Van, “hubo un problema económico entre China y Vietnam en la zona fronteriza y mi padre como tiene sangre china se le hacía la vida imposible. Durante aquellos años salieron muchas personas de Vietnam”.
La masiva migración a la que se refiere la repostera del Cantón se conoce como Boat People, desde los años 70 hasta principios de los 90 abandonaron Vietnam 2.000.000 millones de personas a bordo de barcos sin tripulación que entre todos los viajeros compraban.
Los Phan Nguyen partieron desde vietnam con destino a la bahía de Hong Kong a bordo sus dos hijos pequeños, Van 9 y Quan 6 años, Long nació en España tiempo después.
Desde que salieron de Vietnam hasta llegar a España transcurrieron unos dos años.
“Nos atacaron unos piratas saliendo de Vietnam, luego el barco se encalló en un banco de arena, pasamos tres meses en una provincia de China. Era una población de campesinos y nos ayudaron mucho, nos traían comida y de todo”, comenta la hermana mayor. La madre, Lien, se lleva las manos a la boca y recuerda que llevaban mucho arroz como alimento durante la travesía y aunque se mojó de agua salada lo comieron.
Lien enluce su memoria y desempolva la llegada al campo de refugiados de la Cruz Roja. A sus 71 años aquellos recuerdos vívidos que para algunos arañarían las entrañas son para ella un mal trago que cuenta con una sonrisa, aunque cierto tono de angustia.
“Regalamos el barco y vendimos todo lo que llevábamos, ropa, calzado, porque en China también necesitaban muchas cosas. En Hong Kong estuvimos en un campo de refugiados, era como la cárcel ”. Su hija Van añade: “a los campos de refugiados llegaban delegaciones de diferentes países Alemania, EEUU, España, etc. Cada país acordó acoger un número de familias. España acordó 30 familias y nosotros estuvimos residiendo en un hotel de la Línea de la Concepción”.
El Quijote fue el puente entre culturas, la madre, Lien, lo había leído y un cura que había por el campo de refugiados predicaba las bondades de este país. Además, la matriarca dice que los españoles somos buena gente y cariñosos. También, dominaban el alfabeto latino, porque Vietnam fue durante muchos años colonia francesa, así que nuestra lengua les resultaba familiar.
A su llegada a España dos hermanos franceses los acogieron con la intención de montar un restaurante de comida asiática, pero el proyecto no salió adelante, por lo que se tuvieron que buscar la vida. El padre trabajó como albañil dos días y se puso enfermo, toda la familia ríe al recordar la anécdota, en vista de que la construcción no era lo suyo Khanh, comenzó a trabajar como jardinero. La madre era friegaplatos en un restaurante mejicano en Puerto Banús, ganaba 15.000 pesetas al mes, todavía recuerda la cifra exacta.
El padre es un valiente, una inspiración para los demás, tiene 79 años y ha hecho casi de todo para que sus hijos vivieran bien, hacía pesca submarina “para comer” y compraba tela en el mercadillo para confeccionar la ropa de los críos. Es un hombre sereno, habla poco, en tono bajo, pero destila sabiduría y liderazgo, de quien no se queda sentado mano sobre mano viéndolas venir. Su pelo cano largo va recogido en una cola perfectamente cortada, lo que le aporta cierto aspecto de guerrero ancestral.
¿A qué se dedicaban en Vietnam?
Kanh: “Cuando era joven en Vietnam era camionero, pero cuando vinieron los americanos atacaban a los comunistas del norte del país y dos veces me atacaron, una de ellas mi camión salió ardiendo, pero tuve suerte no acabé muerto, solo herido. Cuando terminó la guerra había problemas entre China y Vietnam y tengo un 25% de sangre china.”
Lien trabajaba en una fábrica de caramelos, todos ríen y ella la primera porque le va como anillo al dedo. Su nieta, Cloé, está presente y la tratan con mimo, hablan con ella en español y a la pequeña le gusta la cocina, aunque el delantal le quede algo grande todavía.
¿Cuál es el secreto para ser tan bien valorados por los clientes?
“Lo importante es la constancia y adaptarse al tiempo en este caso la gastronomía internacional”, dice el chef, Quan, el hermano mediano. “Fusiono muchos platos, busco materia prima de la provincia, pero también mantengo la comida tradicional de mis padres. Ha habido cambios en la carta, buscamos comida muy representativa que creemos que los clientes y amigos tienen que probar, además de platos exóticos como el carpaccio de cocodrilo. El pescado lo trabajo al estilo japonés, también trabajamos con cúrcuma, albahaca tailandesa de cultivo propio, especias ecológicas y productos cantoneses que mezclo en la cocina” concluye el chef.
Incluso en la arquitectura del local puede apreciarse el encuentro entre las culturas. Explica la repostera, Van, “es la fusión queríamos que fuera muy mediterráneo y tuviera un toque oriental, porque es lo que nos representa. Así somos nosotros en realidad; mediterráneos y asiático”. El Chef continúa: “siempre tomas cosas del país que te ha acogido”
¿Cómo empezó todo?
Khanh toma la palabra, a pesar de estar jubilado mantiene la tradición en la familia, es responsable de traer los platos estrella de Vietnam y China a un pequeño pueblo de la costa almeriense.
“Trajimos la especialidad de cada país y no solo es importante cocinar, sino elegir tú los ingredientes”. La familia cuenta con huerto propio donde cultivan vegetales y hierbas aromáticas propias de Asia.
La segunda de abordo en la cocina es Lien, la madre de la familia Phan Nguyen, a ella lo que le gusta es cocinar para sus clientes como cocina para casa, “comida buena”, puede que esta sea una de las claves del éxito del restaurante, además del buen trato o la innovación.
¿Cómo aceptaron los roqueteros la comida asiática?
“Al principio miraban la comida como algo raro, pero cuando la probaban se ponían muy contentos. El boca a boca de la gente lo hizo todo”, dice Lien. El chef toma la palabra: “cuando mis padres abrieron el restaurante lo enfocaron para trabajar con extranjeros, porque había mucho turismo en el 86, ingleses, alemanes… Veníamos de Málaga con el pensamiento de trabajar con ese público, al principio costó un poco de trabajo, pero poco a poco se ha hecho un hueco”.
La hermana mayor se ríe y añade: “al final nos hemos dedicado a la clientela local.”
¿Cómo fue montar un negocio en España?
Khanh toma la palabra es un hombre positivo, sonriente y con su justo español introduce la historia: “al principio cuando llegué a España faltaba lo económico”, toda la familia se ríe cuando escucha sus palabras, “trabajar, trabajar y guardar”, concluye.
Eran pequeños cuando llegaron a Roquetas ¿Qué recuerdan?
Van tenía 15 años, Quan 12 y Long nacería unos años después. Quan sale al paso: “hubo un poco de bulling, pero yo zurraba también”, todos se ríen por la broma y continúa “nos adaptamos rápidamente, puesto que veníamos de vivir en Marbella, teníamos el idioma controlado, fue más fácil hacerse a Roquetas.”
Van: “nosotros vinimos a España muy pequeñitos y vivimos 6 años en San Pedro de Alcántara, justo empecé el instituto cuando llegué a Roquetas. Me fue muy bien porque en aquellos tiempos apenas había emigración, lo típico; “la china, la china”, pero tampoco era una cosa…”
Long es el hermano menor, nacido en Almería es la bisagra entre la cocina y el restaurante. “En el cole “no me consideraba la mascota” pero como era el único chico asiático me tenían mucho aprecio, me cuidaban mucho. Algún roce, pero luego un abrazo y todo olvidado.”
¿Qué les gusta más de vivir en España?
Van contesta: “¿nosotros?, si es que ya no recordamos la vida al otro lado. Yo me considero roquetera y es más cuando hablo, es que soy roquera.”
Cuando preguntamos a los progenitores si regresarían lo tienen claro, ellos prefieren vivir aquí porque es donde está su familia. Mientras habla interviene Khanh dice: “democracia, democracia, libertad”, cierra los puños y los agita, mientras pronuncia la frase, las dos primeras palabras las pronuncia con ímpetu y la tercera bajito como en un susurro, como si se le acabara la cuerda de la voz.
Long bromea con su padre, lo mira y dice: “también por el jamón serrano que está muy bueno” y la familia estalla en risas.
¿Han regresado a su país de origen?
Después de 16 años se reencontraron con sus raíces, “nosotros éramos exiliados políticos, no podíamos regresar a Vietnam porque como salimos huyendo, hasta el año que nos nacionalizamos no pudimos volver, explica Van. En la actualidad la madre, Lien, regresa cada dos años para visitar a su hermana, la única miembro de su familia que vive aún.
¿Mantienen contacto con las otras familias vietnamitas residentes en España?
Sí, ahora sí. Cada año en la embajada de Vietnam se celebra el año nuevo vietnamita, Tet, que suele ser a finales de enero, principios de febrero. Entonces invitan a todos los vietnamitas residentes aquí, así se han reencontrado con muchos y conocido gente nueva. Hay muchos estudiantes que asisten a la celebración, incluso la nieta, Cloé, festejó la apertura de 2020.
Sin la ayuda de quienes le rodean esta historia con final feliz no hubiera sido posible
“Por el camino hemos encontrado mucha gente bondadosa, tenemos contacto con ellos. Si la gente que te rodea tiene buena voluntad avanzas mucho más rápido y por supuesto, agradecer a todos los trabajadores que han formado y forman parte del equipo. En San Pedro vivíamos en una casa que nos dejó un hombre y mantenemos relación con él”, dice Van. “Cuando viene al restaurante se alegra un montón. Durante el confinamiento veía los vídeos que colgaba cocinando y él me animaba a abrir un canal. Se alegra de corazón y ha conocido como estaban mis padres y lo que ahora tenemos gracias a su esfuerzo”, concluye Quan.
Tradición, perfeccionismo, esfuerzo y un espíritu inconformista. Sería la breve descripción de la familia Sarr, el carpintero senegalés que hace 28 años se instaló en Roquetas de Mar.
Ibrahima Sarr llegó a Roquetas municipio a principios de los 90 cuando apenas había inmigración por aquí, eran sus vacaciones durante la campaña agrícola en la que se ganaba la vida en Mataró, cuando el destino quiso que echara raíces en esta parte del levante español.
Durante aquella primera toma de contacto se quedó en la casa de unos amigos. La vivienda era pequeña, dos habitaciones para cuatro hombres y ni siquiera tenía mesa. Uno de los inquilinos desafió a Sarr, había una carpintería cerca y allí se plantó con la clara intención de hacer una mesa.
Era el taller de Eloy, este reconocido personaje roquetero le dijo que podía hacer la mesa, pero que no utilizara las máquinas. Cuando Eloy regresó de la tienda después de una mañana de trabajo Sarr había hecho su mesa, así que lo animó a volver al día siguiente.
Sarr acudió a la llamada de Eloy, sin saber lo que iba a hacer, lo que iba a ganar o si realmente la propuesta era seria. Durante aquella prueba el carpintero africano se quedó al cargo de montar una cocina con el hijo de Eloy, el padre había tenido que volver a por la encimera. Tenían el plano de la cocina, los muebles y las herramientas, estaban en San Agustín montando y la tienda de cocinas estaba en Roquetas, no transcurrió mucho tiempo, pero cuando regresó Eloy la cocina estaba montada. El dueño de la casa, agradecido, dio una propina al senegalés que todavía recuerda a día de hoy, 5000 pesetas (30 euros). Así es como Sarr empezó a ser roquetero.
Desde el despacho de su taller al cargo de tres muchachos y con el nuevo proyecto de abrir una tienda de muebles en el Cortijo de Marín, rememora sus andanzas con el orgullo y seguridad que aporta haber obrado bien en esta vida. Una pequeña pregunta basta para que desate el relato, son 32 años de recuerdos vívidos que ahora tienen la oportunidad de volver a la luz.
“A Paco Amat, el hermano del alcalde le estoy muy agradecido fue muy bueno conmigo y me daba muy buenas ideas”, dice el carpintero. Empezó a trabajar con él montando cocinas en una obra en Buena Vista. “Tienes que montar tu propia carpintería, porque tú eres muy bueno y muy inteligente”, decía Amat, a lo que Sarr contestaba: “es difícil y cuesta mucho dinero”. Amat entonces puso a su padre como ejemplo de vida: “mi padre venía con un burro y un carro desde la Rábita a vender vino a Roquetas, son muchos kilómetros, ¿crees que hay algo fácil en la vida?”.
Comenzó la amistad y el mecenazgo. El primer trabajo que Sarr hizo para Amat le reportó la mitad del dinero que necesitaba para comprar una máquina para cortar, Amat le dio la mitad que faltaba y le dijo a Sarr que se lo devolviera poco a poco. Es emocionante escuchar el relato del africano que despide el recuerdo deseando la paz para su amigo difunto.
El taller de estos artesanos, está próximo a los institutos del pueblo y desde allí trabajan 3 hombres y el “jefe que no cuenta”, bromea Lamine Sarr, el relevo generacional. Dentro de la nave todos son familia, hablan en español entre ellos, excepto cuando la cosa se pone seria entonces recurren a sus raíces y el wolouf hace su entrada. Pero ¿Qué los diferencia?, ¿cómo han conseguido emprender un negocio en un país extranjero?
“Cualquier cosa que haga lo hago como si fuera para mí, mi padre desde pequeño me decía: ‘si lo vas a hacer hazlo bien, si no, no lo hagas’, la mejor publicidad aquí es el boca a boca. Mi padre es muy exigente y perfeccionista. Ahora me han encargado del hotel H0 de Puerta Purchena 18 zapateros, y esos van perfectos hechos, llevan embellecedores para que las ruedas no se vean, un muelle para cuando abras y cierres la tapa no golpee”.
“Todo el mundo me conoce como el inmortal porque no duermo”, dice el roquetero senegalés desde el despacho de la carpintería a la vez que se frota los ojos en un inconfundible gesto de cansancio. Hace un par de años que dejó la noche y desde entonces está centrado en el negocio familiar. Sus zapateros auténticas réplicas de cajas de zapatillas, sneakersbox, empiezan a hacerse su propio hueco en el mercado y los encargos requieren de un esfuerzo mayor.
¿Cómo se le ocurrió hacer estas cajas para las zapatillas?
Los vi en Barcelona y pensé que aquí no los tendría nadie entonces empecé a hacerlos. Al principio vendía pocos y le echaba cara, cuando trabajaba en la noche le decía a la gente “cómprame un zapatero que estoy esmallao”, pero luego ya no colaba.
Las cajas están hechas de DM y cubiertas con un vinilo que preparan en la propia carpintería, tienen todo tipo de maquinaria para realizar los trabajos más elaborados, desde patas isabelinas a molduras. El padre, Ibrahima Sarr, es de los pocos ebanistas que hay en Almería. Próximamente abrirán una tienda con exposición permanente de muebles camino cerca del Covirán que hay en la Rocalla. La finalidad de esta tienda es facilitar a los clientes la experiencia “que lleguen vean el mueble y lo puedan comprar, que no lo tengan que encargar”, dice Lamine.
¿Cuál es su sueño Lamine?
Montar una tienda de muebles como Ikea a lo grande, pero de calidad, aunque no es nada fácil.