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El lobo de mar cuya ceguera repartió suerte al…

Francisco Martinez Alias, el lobo de mar

Fue pescador hasta los 51 años cuando entró en la oscuridad de esta forma metafórica, explica Francisco Martínez Alias, cuando perdió la vista por completo y volvió a ser una persona funcional. “Yo pensé que me quedaba como un armario empotrado, la mente no te deja avanzar”, dice hoy Paco como se le conoce en el barrio de Pescadería. Sentado en un taburete plegable junto a otra afiliada y vendedora de la ONCE, rememora las batallas que siendo un crío de 9 años le hicieron hacerse a la mar; cree que no fue valiente, pero siempre le pagaron como a un hombre.

Nació en 1953 en Almería en el barrio de Pescadería donde lleva toda su vida. A los 17 años hizo el servicio militar, aunque ya era marido y padre de un niño de 3 años. Cuando se quedó ciego, trabajó como vendedor de cupones, trabajar lo hacía sentirse “normal”. durante aquel periodo de 9 años repartió 3 premios en su barrio. 

“Tenía 4 años cuando murió mi madre, fue mi hermana mayor quien nos crió, éramos 3 hermanos. Mi escuela ha sido el muelle, a los 12 años viví un naufragio en El Cabo Quilates (Marruecos). Embarrancamos a las 21.00h y a las 23.00h habíamos llegado en un bote a la costa. Me embarqué en los barcos de cerco, los que van con la luz y pillan las sardinas, los jureles… he pescado gambas, cigalas, de todo, trabajé 4 veces en Argelia y, en Marruecos hasta que prohibieron las pesca allí (a principios de los 2000) por esa época perdí la vista del primer ojo, comenta Paco con secuencialidad una vida que solo narrar es una hazaña. 

Contemplamos que estos marineros navegaban sin aparatos de GPS o radar que buscara el pescado. “El sónar hoy en día lo llaman el pato, te marca el pescado”, dice el antiguo pescador en referencia a la similitud del sonido entre el aparato tecnológico y el ave. 

¿Se consideraba la edad de los niños?

No había edad, tenías que trabajar porque había que salir adelante. Nos embarcábamos niños y todos, teníamos que comer. Siempre he desarrollado en el trabajo, he sido un burro, me arrepiento de haber sido un cagón. Tenía que haber llegado a patrón, pero es tu cuerpo el que no te lo admite. Sin embargo, he estado en la cubierta, remendando día y noche, tripulando el barco.

Paco habla con las manos, explica cómo se echa el arte, las melenas, las puertas a través de sus gestos. Las palmas arrugadas y cansadas, los dedos robustos denotan el trabajo duro, la mar escrita en los surcos. 

¿Ha trabajado en el Atlántico?

Sí, una pila de años. ¿Sabes lo que siento de haber trabajado en el Atlántico? Que no he disfrutado de mi mujer. Venía a mi casa a los 40 o 60 días, pasaba 4 días con la familia y vuelta a Algeciras al barco. Faené en Marruecos desde los 16 años hasta que se dejó de faenar allí, en ese momento perdí la vista del primer ojo.

¿Pero cuando habla, ve? Quiero decir decir gesticula con las manos:

Claro porque no es lo mismo que nacer ciego, ahora te miro cuando hablas porque tu voz me guía.

¿Qué te enseña la mar que no te enseñe la tierra?

La mar te enseña… A ser un héroe, supuestamente, porque cuando hay mal tiempo no lo puedes esquivar, te las tienes que tragar todas. En una ocasión durante un temporal tuvimos que dejarnos ir, cuanto más tarde se hacía peor era el tiempo y dejamos el barco a lo que Dios quisiera. Volvíamos a Almería y no avanzábamos para Cabo de Gato, vinimos a a amanecer a Motril aquello sí que fue un milagro.

Siempre he sido pescador, lo único que he pisado de tierra ha sido la ONCE. Tenía 51 años cuando conocí la asociación para rehabilitarme. Al principio creía que era un armario empotrado, un bulto, pensaba… en fin. Hasta que empecé a ir a rehabilitación psicológica, no quería ir, me veía algo suelto, pero el agarradero no se me quitaba. La psicóloga percibió que algo arrastraba, pero no lo había echado cuentas. Mi nieto mayor, que entonces tenía 11 años, vino a visitarme y me dijo: ‘Papa si yo pudiera te daba un ojo y nos apañábamos uno con cada uno, así veíamos los dos’. Aquella pesadilla me la quité porque pensé que no podía arrastrar de mis nietos, que tenía que hacerme el fuerte. La psicóloga me dio el alta porque necesitaba vender (cupones), pero me dijo que por todo lo que había aprendido de mí me hubiera dejado en terapia 2 meses más. 

A partir de ese momento, una persona que se queda ciega no puede llegar al 100% te hablo por mi experiencia. Al principio empiezas a subir escaleras pero nunca vas a llegar a la mitad, a medida que subes te cansas y cuando llegas a un cuarto estás más cansado porque la mente te hace la trampa de para qué vas a hacer ese sacrificio.

¿Qué volvió a hacer que pensaba que no haría jamás?

Los ciegos palpamos entonces puedo saber cuando hay polvo. Prepararme un bocadillo, afeitarme, ducharme, limpio el cuarto de baño… Pensaba que no lo volvería a hacer. Mi mujer pone el plato de comida en la mesa, como y después friego. Al principio la mente se bloquea y piensas que vas a ser un bulto, también en la ONCE hay gente muy preparada que te ayuda. Tardé en rehabilitarme 6 o 7 meses. Las primeras veces que salía a la calle me agarraba de mi mujer rodeándola con el brazo por encima a día de hoy me sujeto por el brazo de quien sea y ando al ritmo de un coche.

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