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Los roqueteros viajan de acuerdo a la campaña agrícola

Javier Morón, gerente de Viajes Roquetour

Javier Morón es un virgitano que tuvo el privilegio de estudiar en Madrid en los años 80 cuando la mayoría de las familias del poniente se dedicaban a la agricultura. Se trajo de la capital el título de turismo y el ímpetu de la juventud hasta la Urbanización de Roquetas de Mar donde encontró su sitio como director de los Hoteles Playa.

En aquella época Rosell, el fundador de la famosa cadena hotelera Playa, llenaba y vaciaba los alojamientos en el mismo día, una proeza empresarial y un sobresaliente para los empleados que lo hacían posible. Los turistas llegaban desde Alemania, Bélgica, Holanda… Y traían el lujo a un pueblo que no llegaba a los 30.000 habitantes.

Mis recuerdos de la Urba, como la conocemos los roqueteros, empiezan en 1994. Recuerdo cómo flipábamos con aquel sitio novedoso, lleno de hoteles y casas bonitas rodeadas de jardín.

Vivía en un piso del centro cerca de la desaparecida Discoteca del Castillo, y cenar en Toscana era el privilegio del domingo, para aquel día reservaba una ropa, unos zapatos y un cacao de fresa que subía el colorcillo de los labios. Mi padre nos subía a toda la familia en la furgoneta, a quien le tocara en la caja se agarraba como podía y si había algún calabacín lo apartaba, nos dábamos unas cuantas vueltas por aquello que considerábamos un sueño lejano y que con mucho esfuerzo hemos conseguido, la historia de tantos en esta tierra de legañosos.

Aquella tarde de charla con Javier dio para refrescar viejos recuerdos, para aprender bastante de geografía y darnos cuenta de cómo Internet ha cambiado nuestras vidas. Para mí, este hombre es un referente de los viajes en el pueblo, siempre hay colas en la puerta y antes del COVID en dos de los tres mostradores despachaban africanos a los cliente por el bienestar y la comunicación con los viajeros.

El COVID ha cambiado las reglas, el empresario ha tenido que reducir todo al máximo y ahora él solo saca adelante todo el volumen de negocio, la agencia de viajes Roquetour. Javier estima que al mes lleva unos 350 pasajeros. “Yo no soy empresario, también soy trabajador porque atiendo a los clientes, limpio la oficina… Eso de quedarme en el despacho de dentro y decirle a la gente lo que tiene que hacer no me va. Durante esta crisis no me fui a casa ni un día, venía a la oficina, recuperé la normalidad entre comillas por las restricciones y la bajada de los ingresos”, dice Javier.

¿Qué ha sido lo más cumbre?
Pues cuando en marzo de 2020 dieron la orden de encerrarnos a todos en casa tenía a unas 400 personas repartidas por el mundo. Tú imagínate, toda aquella responsabilidad porque yo acompaño al cliente en todo momento, mi móvil está disponible 24 horas por si hay algún problema.

A parte de todas las reservas que tenía hechas…

A lo largo de tu vida como autónomo…
Al principio fue muy frío porque no tenía ni idea de cómo funcionaba una agencia y comencé con una franquicia que resultó ser un engaño. Hasta que pudimos salir adelante, estábamos mi expareja y yo al frente del negocio.

He llevaba a los roqueteros a muchas partes. A principios de los 2000, esto no era tan sencillo como ahora que gracias a Internet en cualquier momento puedes buscar un vuelo. Primero, al principio de todo se sacaban los vuelos por teléfono, después vino una máquina con la que hacíamos los billetes a mano, la ‘bacaladera’. Un paso más adelante fueron los talonarios… Mira este billete de 2007 a México, costó 3000€, esto no es cualquier cosa.

La gente de nuestro pueblo viaja con las campañas agrícolas, esto depende de los invernaderos. Y claro que a lo largo de los años todo ha cambiado, la forma de hacer las cosas, la gente. Atiendo a muchos africanos, para los primeros que venían a la agencia era un impacto porque había quien no sabía ni qué era un calendario, igualmente los tenía que atender. He visto crecer a muchas de esta gente, a sus hijos e incluso a sus nietos. Hay cosas duras como ver a hombres que han sido portentos totalmente hechos polvo del trabajo duro que se hace aquí.

Hoy que hablamos de los orígenes, de volver a nuestros inicios debo decir que me emociona ver cómo Javier se levanta presto a por todas las máquinas con las que ha emitido billetes a los largo de casi 25 años. La agencia de viajes viajes Roquetour guarda un pedazo de la historia de la movilidad humana de cuando los billetes de avión eran un documento tan importante que un auditor verificaba que aquel lugar era fiable para emitir un documento legal e intransferible. Las taloneras de billetes internacionales y nacionales que han enviado a habitante de nuestros pueblo a lugares tan lejanos como Macao, apodado como Las Vegas de Asia.

Un secreto de agencia es que tienen algunas ofertas únicas para sus establecimientos, dominan el programa madre donde se inscriben todos los vuelos del mundo Amadeus. Contar con Javier es no calentarte la cabeza para planear un viaje y asegurarte que todo salga bien.

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“Cuando tienes una discapacidad o te apoya tu familia…

Manu dentro de su tienda adaptada ‘El que faltaba’

 

Iba insegura, con un poco de miedo y una incertidumbre que no siempre es fácil de afrontar. Entrevistar a un discapacitado nunca es fácil -o eso creía yo-. Pero fue pisar un pie en ‘El que faltaba’ y la magia hizo por una vez su trabajo, lo negativo se convirtió en positivo y lo que al comienzo fue miedo terminó conviertiéndose en familiaridad. Agua Amarga era desconocida para mí, no por el nombre sino porque la proximidad de Carboneras hace que en el mapa aparezca chiquito. ¡Pero qué rincón del Parque Natural Cabo de Gata-Níjar, señores!

«Las discapacidades mentales son las más duras que hay porque cuando tú te cierras mentalmente es muy difícil salir de ahí. En la cabeza está todo. A ti puede gustarte hacer una cosa más o menos pero terminas haciéndola; pero si tu mente está cerrada es una barrera demasiado dura y no terminas haciendo nada.» Y… ¡boom! Así es como Manu, un joven empresario de 27 años da un golpe de realidad encima de la mesa. Con un 67% de parálisis cerebral ha conseguido coger el timón de su propia tienda de artesanía, la primera adaptada en la zona donde el autoservicio acompaña al cliente y él se encarga de informar y de realizar los cobros.

¿Cómo te sientes como empresario de éxito? Porque la tienda fue un auténtico bombazo el verano pasado y esta Navidad:

“Me he convertido en el empresario de moda en Agua Amarga” y se ríe. «Cuando comienzas algo nuevo siempre te entra algo de miedo porque no sabes cómo vas a afrontar esto pero como a mí la vida siempre me ha puesto trabas desde pequeño, tengo la conciencia de que hay que luchar. Todo es una lucha continua. En el pueblo nos conoce mucha gente y la tienda de ropa mi madre, Los Lunares, también tiene mucho tirón. A la gente le gusta que un negocio marche bien porque así ellos también se ilusionan y he notado que se genera como más confianza y ganas por emprender.»

¿Cuál es el mayor prejuicio que te gustaría eliminar desde tu posición?

Principalmente, el tema de las barreras, tanto físicas como emocionales. El tema de la accesibilidad con personas como yo. Bastante tenemos en nuestra vida con el tema de las limitaciones para que encima encontramos barreras puestas por la otra parte de la sociedad. La ganas son de luchar por esas barreras como la puede tener de forma paralela una persona ciega. La sociedad, por mucho que diga que las ciudades están preparadas, es completamente mentira. Además, cuando tienes una enfermedad como la mía o tienes una persona o familia que te ayuda o no haces nada. El entorno que te rodea es lo más importante porque si no, como se dice coloquialmente, estás muerto.
 
Entiendo que tu familia ocupa el primer lugar pero, ¿quiénes son tus referentes?
 
Yo no tengo ídolos como tal, ni me gusta tenerlos. No me gusta idolatrar, tengo referentes como mi familia evidentemente, algunos amigos a los cuales los tengo como mis hermanos.
 

Aquí tengo que salir al paso y comentarle que esa actitud es fundamental porque significa que tiene mucha personalidad. En ocasiones, intentamos copiar cosas de otros y perdemos un poco de nosotros con nuestros actos. La respuesta es tan sensata que me enamora: “Es que con lo que yo tengo, si no tienes personalidad pues te come la vida.” Y parece algo liviano y al uso pero, por favor, échenle unos segundos de reflexión en la piel de una persona discapacitada.

El eslogan de vuestra tienda es: – La vida te pone obstáculos, los límites los pones tú-:

Esa frase fue un poco de mi padre y un poco mía. Él siempre me estuvo animando para que montara mi propio negocio pero siempre que tuviera un vínculo conmigo y que la gente lo relacionara conmigo. Un día pasando por Madrid, vimos una frase similar y me animó a implantarla adaptada a mí en mi propia tienda.

¿Cuáles son los mejores consejos que te dieron a la hora de abrir la tienda?

Cuando yo me quise incorporar al mundo laboral porque lo mío del estudio no era mi fuerte, la ofertas de trabajo eran ínfimas. Para vivir una persona es imposible. No quise dar vueltas para cuatro duros. Lo único que me dijo mi padre fue que tomara conciencia de que un negocio es algo muy complicado porque él siempre me veía desde el punto de vista de padre y los veinte años tú sabes cómo son. Aquí rompe a reir. Lo que esencialmente me dijo fue que del carro tenía que tirar yo.  

Tu hermano Javier te puede ayudar pero este carro es tuyo. Si en algún periodo de tu vida, porque somos humanos, te tiras 10 años y te cansas se cierra y sin problema, pero que supiera que esto era mío y solo funcionaría si yo estuviera aquí al pie del cañón. El barco es mío. También quería hacerme saber que esto era un premio al que mucha gente no tiene opción.
 

Dentro de los productos que han incorporado a la tienda resalta Níjar por cada rincón. “Hemos intentado traer y fomentar el producto local y español de la zona: Lorca, Murcia, Mallorca, Madrid y de la provincia de Almería. Además, hemos intentado hacer una visión completa y una selección de los artesanos que a nuestro criterio eran los más bonitos y podían gustar a la gente. Hay que reconocerlo”, apunta Javi, hermano de Manu y quien le ayuda en cuanto a la decoración del local y el stock. “Nos hicimos una buena cartera de proveedores.”

Amplias negocio y tienes pensado abrir en plena Latina de Madrid en febrero, ¿cierto?

Sí, queremos aprovechar el fin de semana de San Valentín si todo sale según lo previsto. Pero quiero dejar claro que aunque abramos nueva tienda (C/ San Cayetano) yo soy el que lleva el pulso de las dos. Queremos que Madrid tenga cómo encargada a una persona con discapacidad para seguir con el objetivo de dar visibilidad al trabajo queremos hacer. Hay que coger el toro por los cuernos y hay que hacerlo como lo hemos hecho siempre. Luego llegarán los domingos de Rastro y hay que esta preparado. Pero Agua Amarga me lo ha dado todo, siempre será mi buque insignia, tanto por mi crecimiento como por el apoyo de todo este pueblo.

Madre mía, ¡cuándo te vas a coger vacaciones!

A Manu se le iluminan los ojos y esboza esa gran sonrisa que tiene. Pues, verdaderamente, todo el mundo necesita descansar pero me encanta estar de cara al público y hablar con la gente. Me gusta que la gente venga por el proyecto pero también porque les gustan nuestros productos.

 
 
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África

Loubna Oualla, la reinvención femenina a golpe de fogón…

Loubna y Antonio, propietarios de Al-Andalus comidas para llevar. Foto: Melanie Lupiáñez

Existe una palabra en árabe que siempre me crea un nudo de emoción en medio del pecho: ‘Maktub’ o ‘está escrito’. Una consecución bisílaba nada prolija pero que engarza toda la sabiduría de la vida y del destino. Tiene tantos sentidos como entonaciones se hagan de ella pero, amigos míos, en esta ocasión puede decirse con energía. Más adelante lo entenderán.

Es jueves, mediodía en pleno centro de mi ciudad. Hora de tráfico, de niños corriendo y de olor a comida. Loubna me espera con su mandil bien puesto tras el mostrador de su negocio de comidas para llevar, Al-Andalus. Su marido se asoma tras la puerta con mirada extraña (recuerden que hemos aprendido a reconocer gestos a través de las mascarillas) pero saben quién soy. Nunca me vieron personalmente pero me abren las puertas de su negocio y de sus vidas. Ella me mira un poco extrañada también, no sabe en qué orilla situarme, si en esta o en la de enfrente, pero nos sentamos a hablar y es como si los destinos se unieran y nos conociéramos desde siempre. ¡Qué esperan ustedes si mis facciones parecen sacadas del norte de África! Tampoco es que me pille muy lejos y desconocido.

La reinvención hecha mujer se desnuda ante unas preguntas ortodoxas. Proviene de una familia marroquí -concretamente de la ciudad de Nador- que llegó a Almería cuando ella y su hermana eran unas crías, aunque su padre vino unos cinco años antes recalca. «Nunca se me olvidará aquel día gris en el que tuve que dejar todo lo que conocía. Los abuelos que me criaron, mis amigos del colegio, el resto de la familia y vecinos… Era un 5 de enero de 1994″. Loubna baja la voz, «es un sentimiento contradictorio porque aquí estaba mi padre y nos quiso dar un futuro mejor pero la tristeza estaba presente». Aún así ella siempre ha luchado, antes tenía un motivo (su hija); ahora tiene tres.

¿Cómo fue tu primer día de colegio en España?
Pues quería huir. Al primer cole que fui fue el San Luis y, al siguiente año, acudí al antiguo Virgen del Pilar. Al fin y al cabo, tengo como el corazón partido; echo de menos Marruecos pero Almería es mi cuidad.

¿Cuál fue el primer choque cultural que recuerdas más divertido?
Ahora hay un montón de marroquíes pero cuando éramos pequeñas nuestra madre nos hacía ‘henna’ (un tatuaje tradicional hecho con la pasta del árbol que lleva el mismo nombre) pero como la gente no estaba acostumbrada, nos trataban como extraterrestres. La primera vez que llevamos ‘henna’ en la mano con motivo de la fiesta del fin del Ramadán, una profesora llevó a mi hermana al baño intentar limpiarle la mano con agua y le puso las manos encima de una estufa para que se borrara y no llevara tatuajes en clase. Esto ha cambiado mucho pero como no sabíamos hablar el expañol pues no sabíamos expresar que el dibujo era pasajero y se borraba a los días.

El emprender es muy duro pero si le pones empeño y no pierdes la fe siempre sale adelante todo lo que te propongas. «Yo no tengo ningún tipo de formación en hostelería, todo lo he aprendido trabajando y de forma autodidacta. No descarto hacer algún curso de formación pero la verdad es que se me da muy bien. Más que hacer e impartido. Siempre he trabajado en la hostelería y gracias a la ayuda de mis padres que se podían hacer cargo de mi hija. Estuve un tiempo trabajando y me surgió la oportunidad de ir a Tenerife a dar un curso de cocina árabe para enseñar a los trabajadores de un restaurante. Mi objetivo era mejorar mi situación y tirar yo sola para adelante con mi hija. Estuve casi cinco meses, porque lo que comenzó como un curso de dos semanas terminó siendo más tiempo; pero la añoranza era tan grande que pensé en volver a Almería y montar mi propio negocio. Es tan importante no tener que trabajar por las noches, ni dejar a mi hija siempre al cargo de mis padres.»

Es increíble la fuerza interior y el alma blanca que conforma la persona que tengo enfrente. «A mí no me va a faltar el trabajo en ningún lado porque soy una mujer trabajadora y me daba igual buscar trabajo. Cuando volví de Tenerife busqué locales, casi con una mano atrás y otra adelante. Me arriesgué y en junio de 2016 cogí este local situado en la calle Padre Mendez, 53 (frente al IES Azcona (Almería). Yo no me achanté, cogí el paro conjunto junto a lo que tenía ahorrado y abrí Al-Andalus casa de comidas. Después de todo, el día 2 de diciembre de 2016 subí la persiana de mi propio negocio.» Loubna esboza una gran sonrisa y la satisfacción se manifiesta en cada milímetro de su piel.

¿Todo es un negocio familiar?
Sí, lo llevo yo junto a mi marido. Cuando abrí quise ayudar a mi padre en su último año de jubilación porque lo despidieron y le quedaba un poco por cotizar, por lo que se puso conmigo de socio.

¿Cómo te siente como mujer emprendedora?
Después de todo el sacrificio y todo lo que he pasado, tanto a nivel personal como laboral, estoy muy contenta. Es una satisfacción inmensa saber que esto es algo tuyo y que te lo has trabajado todo con tus manos. Solo tengo que estar encima del negocio para que funcione, no tengo que echar horas de más que ni siquiera te las pagan. Para mí es un lujo poder cerrar un domingo y dedicarme ese tiempo para mí y los míos.

No trabajo para hacerme rica, solo con sentir esa libertad de que soy la que lleva el pulso de todo lo que he construido y puedo llevar adelante a mí familia es más que suficiente. Muchas veces la gente se obsesiona y es cuando le fallan las fuerzas. Si el emprender lo tomas como una meta para cumplir objetivos a corto y largo plazo, todo va a salir rodado. No hay más misterio.

El arte de la gastronomía árabe se pasa de generación en generación: de abuelas a madre y de madres a hijas. Sobre todo en la sociedad marroquí donde el matriarcado es dueño y señor de todos los rincones del hogar pero es que es así, el hogar está por encima de todas las cosas y, si el cariño reina… No he conocido todavía a ninguna marroquí que no sepa cocinar algún plato tradicional que ha aprendido de alguna mujer de su familia.

Loubna ha abierto fronteras y ha roto moldes dentro de los fogones de Al-Andalus, tanto es así que como ella misma explica «no tengo mucha clientela marroquí, aunque al principio costó dar a conocer algunos platos, he querido incorporar recetas españolas y marroquíes en mi negocio y los españoles han sabido adaptarse y prueban todos los platos que ofrezco en mi vitrina. No voy a mentir, las pastelas de pollo y marisco junto al cordero al horno triunfan». Y fe de ello da Antonio desde el otro lado del local que, aunque es almeriense de pura cepa, no puede decantarse por un plato estrella de su compañera de vida. «Si es que todo lo que hace mi mujer está bueno», recalca posando sus manos en jarra.

¿Tienes algún pasatiempo gastronómico con el que te gusta evadirte en la cocina?

Pues me encanta hacer repostería. Es laboriosa y trabajosa porque todos los pasteles y dulces árabes los hago con mis propias manos y lleva bastante tiempo pero es una forma de disfrutar. ¡Y lo bueno que están luego con un té moruno o un café bien caliente ahora que ya está aquí la época de frío!

En este punto ya me derrito. Las bandejas de pasteles forman parte del decorado nada más entrar por la puerta y ya he echado ojo a la que será mi próxima compra y que, por cierto, recomiendo a todo el mundo. Tanjia marrakchia, por encargo. ¡Benditos los de mi casa esta próxima Navidad! Van a comer la carne de ternera más sabrosa cocinada en brasas y a fuego lento que hayan degustado sus paladares en sus vidas.

Gracias, Loubna. Esto solo ha sido un comienzo y las casualidades no existen. Maktub.

Lean, compartan y vivan. Gracias por haber llegado hasta aquí, querido lector.

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Latinoamérica

«Era vivir o morir, no podía rechazar ningún trabajo»,…

Mery Sandoval lleva tantos años en España como los que tenía cuando partió de Quito (Ecuador) a conocer el viejo mundo. Era la primogénita de 3 hermanos y quería viajar más allá de las montañas donde había crecido. Su falta de experiencia le jugó una mala pasada, pero su actitud ante la vida y el apoyo incondicional de su marido la llevaron de la supervivencia al empoderamiento profesional y personal.  

Es agosto en la ciudad y los almerienses han cambiado el asfalto por una pequeña parcela en la playa, no para todos es este privilegio. Los pequeños comerciantes, los bares y restaurantes ofrecen sus servicios a los valientes que se atreven a salir a la calle. La protagonista recuerda como tras la pandemia las vecinas del centro apoyaron a los comercios de barrio y así se hizo una brecha de luz en tiempos de tinieblas.

Ahora con la perspectiva del tiempo Mery puede sentarse en la mesa de un café y narrar su historia no sin que los ojos se le llenen de agua con algunos recuerdos. “Mi madre había hipotecado su casa para pagar mi pasaje a España, costaba unos 1500 dólares y en 2003 aquello era mucho dinero. Pasé los primeros meses en casa de una amiga de mi madre en Cataluña pero me costó mucho encontrar trabajo, no tenía papeles, ni sabía que era eso.”

Al principio ¿Cómo se ganaba la vida?

Una tía mía supo que lo estaba pasando mal en Cataluña y fui a vivir con ella a Murcia. Allí trabajaba en el campo. Era vivir o morir, no podía rechazar ningún trabajo.

“En Murcia conocí a una familia de Berja que me dio trabajo como interna”. Sin entrar en más detalles, la mujer toma aire y se lleva un mechón de pelo hacia atrás para concluir: “no tenía gastos, pero era muy duro”.

Para comunicarse con su familia gastaba 5€ en 15 minutos de llamada, el equivalente a una hora de trabajo como cuidadora. Aunque a los pocos meses de estar en España, Cristian, su pareja, vino a la Península hasta un año después no pudieron vivir juntos.

Mery regresó a Ecuador en la Navidad de 2009 para acompañar a su padre en su último viaje. «Fue muy triste. Tuve que endurecer mi corazón y ser más fuerte que nunca».

¿Y la crisis de 2008?

Un palo muy grande, porque habíamos conseguido comprar un piso y en 2010 tuvimos que dejar todo y regresar a Ecuador. Mi marido pidió una excedencia en el trabajo de 3 meses y yo estuve allí dos años con mi madre pusimos un pequeño negocio de comida típica ecuatoriana, pero sentía que ya no era mi sitio. Mi madre me decía que ya había hecho mi vida en España y que tenía que seguir adelante.

Además, cuando me preguntaban qué había estudiado en España, yo pensaba no he tenido tiempo de estudiar, he tenido que trabajar para salir adelante. En Ecuador, para cualquier trabajo te exigen mucha formación, no es como aquí que puedes trabajar en una cocina, en el campo… Reflexioné mucho durante aquellos dos años.

Pensé que nunca había viajado a Francia, por ejemplo, que estaba tan cerca; que solo había trabajado y ahorrado para enviar dinero a la familia, para los imprevistos que surgían…

¿Cómo fue volver a empezar en España?

Cuando regresé apenas tenía contacto en la agenda, ni nada pero fui a hacer una entrevista como ayudante de cocina, no pensaba que me fueran a coger, pero sucedió, no iba a decir que no.

Mery volvió a España y metió la cabeza en los libros, así finalizó los dos primeros años de magisterio infantil. Durante un tiempo compaginaba los estudios y el trabajo hasta que el cansancio físico y la falta de conciliación hicieron que la ecuatoriana se planteara una nueva meta. Así se aventuró en un nuevo sector, la moda.

“Hace tres años que empecé con una franquicia, al principio ves el lado amable, pero veía que la ropa que me mandaban no encajaba en la zona y poco a poco empecé a poner algo de mi ropa. La verdad que me ayudó mucho una amiga, que tenía una franquicia con la misma empresa en Berja. Me di cuenta que la ropa que yo traía se vendía primero y que no era tan importante que tuviera un precio bajo, si no que la prenda gustara. El viernes antes de que nos confinaran casi voy a comprar más ropa, pero mi marido y Sole me frenaron y gracias a Dios, emprender significa meterte en gastos.”

A los 9 meses de que el negocio empezara a ir bien en la calle Castelar, llegó el confinamiento, un tiempo que le sirvió a la comerciante para trabajar en sí misma, abrirse a relacionarse con las vecinas, crear comunidad. La gente se volvió al pequeño comercio, en ese momento empecé a traer poco a poco tallas grandes, pero tengo para todos los cuerpos”.

La tienda tiene una fachada rosa y una bicicleta de forja en la entrada, Cris y Mery se encargan de todo. “Te presento a mi electricista, mi fontanero, mi pintor, mi albañil…”, la mujer suelta una carcajada y su marido responde con otra sonrisa.

A pesar de lo logrado, siempre hay nuevos horizontes y viejos caminos por descubrir. “Quiero tener mi carrera, aunque tenga 45 años”, dice la autónoma. A día de hoy su autoempleo le permite hacer una escapada a los pueblos de la sierra los fines de semana, trabajar sin horarios, pero trabajar para ella.  

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