El sombrero de copa de Pescadería

Los barrios almerienses guardan la esencia de quienes los habitan, la frutería donde se arregla la política del país, el barbero que conoce tus pesares, los bares donde se reúnen tus amigos, esos lugares que reciben al forastero con una buena tapa. Si bien, estos rincones están presentes en cada uno de nuestros vecindarios, la calle Pedro Jover ha cautivado toda la atención de esta preguntona profesional.

A las 10 de la mañana de un 10 de noviembre, un hombre viste traje negro, sombrero de media copa, pajarita y camisa blanca; de etiqueta. La vendedora de cupones pronto me informa: “Ese hombre es Luis, es muy buena persona, se dedica a hacer recados a todo el barrio”. El hombre de los grandes lentes redondos custodia la mesa alta de la puerta de un bar, a la distancia prudente para entablar una conversación y antes de comprometer mi identidad puedo fijarme en unas cuantas insignias que lleva en la solapa, son pines de la Guardia Civil. 

“Buenos días Luis me han dicho que es usted muy buena persona, que hace recados a todo el barrio”, el hombre contesta sonriente: “Así es, de esa manera me entretengo”. La rutina para este hombre que ha vivido durante sus 58 años de vida en Pescadería consiste en levantarse muy temprano a las 06.00h de la mañana, ponerse su traje porque a él le gusta vestir bien -“A la antigua”, en sus propias palabras- y también perfumarse bien. Al romper, acude a prestar su ayuda para abrir el bar, la barbería y repartir la prensa. 

Luis Pérez Sánchez lleva cada mañana los ejemplares de La Voz de Almería hasta la Subdelegación de Defensa en Almería. Allí, el guardia civil cuyo nombre empieza por A, habla de cómo entablaron su amistad hace un año cuando fue destinado a la subdelegación, insiste en que es buena persona, que le lleva tabaco y a cambio se queda con la vuelta para sus cosillas.  “Es muy buen chaval, es mi amigo”, el repunte de la voz del señor A y la palabra me dan un pellizco, porque no a cualquier llamamos así. Etimológicamente, un amigo es el lugar donde guardamos parte de nuestra alma y Luis tiene un trocito en cada vecino que lo llama “buena persona”.

Uno de los vecinos de Luis fuma en la puerta, su nombre es Manolo, este hombre cuenta detalles que tiene registrados de la vida del entrañable personaje. Luis escucha sin gesto alguno, es difícil adivinar qué piensa cuando oye sus hazañas, solo dice de vez en cuando “Manolo, esas son historias personales” a la vez que alza la mano, pero no la voz, a la altura del sombrero y continúa con su sonrisa pintada. 

Desde la puerta de su cochera transformada en un museo particular y punto de encuentro para sus amigos, las vírgenes, santos, cristos, relojes y recuerdos de su familia se asoman a la imponente luz de nuestra tierra, con un cielo azul despejado y La Alcazaba de telón la historia de Luis se desgrana, porque todos tenemos un gran historia que espera ser contada. 

El señor del traje negro pintaba muy bien cuando era joven, fue a la Escuela de Artes y Oficios de Almería, pero su padre era relojero y precisaba de la ayuda del chaval. Todavía guarda dibujos y su vecino apunta que es un muy bueno con la madera, incluso ha construido su propia cocina, pero a su manera, comenta entre risas que sigue a la escuela de Bauhaus, Luis sale al paso: “al estilo moderno”.

En los balcones de su casa ondean banderas los Estados Unidos pertenecientes al hermano de Luis, conocido como el Travolta almeriense. “Mira este era mi hermano, salió en La Voz de Almería y todo”, entonces me enseña un recorte de periódico que cuelga detrás de la puerta de su museo. Es una contraportada donde se habla de este personaje de Almería con ese romanticismo que tiene el papel y aquello de guardar los recortes, qué decir si son nuestros seres queridos y ya no están.  

El hombre del sombrero de copa dice que lo mejor del barrio es que no está solo y además no le falta de nada, un vecino le trae pescado, la otra le da un tupper de habichuelas… “A mí me gusta ayudar, siempre con todo el mundo me llevo bien. Me gusta la buena gente, los vecinos y la tranquilidad. Siempre vienen a hacerme una visita, echamos el rato, uno juega a las cartas…”

Y en esa esquina entre la barbería árabe, el bar y la frutería se da la vida de Luis Pérez Sánchez por toda la calle que recibe el nombre del reputado diplomático almeriense, Pedro Jover. 



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