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La historia del restaurante Cantón fundado por unos refugiados…

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Los Phan Nguyen comenzaron su viaje en Vietnam en el año 1978. Huídos de la guerra, atacados por los piratas, supervivientes de un campo de refugiados, jamás se rendieron. “Trabajar, trabajar y guardar”, dice Khanh el cabeza de familia, así fundaron el restaurante Cantón en 1986 en la Urbanización de Roquetas de Mar en aquella época un pueblo de apenas 22.000 habitantes.

El reconocido restaurante asiático encumbra el top de la restauración, según TripAdvisor. Ofrecen platos tradicionales y la innovación más vanguardista a través de la fusión entre el lejano oriente y el mediterráneo.

Corrían tiempos difíciles, cuenta la hermana mayor, Van, “hubo un problema económico entre China y Vietnam en la zona fronteriza y mi padre como tiene sangre china se le hacía la vida imposible. Durante aquellos años salieron muchas personas de Vietnam”.

La hermana mayor, Van, quien siempre recibe a los clientes con una sonrisa

La masiva migración a la que se refiere la repostera del Cantón se conoce como Boat People, desde los años 70 hasta principios de los 90 abandonaron Vietnam 2.000.000 millones de personas a bordo de barcos sin tripulación que entre todos los viajeros compraban.

Los Phan Nguyen partieron desde vietnam con destino a la bahía de Hong Kong a bordo sus dos hijos pequeños, Van 9 y Quan 6 años, Long nació en España tiempo después.

Desde que salieron de Vietnam hasta llegar a España transcurrieron unos dos años.

“Nos atacaron unos piratas saliendo de Vietnam, luego el barco se encalló en un banco de arena, pasamos tres meses en una provincia de China. Era una población de campesinos y nos ayudaron mucho, nos traían comida y de todo”, comenta la hermana mayor. La madre, Lien, se lleva las manos a la boca y recuerda que llevaban mucho arroz como alimento durante la travesía y aunque se mojó de agua salada lo comieron.

La distancia de Hai Phong a Hong Kong es de 790 km, la travesía se alargó durante 4 meses debido a las inclemencias del viaje.

Lien enluce su memoria y desempolva la llegada al campo de refugiados de la Cruz Roja. A sus 71 años aquellos recuerdos vívidos que para algunos arañarían las entrañas son para ella un mal trago que cuenta con una sonrisa, aunque cierto tono de angustia.

“Regalamos el barco y vendimos todo lo que llevábamos, ropa, calzado, porque en China también necesitaban muchas cosas. En Hong Kong estuvimos en un campo de refugiados, era como la cárcel ”.  Su hija Van añade: “a los campos de refugiados llegaban delegaciones de diferentes países Alemania, EEUU, España, etc. Cada país acordó acoger un número de familias. España acordó 30 familias y nosotros estuvimos residiendo en un hotel de la Línea de la Concepción”.

La madre, Lien, desde la cocina preparando un pollo campero

El Quijote fue el puente entre culturas, la madre, Lien, lo había leído y un cura que había por el campo de refugiados predicaba las bondades de este país. Además, la matriarca dice que los españoles somos buena gente y cariñosos. También, dominaban el alfabeto latino, porque Vietnam fue durante muchos años colonia francesa, así que nuestra lengua les resultaba familiar.

A su llegada a España dos hermanos franceses los acogieron con la intención de montar un restaurante de comida asiática, pero el proyecto no salió adelante, por lo que se tuvieron que buscar la vida. El padre trabajó como albañil dos días y se puso enfermo, toda la familia ríe al recordar la anécdota, en vista de que la construcción no era lo suyo Khanh, comenzó a trabajar como jardinero. La madre era friegaplatos en un restaurante mejicano en Puerto Banús, ganaba 15.000 pesetas al mes, todavía recuerda la cifra exacta.

El padre es un valiente, una inspiración para los demás, tiene 79 años y ha hecho casi de todo para que sus hijos vivieran bien, hacía pesca submarina “para comer” y compraba tela en el mercadillo para confeccionar la ropa de los críos. Es un hombre sereno, habla poco, en tono bajo, pero destila sabiduría y liderazgo, de quien no se queda sentado mano sobre mano viéndolas venir. Su pelo cano largo va recogido en una cola perfectamente cortada, lo que le aporta cierto aspecto de guerrero ancestral.

El padre, Khanh, fundador y jefe, aunque ya disfruta de su jubilación.

¿A qué se dedicaban en Vietnam?

 Kanh: “Cuando era joven en Vietnam era camionero, pero cuando vinieron los americanos atacaban a los comunistas del norte del país y dos veces me atacaron, una de ellas mi camión salió ardiendo, pero tuve suerte no acabé muerto, solo herido. Cuando terminó la guerra había problemas entre China y Vietnam y tengo un 25% de sangre china.”

Lien trabajaba en una fábrica de caramelos, todos ríen y ella la primera porque le va como anillo al dedo. Su nieta, Cloé, está presente y la tratan con mimo, hablan con ella en español y a la pequeña le gusta la cocina, aunque el delantal le quede algo grande todavía.

¿Cuál es el secreto para ser tan bien valorados por los clientes?

“Lo importante es la constancia y adaptarse al tiempo en este caso la gastronomía internacional”, dice el chef, Quan, el hermano mediano. “Fusiono muchos platos, busco materia prima de la provincia, pero también mantengo la comida tradicional de mis padres. Ha habido cambios en la carta, buscamos comida muy representativa que creemos que los clientes y amigos tienen que probar, además de platos exóticos como el carpaccio de cocodrilo. El pescado lo trabajo al estilo japonés, también trabajamos con cúrcuma, albahaca tailandesa de cultivo propio, especias ecológicas y productos cantoneses que mezclo en la cocina” concluye el chef.

El chef, Quan, desde la cocina junto a la jefa

Incluso en la arquitectura del local puede apreciarse el encuentro entre las culturas. Explica la repostera, Van, “es la fusión queríamos que fuera muy mediterráneo y tuviera un toque oriental, porque es lo que nos representa. Así somos nosotros en realidad; mediterráneos y asiático”. El Chef continúa: “siempre tomas cosas del país que te ha acogido”

¿Cómo empezó todo?

Khanh toma la palabra, a pesar de estar jubilado mantiene la tradición en la familia, es responsable de traer los platos estrella de Vietnam y China a un pequeño pueblo de la costa almeriense.

Trajimos la especialidad de cada país y no solo es importante cocinar, sino elegir tú los ingredientes”. La familia cuenta con huerto propio donde cultivan vegetales y hierbas aromáticas propias de Asia.

La segunda de abordo en la cocina es Lien, la madre de la familia Phan Nguyen, a ella lo que le gusta es cocinar para sus clientes como cocina para casa, “comida buena”, puede que esta sea una de las claves del éxito del restaurante, además del buen trato o la innovación.

¿Cómo aceptaron los roqueteros la comida asiática?

Al principio miraban la comida como algo raro, pero cuando la probaban se ponían muy contentos. El boca a boca de la gente lo hizo todo”, dice Lien. El chef toma la palabra: “cuando mis padres abrieron el restaurante lo enfocaron para trabajar con extranjeros, porque había mucho turismo en el 86, ingleses, alemanes… Veníamos de Málaga con el pensamiento de trabajar con ese público, al principio costó un poco de trabajo, pero poco a poco se ha hecho un hueco”.

La hermana mayor se ríe y añade: “al final nos hemos dedicado a la clientela local.”

¿Cómo fue montar un negocio en España?

Khanh toma la palabra es un hombre positivo, sonriente y con su justo español introduce la historia: “al principio cuando llegué a España faltaba lo económico”, toda la familia se ríe cuando escucha sus palabras, “trabajar, trabajar y guardar”, concluye.

Eran pequeños cuando llegaron a Roquetas ¿Qué recuerdan?

Van tenía 15 años, Quan 12 y Long nacería unos años después. Quan sale al paso: “hubo un poco de bulling, pero yo zurraba también”, todos se ríen por la broma y continúa “nos adaptamos rápidamente, puesto que veníamos de vivir en Marbella, teníamos el idioma controlado, fue más fácil hacerse a Roquetas.”

Van: “nosotros vinimos a España muy pequeñitos y vivimos 6 años en San Pedro de Alcántara, justo empecé el instituto cuando llegué a Roquetas. Me fue muy bien porque en aquellos tiempos apenas había emigración, lo típico; “la china, la china”, pero tampoco era una cosa…”

Long es el hermano menor, nacido en Almería es la bisagra entre la cocina y el restaurante. “En el cole “no me consideraba la mascota” pero como era el único chico asiático me tenían mucho aprecio, me cuidaban mucho. Algún roce, pero luego un abrazo y todo olvidado.”

El hermano menor, Long, entre los fogones y los clientes

¿Qué les gusta más de vivir en España?

Van contesta: “¿nosotros?, si es que ya no recordamos la vida al otro lado. Yo me considero roquetera y es más cuando hablo, es que soy roquera.”

Cuando preguntamos a los progenitores si regresarían lo tienen claro, ellos prefieren vivir aquí porque es donde está su familia. Mientras habla interviene Khanh dice: “democracia, democracia, libertad”, cierra los puños y los agita, mientras pronuncia la frase, las dos primeras palabras las pronuncia con ímpetu y la tercera bajito como en un susurro, como si se le acabara la cuerda de la voz. 

Long bromea con su padre, lo mira y dice: “también por el jamón serrano que está muy bueno” y la familia estalla en risas.

¿Han regresado a su país de origen?

Después de 16 años se reencontraron con sus raíces, “nosotros éramos exiliados políticos, no podíamos regresar a Vietnam porque como salimos huyendo, hasta el año que nos nacionalizamos no pudimos volver, explica Van. En la actualidad la madre, Lien, regresa cada dos años para visitar a su hermana, la única miembro de su familia que vive aún. 

¿Mantienen contacto con las otras familias vietnamitas residentes en España?

Sí, ahora sí. Cada año en la embajada de Vietnam se celebra el año nuevo vietnamita, Tet, que suele ser a finales de enero, principios de febrero. Entonces invitan a todos los vietnamitas residentes aquí, así se han reencontrado con muchos y conocido gente nueva. Hay muchos estudiantes que asisten a la celebración, incluso la nieta, Cloé, festejó la apertura de 2020.

Sin la ayuda de quienes le rodean esta historia con final feliz no hubiera sido posible

“Por el camino hemos encontrado mucha gente bondadosa, tenemos contacto con ellos. Si la gente que te rodea tiene buena voluntad avanzas mucho más rápido y por supuesto, agradecer a todos los trabajadores que han formado y forman parte del equipo. En San Pedro vivíamos en una casa que nos dejó un hombre y mantenemos relación con él”, dice Van. “Cuando viene al restaurante se alegra un montón. Durante el confinamiento veía los vídeos que colgaba cocinando y él me animaba a abrir un canal. Se alegra de corazón y ha conocido como estaban mis padres y lo que ahora tenemos gracias a su esfuerzo”, concluye Quan.